Nuestro Juego de ROL

02: La Cacería.

Comienza un nuevo día en la historia de nuestros personajes, el Puto Elfo Cabrón despierta en su casa, como un día normal pero cuando va a desayunar se da cuenta de que por más lujos que tenga sigue sin comida en la despensa. Decide comenzar el día saliendo a buscar algo de alimento, baja de su espléndida casa-árbol de-luxe por la barra bañada en titanio y automáticamente, una escobilla mecánica la recorre hacia arriba dejando a su paso una liviana cobertura de aceite de culo de pato.

— ¡Hace un día magnífico para cazar alguna liebre! —exclamó el cabrón al viento, sacó su daga oxidada y la sujetó a contraluz, el sol dibujaba su silueta como un halo sagrado, a través de sus ojos con pupilas verticales veía una poderosa espada, se sintió capaz de alcanzar a la liebre más grande del bosque, sintió que su fuerza crecía, recordó el sonido de los tambores y sin mediar palabra salió disparado, saltaba de tronco en tronco, en prácticamente todos los del bosque había marcas de sus pezuñas, le encanta correr de uno a otro, impulsarse e ir a por el siguiente, recorría los bosques a velocidades impresionantes aun teniendo en cuenta que hace zigzag en lugar de ir en línea recta, pero se lo conocía como la palma de su mano.

Viajaba hacia el sur, hacia las praderas, donde sabía que habría alguna liebre pastando cuando de pronto un jabalí le sorprendió, una buena pieza que dejaba a la altura del betún su idea inicial de comer conejo. Cogió impulso y en un abrir y cerrar de ojos lo había alcanzado, ensartó rápidamente a la bestia con su daga y brotó un chorro de sangre espesa de su cuello, ¡había hecho diana! pero el puerco se retorció y rápidamente le envistió con sus colmillos tumbando al Puto, que sin mayor daño que unos moratones se levantó dolorido... silencio... ya no había nadie...

Es bien sabido que estos animales poseen una gran resistencia, pero el Puto no estaba dispuesto a abandonar tan rápidamente, menos con una presa debilitada, advirtió unas manchas en el suelo, el animal dejaba rastro... No pudo evitar sonreír, veía cerca el festín... arrancó de nuevo al trote dejando una nube de polvo en el aire y sin perder de vista el reguero de sangre.

Llegó a unos matorrales donde se perdía el rastro, sin dudarlo mucho se puso a cuatro patas y se coló entre las zarzas, avanzaba lentamente en el espesor y observó cómo el túnel empezaba a estrecharse y cada vez estaba más oscuro, el olor a humedad y el tacto le decían que estaba entrando bajo tierra, seguramente sería su cueva, su guarida. Continuó sin dejar de gatear, le sería imposible ponerse en pié ya por la poca altura del espacio, llegó entonces a un cruce y varios sonidos le tensaron los músculos de las orejas, de un lado escuchaba pasos, de otro (...) y de otro ruidos de jabalí, cogió obviamente este último ramal.

—¡Crías! —entró en una estancia un poco más ancha, mejor iluminada y vio a los jabatos, se dió cuenta... —Es una madre... —susurró. Era demasiado tarde para echarse atrás, la estocada que le había propinado probablemente resultaría mortal y decidió traerla hacia él, sacó de su zurrón la flauta con la que pasaba el tiempo muchas tardes aburridas, comenzó a tocar pero por los nervios sonó horrible, las crías empezaron a chillar y en menos de medio minuto la madre apareció en la entrada de la guarida con un gran estruendo, era su fuerte respiración unida a los pasos sobre el lodo y la rozadura de pelo grueso en todas las paredes del angosto túnel. Estaba furiosa y dispuesta a atacar, pero sin haber preparado ninguna trampa y aún con la flauta en la mano, el macho cabrío recurrió a su instinto más básico y cargó torpe contra ella usando sus cuernos, no con toda la fuerza que debería haber empleado, la madre tras recibir un leve golpe contraatacó feroz y tumbó fácilmente al Puto Elfo Cabrón