Libros prestados

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Capítulo primero
Libros prestados


“Y comprender que tal vez amar es otra cosa. Es sentirse ligeros, libres”.

FEDERICO MOCCIA




Era ya de medio día cuando salió de la casa para ir por él. Se puso el gabán que a veces utilizaba para dar frente a las materias, pero por ahora ni siquiera podía decir algo acerca de volver a verlas.

Paso frente de la valla del hombrecillo calvo gordo y encorvado; por donde ya se le hacía costumbre toparse con una mujer bien hocicona. Aunque casi todo lo que le decía le causaba mucha risa.

Por lo tanto, al seguir por el camino derecho corrió para no verla haciendo dramas por su pequeño. Nada más le gustaba fastidiar. Como ahora que se había fastidiado por la humedad en sus zapatos. Luego caminó por el pasto mojado —por la lluvia de la noche anterior —y  mejor decidió encenderse un cigarrillo. Llevaba los libros bajo el brazo; uno con su nombre y dos con el nombre de un chico que no iba a su misma clase. Aunque nada más lo ocultaba para que no se armaran malentendidos por llevar libros prestados.

Una vez mientras iba en el metro y leía con el libro abierto donde aparecía el nombre, una mujer se le acercó para hacerle platica, sin embargo, después de haberle llamado por el nombre de la pasta, y no aclarar el asunto anterior; desde entonces que lo veía lo saludaba con ese nombre. Ya pasado un tiempo le explico que el cuaderno era de un chico de otra escuela. Un muchachito medio loco e imperativo. Con el que se iba a hacer la rata en su habitación por horas y horas, por lo que su padre le preguntaba el porque de tanto tiempo. Y le decía que se pasaban la tarde viendo películas, jugando en el patio tirando la fruta del árbol de la vecina. Incluso también él era el cómplice de las maldades de la mujer hocicona. Pero no, no habían sido los causantes del corte de los bigotes de su gato. Se le habían caído por viejo.

Cuando ya había pasado unos minutos en la acera; que a la vuelta se hallaba la casa de su enamorado, un poco más allá de la calle principal que daba directo al campo de béisbol estaba la reja negra donde apróximadamente dentro de un pequeño lapso saldrían los chicos del instituto. Él, por supuesto, como iba en un grado mayor se encontraba casi todo el tiempo en la casa de su abuelo ayudándole con su restaurante. Un lugar demasiado elegante donde él podría llamarse el ayudante principal de chef. Así que a veces le tocaba trabajar en sus vacaciones, pero como ahora le había dado un descanso se tomó la liberad de visitar a su novio.

Ya con el cielo azul y con nubes esponjosas vio el alboroto frente a la reja. Se oculto los cuadernos bajo su ropa. Con la mano derecha se deshizo del cigarro y paso la calle. Al verlo le alzo la mano para que viniera. En eso, apenas en que supo que habían venido por él, el muchacho se quito la sudadera verde del uniforme, se hato las mangas a la cintura —como en muchas ocasiones lo hacía —y atravesó la multitud. No sin antes ir por su bicicleta.

El traqueteo de la bici duro muy poco. Echándose en las llantas unas cuantas piedrecillas. Le aventó al chico su sombrero que tenía guardado en su mochila para después ponérselo.

Uno grupo le sonrió muy divertido por su compañía, así que el muchacho se las devolvió.

—Ay, no sabía que vendrías. —lo había tomado como un lindo gesto. Se puso el sombrero y le sonrió.

—Le vine a dejar unos libros al marimo ¿Lo has visto?

—¿Zoro? No sabía que todavía le hablabas. —el muchacho se notó cabizbajo.

—Me los presto ya hace un par de días. Pero ya sabes, ya no hay nada.

Puso las cosas que traía en el piso, abrió el maletín que se veía lleno de cosas y le entrego uno de sus libros. Era de historia.

—Bueno, entonces yo también te presto uno de los míos. Pero aquí sí hay algo. —rió.

Justamente había notado que estaba celoso. Lo notaba por su sonrisa media extraña. Estaba muy claro al saber él que hace ya tiempo tuvo una relación con su mejor amigo. Un tipo de su edad, pero menor que él. Moreno, alto, de pelo verde. Actitud; la suficiente como para querer romperle la boca y luego comérsela a besos.

—Ya no hay nada. De verdad. Ahora por eso yo estoy contigo.

—Es que Zoro es genial.

—No más que tú. Aunque, sigo sin entender como fue que les hice caso. Yo voy a la universidad y ustedes todavía no terminan la media. Qué, ¿van en segundo año?

—Tercero. Éste es el último.

—Bien, ya pillé.

—¿Subes?

Ni siquiera sabía que estaba haciendo cuando se atrevió a montar la bicicleta. Su novio enfrente y el atrás. Él de adelante empezó a pedalear y recorrió el área para de una buena vez deslizarse calle abajo.

—Agárrate bien porque te puedes caer.

—Ah, sí. No es necesario que me lo digas, Luffy.

El chico empezó a reír.

—Prometo que no haré nada al propósito, pero antes dame un beso. —replico muy seguro, paró la bicicleta y después hizo un tierno puchero. —Demuéstrame lo que me escribiste en esa carta.

—¿Lo del limón?

—Si.

—Esta bien, venga, acércate.

Luffy se inclino un poco para recibir de lleno el beso de su novio. Su niño bonito.

—¿Qué tal? Si sabe a limón. Tu lo dijiste en la carta.

—Pues, eso lo leí en un libro.

—Entonces, tal vez debamos hacerlo hasta que sepa ¿Qué no?

El rubio le dio un beso en la mejilla, le dijo algo quedito en la oreja y señalo hacia arriba. Las nubes.

—Volvamos a hacernos las ratas en tu habitación. El abuelo llegara tarde. Es mi día libre.

—Sí. Quiero volver a probarte. —movió el pedal de la bicicleta y esta comenzó a moverse.

—Claro, no se diga más. 

Al tiempo en que volvió a mirar allá arriba, donde sólo los enamorados llegan, recordó como es que había empezado su  relación con Luffy y como había finalizado su historia con Zoro.


Continuará...


🌸

¡Hola a todos!


Espero que les haya gustado el primer capítulo de esta mini historia. Tenía tantas ganas de escribir algo sobre Luffy y Sanji.
 

Contará con tres capítulos, por un mundo con más LuSan.

¡Los amo!


SUSUYAJUZO

🌸

MY PRETTY BOY (LuSan) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora