La mañana en la preparatoria era normal, las porristas estallaban, los amigos charlaban y Maddox golpeaba a dos chicos de su misma clase, mientras Kellehert, un pelirrojo, mejor amigo de Maddox, trataba de jalarlo lejos de ahí. Cuando Kellehert vio sangre en la nariz de James, comenzó a llorar, se alejó un par de metros de la pelea y en posición fetal trataba de calmarse. Pronto el señor Davis apareció.
—Se acabó la hora de la lucha, niños—. Gritó, logrando así que el grupo de adolescentes que observaban la pelea saliera corriendo.
Con ayuda de uno de los choferes logró separar a Maddox de James y Scott.
—¿Otra vez tú, Maddox?
— Mejor debería preguntar ¿por qué otra vez ellos?— Respondió Maddox con brusquedad señalando a sus compañeros.
— Señor Davis—. Interrumpió una de las porristas para llamar la atención de todos hacia Kellehert, quien temblaba en el piso.
— Llama a la enfermera—. Respondió a la porrista, quien salió disparada hacia la escuela, trayendo a la enfermera con ella.
Después de curar las heridas de los tres chicos y regresar a Kellehert a la normalidad, ambos fueron enviados al psicólogo de la escuela, mientras Scott y James a la dirección.
Hannah, la porrista que había ido a buscar a la enfermera, trataba de convencer a sus amigos de que no siguieran molestando a los chicos.
—Maddox tiene algún problema de agresividad, pero Kellehert está enfermo de los nervios—. Decía preocupada. —No deberían seguir con esto.
Todos sus amigos rieron de forma estruendosa. —Hannah—. Intervino el hermano de James. —Ya se que Maddox es tu familia, pero ellos se lo están buscando, son tan raros.
Hannah hizo una mueca de molestia y decidió que no valía la pena decir nada más.
El lavabo del baño del segundo piso se teñía de rojo, Lucy, una chica de cabello negro y ojos azules, brillantes y expresivos que resaltaban gracias a su piel pálida, se había cortado de nuevo. Hannah entró con dos de sus amigas. Grace y Malory. Tan rápido como Lucy escondió su brazo y la navaja, Malory se acercó para descubrirlo de un tirón.
—Pero miren a la chica emo, tan dolida con la vida, Lucy, ésta no es la forma, aunque también estoy de acuerdo en que tus problemas deben solucionarse con un bisturí—. Grace soltó una carcajada tras el comentario de Malory, pero Hannah estaba molesta y preocupada. —Quiero saber que dirá la señora Miller.
—No, por favor no le digan a nadie, por favor—. Los ruegos de Lucy fueron ignorados por ambas chicas que salieron de ahí riendo.
—Lucy —Se quejó Hannah con tristeza, acercándose a ella para envolver su brazo con una camisa pequeña que tenía amarrada en la cintura —¿Por qué lo haces?, ¿y por qué en dónde alguien más puede verte?
— Nadie viene a este baño hasta el almuerzo.
— No, pero ellas te vieron subir y te siguieron, pero no debes cortarte.
El sermón de Hannah fue interrumpido por la maestra Miller.
—¡Lucy!, no de nuevo — En los ojos de la maestra se lograba ver preocupación y temor. —Iremos con la enfermera y después irás a terapia una vez más —. Dijo firmemente mientras salía con la niña bien sujeta del brazo, Lucy salió sin hacer ningún gesto y atrás quedaron las tres chicas, dos de ellas riéndose y Hannah suspirando y pensando.
El psicólogo de la escuela quedaba en el sótano. Afuera del salón, mirando fijamente se encontraban Maddox y Kellehert.
—Ahí está el asesino, ¿nos van a meter con el?—Comentó Maddox. Kellehert no dijo nada, pero al ver a Lucy acercándose golpeó levemente la pierna de su amigo para que volteara
— Lucy—. Dijo Maddox sorprendido y sonriéndole ampliamente para llamar su atención.
Lucy ignoró el gesto y se asomó hacia adentro del salón, ahí vio a Izaro, un chico alto, fuerte y tatuado. Izaro había estado en prisión desde los once años y fue liberado a los quince.
—No es un asesino—. Dijo de mala gana y pasó de largo a ambos chicos para entrar al salón del psicólogo, ahí se acercó a saludar a Izaro con un beso en la mejilla.
—Creo que sale con el.
El psicólogo dio la orden a los dos chicos para que entraran, Kellehert le dio espacio a Maddox para que se sentara al lado de Lucy, aunque al mirarla por tanto tiempo sin decir nada solo logró que ella recorriera su silla unos centímetros al otro lado.
—Bueno—. Dijo el psicólogo tranquilamente mientras bebía un café. — Izaro, conoces la rutina, puedes empezar tú si quieres.
—Creo que ya todos conocen la historia que tengo conmigo, ¿por qué no empieza algún otro de los nuevos amigos?
—Estoy gorda—. Exclamó Lucy.
—Mis padres no me quieren—. Agregó Maddox.
Kellehert solamente hizo una mueca y levantó los hombros despreocupadamente.
—Excelente avance el de hoy alumnos, los espero la siguiente semana—. El psicólogo de la escuela no se caracterizaba por ser el mejor del mundo. Limpió sus lentes con un pañuelo y salió lo más rápido que pudo de ahí con su mochila.
—Ahí va el mejor psicólogo que la escuela pudo contratar con los pagos que dan nuestros padres cada mes—. Dijo Izaro con una sonrisa burlona, causando así pequeñas risas de sus ahora compañeros.
—Oye, tú no eres gorda—. Maddox le dio un pequeño codazo a Lucy mientras hablaba, para garantizar su atención de alguna de las dos formas.
—Tengo dismorfofobia.
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Pedos mentales causados por discriminación
Roman pour AdolescentsEl psicólogo de la preparatoria de Chicago, envía a un grupo de chicos a una terapia en grupo después de varios eventos, después de conocerse platican sobre sus respectivos agresores y la manera de desquitarse.