WEDDING I

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Llegué a casa esa tarde sabiendo que no habría nadie. Normalmente San iba a recogerme al trabajo trayendo consigo mi batido favorito y conduciendo hasta nuestro apartamento en Hongdae mientras hablábamos sobre nuestros días. Esta mañana me llamó diciéndome que tenía una reunión y que debía terminar unos papeles que le llevarían bastante tiempo. Supuse que después de trabajar todo el día estaría cansado y conociéndolo lo que más desearía sería algo de comer y un baño caliente. Me quité mis tacones dejándolos en el zapatero de nuestro armario y caminé descalza hasta la cocina. Saqué los ingredientes necesarios y anudé mi cabello en un moño. Después de media hora la comida estaba lista y solo debía terminar de cocerse a fuego medio. Me fijé en el correo sin abrir sobre la isla de la cocina. Me llamó la atención el sello en una de ellas, era español. Busqué el remitente y lo leí : Pablo. Una sonrisa se formó en mi rostro, era una invitación de boda. Abrí la invitación y leí la bonita letra : Pablo y Carla tienen el placer de invitarles a su boda el día 11-05...

Pablo y yo somos amigos desde la infancia. Fuimos juntos al colegio y aún en el instituto seguimos manteniendo el contacto. En bachillerato cada uno siguió su camino y en la universidad yo me mudé a Seúl. Pero a pesar de ello de vez en cuando hablamos y seguimos teniéndonos mucho cariño. Esto había sido una sorpresa agradable, estaba feliz porque se casara. Sabía que había conocido a su novia en la universidad y que salían juntos desde hacía cinco años. Una parte de mí no podía evitar sentir un poco de celos por la situación. Conocí a San hace cinco años cuando yo trabajaba como traductora internacional en una exposición que realizaba la empresa para la que él trabajaba. En uno de los descansos vi como me miraba desde la otra punta de la cafetería. Desde el primer momento me llamó la atención su sonrisa tímida y los pequeños hoyuelos que se formaban en su rostro. Se acercó a mí cuando acabó la exposición con un café en la mano pero al ofrecérmelo acabó tropezando con un cable y tirándome el café encima. A pesar de sentir arder mi cuerpo no pude evitar sonreír al ver su rostro sonrojado y su cuerpo moviéndose nervioso mientras intentaba ayudarme. Al final se ofreció a llevarme a casa y me invitó de nuevo a un café al día siguiente para compensar el desastre de ese día. Después de eso nuestras citas para tomar café fueron haciéndose regulares, era fácil hablar con él y siempre conseguía hacerme reír. Se preocupaba de saber como estaba y de que todo me fuera bien. En unos meses nos hicimos muy cercanos y mi pulso empezaba a acelerarse cuando él estaba cerca, pero era demasiado tímido como para darse cuenta. A nuestra primera cita real tuve que invitarle yo y hasta tres meses después de eso no consiguió besarme por primera vez, pero aún así mereció la pena. De ese beso hace ya cuatro años, los cuatro mejores años de mi vida. San es prácticamente el novio perfecto, cariñoso, atento, dulce. Llevamos tres años viviendo juntos y realmente en este último tiempo he estado descubriendo un deseo que no sabía que tenía, quería que me pidiera matrimonio. Pero no quería obsesionarme con eso, estábamos bien como estábamos. Lo importante es que sabía que me quería.

Volví a guardar la invitación y sonreí. Esta era una buena oportunidad para regresar a mi casa y ver a mis padres y antiguos amigos. Tomé mi teléfono y pulsé el contacto de San. Respondió a los dos tonos.

-Hola cariño.

-Dios, no sabes lo que me alegra oírte.

-¿Todo bien?

-Sí, es solo que quiero llegar a casa y poder abrazarte -sonreí

-Por eso te llamaba, quería saber cuando ibas a llegar.

-Ya estoy conduciendo, estaré allí en diez minutos si el tráfico me lo permite.

-Eso suena genial, nos vemos ahora.

-Te quiero.

-Yo más.

La llamada se cortó. Fui hasta el baño y comencé a llenar la bañera de agua caliente y encendí algunas velas. Sabía lo que San amaba bañarse después de trabajar. Fui hasta la cocina donde hace un rato apagué el fuego y puse la mesa para dos en el comedor. Estaba terminando de revisar la cena cuando un sonido a mi espalda me sobresaltó. Me giré y vi a San apoyado en el marco de la puerta viéndose demasiado sexy con su ropa de trabajo. Se aflojó la corbata mientras se acercaba a mí.

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