Te Amo

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Sabía que sería una locura, pero, tenía que intentarlo.
Bruce Wayne, más conocido en el submundo como Batman, logró convencer a sus nuevos compañeros con su labia de oro de traer a Superman a la vida.
No lo iba a negar, tenía intereses muy personales para llevar a cabo aquel macabro plan y, con la ayuda de La Caja Madre lo llevaría a cabo.
Sabia de los riesgos que conllevaba aquella acción, pero, si tenía que dar su alma o su propia vida para regresar al hombre de acero a la vida, lo haría sin pensar.
¿La razón? No era muy difícil de imaginar.
Ese era el motivo por el cual se encontraban en una nave alienígena esperando por un milagro. Bruce sintió su corazón partirse nuevamente cuando colocaron el cuerpo de Clark en el agua, rogaba por que aquello funcionara, de lo contrario, pondría más ahínco en acabar con su vida para así reunirse con él.
–Estoy en posición.—informó Flash.
–A la cuenta de tres. Uno. Dos. ¡Tres!
Bruce pudo jurar que su corazón dejó de latir en cuanto La Caja Madre calló.
Cuando Flash tocó la caja mientras esta caía en el agua, un gran destello de luz y una fuerte onda de energía expansiva los dejó momentáneamente aturdidos.
Entonces lo vio, allí, flotando en lo alto del cielo casi nocturno, estaba él, Clark estaba vivo.
Todos fueron en su búsqueda, él también, pero a su paso, en momentos con éste realmente odiaba no tener súper poderes como los demás. Aceleró su Batimovil a fondo con tal de llegar lo más rápido que posible, en cuanto lo localizó, su corazón se saltó un par de latidos, Clark estaba peleando contra su equipo.
–¡Clark! —Gritó Batman en cuanto bajó del auto, su sangre se heló cuando aquellos ojos azules que tanto había añorado se posaron en el, fríos, vacíos, se echó a temblar cuando en ellos brillaron la chispa del conocimiento, lo había reconocido–Alfred, la caballería.
–Yo te conozco—rugió Clark en cuanto reconoció a aquel hombre.
Poco a poco llegaron a su mente recuerdos de su último encuentro.

–Bruce, por favor, dejemos todo esto, huyamos de aquí a donde nadie nos conozca déjame vivir a tu lado, puedo darte el mundo entero si me lo pides.
–¿Estas dispuesto a matar a toda la humanidad por mi?
–Si.—sus ojos brillaron rojos.
–Pues no lo permitiré, tu no eres Clark.
–Claro que soy yo, ¿por que te cuesta tanto creer que puedo arrasar con mil mundos por ti? cualquiera sería feliz de escucharme decir algo así y se lanzarían a mis brazos, Lois estaría más que feliz de escuchar eso de mi, ¿es que acaso no me amas?.
–No.

Clark abrió los ojos y rápidamente bajó a al suelo para tomar a Batman del cuello y elevarse ambos por los aires.
–No me dejaste vivir a tu lado, pero tampoco me dejaste morir contigo, ¿Ahora que quieres de mi?
Clark presionó un poco más el cuello de Batman sólo para poder ver el miedo teñir sus ojos, pero no funcionó, si su chico no le tuvo miedo en vida, menos ahora que era una especie de zombi. Estaba muy enojado con él, pero, no había duda, lo amaba incluso más que la última vez que se vieron. Quería tomarlo allí mismo.
–El mundo te necesita—susurró Batman, a pesar de tener un fuerte agarre contra su tráquea.
–¡El mundo no me importa!, me importas tu, si protejo este mundo es por ti, para ti, dime, ¿alguna vez me amaste?
–¡Clark!
El mencionado giró su rostro para encontrarse con Lois, su esposa. Apretó los dientes. No podía creerlo, estaba totalmente seguro que él la había llamado, pero, que podía esperar, si en vida nunca le dijo que lo amaba, ahora que había regresado de entre los muertos, menos. Su corazón se comprimió, pero no se rendiría, con él las cosas siempre se arreglaban así, a golpes.
–Esto, no ha terminado.—dijo antes de lanzarlo al suelo, vio como su cuerpo calló sobre una patrulla y rodó varios metros lejos de la misma antes de bajar, tomar a su esposa e irse de allí.
Necesitaba tiempo, él mismo necesitaba tiempo, una vez ordenadas todas sus ideas, volvería por él.

[...]

Bruce se encontraba en su estudio en la Baticueva, intentando arreglar el desastre de su hombro dislocado, tenía dos costillas rotas y todo gracias a las atenciones de su amante. No podía culparlo, él se lo había buscado, así que no se quejaba, prefería verlo vivo y furioso, que muerto, era una bendición el haber encontrado aquel artefacto, ya que estaba a punto de vender su alma con tal de traerlo de vuelta de entre los muertos.
–Te ayudaré con eso —Diana se acercó a Bruce con una sonrisa.
–No es necesario, lo tengo controlado.
–No juguemos a los machos ahora, ven aquí—Lo sentó en una silla y tomó su brazo.
–Gracias y tenías razón, no estoy entre sus más gratas amistades.
–Dale un poco de tiempo, ya verás que regresa a ser la misma persona de antes.
Bruce hizo una mueca de dolor cuando su hombro regresó a su lugar, cortesía de La Mujer Maravilla.
–¿Por qué no le dijiste que lo amabas?
–No sé de lo que hablas — Bruce se levantó y caminó hasta su mesa de noche en donde tenía su botella de whisky favorito y se sirvió un trago, tratando de ocultar el tronar de su corazón con esa acción, pero, al igual que con Clark, no podía ocultarlo de ella.
Le tendió un vaso con el líquido ambarino cuando se acercó a él.
–Vamos, quizá puedas engañar a Kal-El, pero a mi no, no sólo el mundo necesita de Superman, tu también. No creas que no sé que todas las noches ibas hasta su tumba para estar con él. No lo superaste, al igual que yo con Steve.
–Diana, por favor...
–Dejaste a Selina Kyle en el altar por él, Bruce, estas a tiempo, tu hiciste que regresara, no desaproveches esta oportunidad.
Bruce cerró los ojos recordando aquel día. El tenía toda la intención de casarse y dejar de una vez todo el asunto de Clark Kent en el olvido, pero entonces, él apareció en su habitación horas antes de su boda y le demostró con ahínco el porqué no podía casarse con ella y con ninguna otra, durante tres días consecutivos le demostró que su corazón, su cuerpo y su alma solo le pertenecían a él. Solo a él.
–¿Que quieres que haga?—giró para enfrentarla— ¿Que vaya a  su casa y que me tire a sus brazos y le diga que lo amé desde el primer momento en que lo vi? Pues, no lo voy a hacer. Lo dejaré ser feliz, que forme la familia que por tanto tiempo soñó que yo, seguiré con mi vida.
Diana suspiró, ciertamente su amigo es muy testarudo.
–A veces eres imposible, pero, ya hablaremos de eso, ahora, debemos salvar al mundo.

[...]

Todo había terminado, había sido realmente complicado, pero al final, las cosas habían salido mejor de lo que esperaba y ahora podía tomarse un respiro. Salió de la ducha envuelto en un albornoz negro y entró a su habitación, se sirvió un vaso de whisky y se lo tomó de un trago, esperó a que el ardor del fuerte licor se llevara un poco su dolor. No era muy aficionado a la bebida, pero necesitaba de algo fuerte para apaciguar su mente.
Clark estaba vivo, con eso debería bastar, pero estaba lejos de él, en los cálidos brazos de su esposa, disfrutando de su cama, de su calor.
Tomó la botella y bebió directamente de ella tratando de borrar las imágenes mentales de Clark tomando a Lois como lo tomaba a él, con esa pasión, con esa fuerza, con ese amor. Se quería morir.
–Sabes que no me gusta que bebas, aunque sea por mera cuestión social.
Bruce abrió los ojos y, muy a su pesar, sonrió un poco.
–Hace mucho que soy mayor de edad, tengo derecho a eso y más.
Clark sonrió, Dios, como lo había echado de menos, quería tocarlo, fundirse en él hasta quedar inconscientes ambos, pero debía presionarlo un poco más.
Con su amante siempre era así, un tire y afloja de nunca acabar. Cualquiera diría que, con los años se aburriría de ese juego, pero no era así, nunca se aburría estando con Bruce, ya que con cada encuentro furtivo que le robaba, siempre aprendía algo nuevo de él que lo dejaba totalmente loco y deseoso por fundirse en él una y otros vez.
–Oh, de eso estoy más que seguro, supe que fuiste tu quien recuperó la casa de mi madre, te lo agradezco.
–No tienes porqué, era lo mínimo que podía hacer. Ahora tu y tu esposa podrán vivir junto a tu madre, podrás tener la familia que tanto deseaste.
–Si, y todo gracias a ti, ¿sabes?, Lois fue muy gentil y apasionada, me dio una bienvenida de lujo y hasta incluso quiere ponerse a la labor de encargar un bebé.
Bruce apretó los dientes con fuerza, su cuerpo comenzó a temblar de ira, sentía que iba a romperse y quería estar solo para eso.
–Si eso es todo lo que tenías que decir, vete, necesito dormir.
–Bruce...
–VETE—giró y le lanzó la botella, la cual Clark esquivó sin problemas.
Fue ahí que Bruce lo vio, estaba total y gloriosamente desnudo y flotando unos centímetros por encima del suelo, soltó un gemido involuntario al ver semejante aparición de Dios griego frente a él.
Ese pequeño gemido fue todo lo que necesito Clark para acercarse a él y besarlo con ardor. La última vez que se vieron tuvieron una horrible pelea, después de aquello y de su muerte, él necesitaba esto, lo necesitaba a él, piel a piel.
Le quitó el albornoz con rapidez y gruñó cuando sus cuerpos fornidos y musculosos hicieron contacto. Sin mucha vacilación lo tomó de los muslos y lo levantó del suelo, el millonario abrazó gustoso a su amante con brazos y piernas, lo había extrañado tanto, tanto, que había muerto junto a él.
Gimió como alma en pena cuando sintió los dedos de su amante abrirse paso por su entrada, preparándolo para penetrarlo como solo él sabía hacerlo.
–Te amo tanto, tanto, tanto, Bruce —susurro el hijo de Krypton contra su piel—Dios, estas tan mojado, eres simplemente perfecto.
Un nudo en su garganta le impidió seguir respirando. La última vez que estuvieron juntos, Clark le había dicho exactamente lo mismo. Justo después de eso, ambos se enfrentaron en una pelea que concluyó con su muerte.
–No llores—susurró Clark, mientras con su mano libre y sus labios limpiaban el rostro del amor de su vida—no fue tu culpa, mi amor, no fue tu culpa.
–Lo siento, yo, lo siento tanto—No entendió que estaba llorando hasta que sintió la humedad siendo limpiada por el otro. En un segundo sintió que el menor sacaba los dedos de su interior y al siguiente, sintió la suavidad de su cama bajo su espalda.
–Bruce—Clark tomó su rostro con ambas manos— escúchame bien, no fue tu culpa, yo me salí de control y tu deber era detenerme.
–Pero no así.
–Debías hacerlo de cualquier forma, además, no fue tan malo, ya que, lo último que vi fue a ti, mi corazón estuvo en paz.
–Dios, Clark.
–Está bien, amor, está bien, solo déjame amarte—para dar más énfasis a sus palabras, hizo un poco de fuerza, sin dejarlo de mirar en ningún momento—déjame estar a tu lado, no quiero estar más lejos de ti, eso es horrible, por favor.
La vehemencia de sus palabras y la locura en sus ojos azules le dijeron que no había escapatoria y francamente, él ya no quería escapar. Las veces en las que estuvo envuelto en misiones suicidas solo por el hecho de buscar una muerte segura para reunirse con su amor, le confirmó lo siempre quiso negar.
Lo amaba.
Bruce extendió sus brazos y le dio un beso necesitado, volcando en aquel acto tan simple y a la vez tan significativo todo el amor, toda la frustración, tristeza y deseo que sentía desde que se conocieron. Con esa confirmación a su petición, Clark separó las piernas de su amante y lo penetró de una sola estocada, empezando a  moverse al instante, ondulando las caderas de modo que iba a un ritmo ni tan lento, ni tan rápido, pero eso si, muy hondo. Los besos tiernos subieron de nivel, la saliva se mezclaba y se escurría por la comisura de sus labios. Bruce tenía sus grandes manos intentando abarcar su fornida espalda, arañando su impenetrable e impoluta piel, intentando en vano dejarlo marcado. Antes, le molestaba no poder marcar aquella piel, ahora, lo único que le importaba era que estaba vivo y con él y rogando porque aquel momento no acabara.
Por su parte, Clark tenía una de sus manos bien sujetas a la cadera derecha de su amado, de modo que una de sus piernas la tenía envuelta en su propia cadera. Con la otra mano había tomado sus cabellos negros y había tirado de ellos hacia atrás, de modo que le dejara libre acceso a su cuello. El cuál atacó sin miramientos, dejando sendas marcas de color morado tan profundas que podías contar los dientes de su perfecta dentadura.
Ambos se acariciaron, se besaron, sus pieles y almas felices de al fin estar juntos.
–Mírame—susurró Clark—quiero verte a los ojos cuando me venga en ti, quiero ver tus ojos cuando tu te vengas por mi, solo por mi, vamos, Bruce, vente para mi.
Aquella voz que se había vuelto ronca por el sexo, era simplemente espectacular, la sentía por todas partes, dentro y fuera de su mente, acariciando su cuerpo. Sabía que Clark estaba a punto de venirse porque su agarre en su cadera se hizo aún más fuerte, juró que sintió el crujir de sus huesos y eso, fue lo único que necesitó para venirse a lo bestia entre sus cuerpos. El semen caliente de su amante salió a chorros rápidos y constantes, chocando contra su próstata, intensificando así su orgasmo, haciéndolo gritar de placer.
Exhausto, Clark se acostó sobre Bruce y lo abrazó con fuerza mientras besaba su rostro con la más cruda de las adoraciones. El mayor se quejó un poco, pero no se soltó de su agarre, ya que, sabia qué venia después de hacer el amor.
–Estoy bien.
–Bruce—Advirtió el menor.
No quería discutir cuando su amado se volvía un cabezota, por lo que lo dejó libre con un suspiro. El menor se separó de su cuerpo, más no salió de su interior y lo miró con su visión de rayos X.
–Dios, tu cadera tiene un par de fisuras,  lo siento mucho —acarició la zona dañada— y tienes tres costillas rotas ¿Fui yo?
–Olvídalo, no es nada...
–¡¿Que no es nada?! —exclamó el hombre de acero—te rompí tres costillas, iremos ya mismo al hospital... Oh Dios...
Gimió el menor al ver y al sentir como Bruce contraía su entrada alrededor de su miembro erecto.
–Mañana, prometo que iré mañana.
–Iremos, no pienso separarme de ti otra vez.
Clark se acostó nuevamente sobre el amor de su vida y procedió a hacerle nuevamente el amor, pero esta vez más suave. Su corazón se detuvo un latido cuando su amado, en medio de su tercer orgasmo le dijo lo que tanto había querido escuchar.
–Te amo, Clark.
Aquellas palabras fueron las responsables del orgasmo cuatro y cinco.
No sabían que les depararía el mañana, lo único que tenían claro era que no volverían a separarse otra vez. Ni siquiera el siguiente Apocalipsis podría separarlos, a partir de ahora se enfrentarían a todo juntos, siempre juntos.

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