El inocente corderito

¿Qué le pasa a la niña que está en solitario sufrimiento?
¿Dónde está su sonrisa?
¿Dónde está su inocencia?
¿Dónde está su alegría?
En sus brazos, las marcas de las garras de un malvado.
En su cuello, manchas rojas concebidas en lujuria.
En su hombro, marcada la dentadura de un demonio.
La niña ya no piensa como niña,
La niña ya no siente como niña,
La niña ya no llora como niña,
Ahora piensa, siente y llora como mujer.
Y en su hogar, sus padres celebran el ocaso de un mal.
Un mal que amenazaba aquello que es lo más importante para los adultos,
un mal que buscaba causar un ser poseído por la codicia.
Aquél que juega a ser el dios de sus propiedades,
miles de propiedades que rien, piensan, sufren
y tienen niñas en su haber.
Un malvado, un demonio.
Pero él, dejó de amenazar...
Pareciera que alguien hizo un sacrificio para menguar la ira del omnipotente,
que alguien ofreció un corderito en un altar profano,
un inocente corderito...
Pero no, el corderito se dirigió solo al matadero de aquél,
Y este al clavar la espada de la lujuria,
encerró la inocencia de su sacrificio,
en un sarcófago de perversión y obsenidad.
Y ahora el corderito, ya no piensa como niña, piensa como mujer...