En la noche del forastero

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Yo conozco a todos en el pueblo de San Cándido de Dios, lo único que tiene que ver con Dios es que él se olvidó del lugar y de nosotros. Nada crece aquí, la tierra es árida y dura, pobre de nutrientes como nuestra pobreza de alma.

Pero hubo un lugar en todo este desierto que era verde y cultivable. La finca de Don Cipriano, no siempre fue rico, era el más méndigo de todos, el hazme reír del pueblo, dicen que hasta regaló a sus hijos para no morirse de hambre. Sin embargo, un día de repente, su pedazo de tierra polvorienta reverdeció como la selva.

Algunos dicen que eso sólo pudo pasar por pactar con el mismísimo Belcebú, yo no sé, pero las viejas chismosas de sus vecinas juran que lo vieron hartas madrugadas en medio del camino hablando con un desconocido, chaparrito y de sombrero.

La noche de la fiesta del pueblo yo estaba medio encerrado en la cárcel municipal, quesque por pasarme con mis mezcalitos una noche antes.

Al día siguiente salí. Todo el pueblo se puso una buena guarapeta, seguro que todos tomaron de la misma charandita, porque todos me contaron lo mismo.

Resulta que, en plena fiesta, en medio de la quema de los Judas se apareció un rechoncho señor vestido con traje de rayas y sombrero de bombín con cara grasienta y rolliza, sus ojos estaban hundidos como los de un cerdo recién sacrificado.

Se presentó como B. Timo, habló de riquezas, viejas que se hacen jóvenes y machos de adeveras, todo a cambio de un contratito de sangre. Nadie de estos chismosos me quiso contar más, quesque según se les olvidó. Pero lo que si bien se acordaron es que justo antes de amanecer preguntó por Don Cipriano, nadie lo había visto esa noche. Aseguran que el rollizo sujeto se despidió con un guiño de ojo y tomó camino para la finca.

Nunca volvimos a ver a Cipriano, su finca ya ni si quiera es árida, se convirtió en un pantano putrefacto que ya abarca medio San Cándido de Dios.

B. TIMOWhere stories live. Discover now