Parte Única.

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Cuando entró a la funeraria no encontró nada extraño ver personas que desconocía y observarlos a todos de vestimenta en blanco y negro. Tampoco le hizo el hecho de que nadie dentro del recinto estuviera tranquilo, sin llorar, o que conversaran como que si fuera otra reunión familiar incómoda más.
Caminó por el pasillo de baldosas blancas bien pulidas, tal vez el único que se encontraba justo frente a la entrada, en el centro del salón, hasta el ataúd de su abuelo que estaba abierto y se podía observar a un anciano de pelo blanco bien afeitado -como nunca lo había visto antes-, un traje justo a la medida -que lo reconoció por ser aquel que se usó en su fiesta de 15 años-, y una apariencia tranquila y dormida.

La atmósfera, a pesar de la tranquilidad, era inquietante, y el hecho de que le hayan dicho hace solo 3 días que su abuelo había muerto después de que sus padres los dejara abandonados, a ella y a su hermano, durante horas en la entrada de su colegio, lo era más. Y por la apariencia tan apacible, tan pálida de su abuelo, estiró los dedos solo poco, y un poco más, para ver si de verdad estaba dormido y no muerto, como todos habían dicho.
Los estiró recordando aquellas palabras susurrantes en medio de las clases aburridas que algunos compañeros habían dicho sin ninguna intención aparente: los muertos siempre parecen estar dormidos.
Por esos momentos, hace algunos meses, quizás un par de años desde que entró a esa funeraria, no les había creído porque los estados de muerte y dormir eran diferentes. No eran los mismos.

Uno puede despertar de la nada, con un ruido, una luz o por sí mismas. El otro, en cambio, no lo hace nunca y se quedará quieto de por vida.

Ella sentía que no sabía realmente lo que ocurría en el mundo para pensar eso.

En cambio, sus dedos se detuvieron siquiera antes de que su mano entrara en el espacio del ataúd y la retiró con rapidez, como que si sus pensamientos quemaran, al sentir su corazón palpitar y llenarse de un sentimiento de ansiedad en su pecho justo antes de ser reprendida por su padre al ser tan descuidada. Su hermano menor que por ese tiempo le llegaba al hombro, era mucho más valiente con su pelo de Tarzán y su himperactiva personalidad; por lo que, levantándose de puntillas, se acercó más al ataúd alcanzando la altura de la tapa justo sobre sus ojos, y retirándose dos pasos atrás como muchos otros lo habían hecho en el lugar.

Él tampoco pudo contra el hombre muerto que estaba dormido.

Se retiraron sin mirar atrás ni una sola vez, sin saludar a nadie en el salón y sin compartir una mirada en todo ese tiempo. Al volver a caminar por el pasillo, el único libre y tranquilo, observó a algunas personas paradas entre las columnas; otros sentados en las largas bancas que se suelen encontrar en las iglesias; otros susurrando en ese gran salón con candelabros de colores tenebrosos, paredes oscuras y detalles puros, ligeros y brillantes entre las esquinas y los bordes, interpretando sólo con colores todo lo que esas personas, aparentes conocidos para ella, no se atrevían hablar.

Al salir por la puerta se encontraban unas escalinatas que daban a la calle, una muy transitada de día, pero abandonada de noche, donde se encontraban dos tíos suyos con los que sí hablaba, pero había dejado de hacerlo por los años lejos de su país, su familia y su vida para poder encontrar algo "mejor". Ambos tenían un par hijas cada uno, primas suyas con las que hablaba en esas reuniones familiares incómodas. Pero, a pesar de todo, éstas quedaron abandonadas entre las paredes sin terminar de las casas que dejaron años atrás y dentro con mujeres que ahora los odiaban, o le eran indiferente, en el mejor de los casos.

Ellos ya sentían que no podían regresar porque no tenían lugar al cual volver a menos que fuera a la casa de su abuela que con el paso del tiempo su corazón fallaba cada vez más.

En esta parte, bajando las escalinatas y saludando a sus tíos, es en donde sus recuerdos toman otro rumbo, porque su memoria se queda en blanco. No tenía idea de qué era lo que hizo en esos momentos olvidados, cuánto tiempo olvidó o si era importante eso en su vida, solo sentía un gran vacío porque no podía dejar de pensar en esa persona dormida que estaba muerta. Me lo había dicho después, que para rellenar esos momentos vacíos, su cerebro siempre retomaba otros recuerdos parecidos.

Él solo está dormidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora