2. Buenas noches

1.6K 189 9
                                    

Badir había regresado un poco noche a casa después de dar un largo recorrido por la ciudad en la motocicleta. Le gustaba mucho sentir el aire fresco golpear su cara y ver las luces artificiales iluminando las pobladas calles de su ciudad.

Al ingresar a casa dejó su chaqueta en el perchero del recibidor y caminó en silencio por el pasillo apagando las luces en su camino. Era pasada la media noche, estaba casi seguro de que Darío ya se había ido a dormir. Se asomó a la habitación encontrando la lámpara de la mesita de noche encendida del lado de su novio quien estaba recostado de lado perdido en su profundo sueño.

Después de entrar a la habitación comenzó a desvestirse con cuidado para no hacer ruido mientras observaba la figura dormida de su novio. Las cobijas apenas lograban cubrir su cintura, su gran torso estaba descubierto pues a pesar de que estaban en pleno invierno, se negaba a vestir un pijama. Al verlo dormir tan plácidamente, decidió meterse a la cama sin una prenda y disfrutar de su agradable calor.

Se recostó, y en un intento por apagar la lámpara se estiró sobre su novio, chocando su pecho contra la ancha y fría espalda. Antes de lograr apagar la luz, acarició los grandes y fríos brazos sorprendiéndose. Darío nunca tenía frío, su temperatura corporal siempre era elevada, era como una chimenea que ardía eternamente.

Tenerlo de esa forma, en cierto modo vulnerable, le provocó una gran curiosidad. Deseaba acariciarlo, saborearlo, tener el tiempo suficiente para degustarlo sin volverlo loco y terminar teniendo una sesión de sexo demandante como siempre.

Se apoyó en la almohada con su codo y con la mano libre comenzó a delinear los músculos del brazo de su novio. Se agachó para besar su cuello apreciando el sabor de la piel limpia. No pudo evitar suspirar llevando la mano hacia los pectorales, siguiendo su recorrido por ese torso firme a la vez que su camino de besos se deslizaba hacia el hombro. Aún le costaba un poco de trabajo creer que se había enamorado de un hombre tan grande como él. Y también se sentía agradecido con la vida por ser correspondido.

Disfrutó de ese cuerpo a disposición mientras permanecía dormido. El calor llenó sus sentidos y la excitación le recorrió cada fibra de su ser, deseando obtener más. Deslizó la mano un poco más abajo hasta llegar al firme vientre y encontrar una endurecida parte de la anatomía del sensual hombre en sus manos.

—No estás tan dormido como aparentas —susurró en el oído de Darío y vio con satisfacción cuando la piel del brazo expuesto se erizó.

—Lo estaría si mantuvieras tus manos quietas —respondió su profesor con tono grave sin llegar a moverse o abrir los ojos.

— ¿Te molesta, amor? —Preguntó acariciando esa tentadora erección.

—Te atreves a abandonarme en la cena por ir con tu amigo, llegas tarde y todavía me despiertas, ¿tú qué crees? —Espetó su gran oso gruñón.

Lo obligó a recostarse boca arriba y trepó en él frotando sus cuerpos juntos a la vez que se agachaba para besar su cuello.

—Creo que no te molesta —se burló empujando sus caderas juntas.

—Estás en lo correcto —el tono ligero de Darío y esa mano pesada sobre su culo lo hicieron sonreír.

—Feliz día del amor —susurró antes de atrapar esos labios en un beso lento y lleno de cariño.

La mano sobre su cadera se deslizó hacia su espalda mientras la otra se aferraba a su cintura. Darío detuvo el beso para ver el reloj, el cual indicaba que era la madrugada del 14 de febrero.

—Mi chico malo resultó ser un romántico —se burló su amado profesor acariciando su cuello—, es un regalo perfecto tener tu cuerpo en mi cama en un día tan especial.

— ¿Ah sí? —Levantó las cejas con sorpresa fingida— ¿Y qué me darás a cambio de mi cuerpo?

—Lo que desees —sentenció ese hombre con una mirada brillante—, conmigo tienes cheque en blanco.

Badir emitió una corta risa, quería algo más valioso que la gran cuenta de ese hombre.

—No quiero dinero —sonrió al ver esos ojos grises atentos, clavados en los suyos adoptando una gran seriedad—. Quiero que te entregues a mí.

En los últimos meses, ese había sido un tema de discusión recurrente, quería cambiar de roles de vez en cuando. Deseaba explorar a Darío en todo sentido, quería su confianza entera. Y por mucho que intentara convencerlo, siempre terminaba en negativa. No tenía muchas esperanzas para ese momento, aun así, no perdía nada con insistir.

Su novio colocó un brazo por debajo de su cabeza en un gesto indulgente.

—Te dejaré intentarlo más tarde —Badir lo miraba estupefacto sin dar crédito a lo que escuchaba—, solo si usas tu chaqueta de cuero.

Badir sonrió con malicia.

— ¿Te excita que vista como chico rudo? —Preguntó con un tono de lujuria que no pudo contener.

—Siempre me ha gustado esa faceta de ti —aceptó Darío abrazándolo con mayor fuerza hasta que sus cuerpos volvieron a frotarse—. Veamos qué puedes lograr.

Badir se encogió de hombros sintiéndose feliz por la oportunidad.

—Lo haremos sobre la moto si quieres.

Darío se rio en ese tono grave y malicioso que tanto amaba y continuó con sus caricias para dejarle muy claro que no olvidaría su promesa. Por fin tenía una oportunidad para demostrarle su talento en las artes amatorias que estaba seguro, lo haría explotar de placer.

Una taza de amor caliente con dos cucharadas de amistad entrañableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora