Comienzo a escribir estas líneas a un día de haber iniciado la última psicoterapia de mi vida y digo la última porque en esta seré constante y aunque deba enfrentarme a dolores que siempre evité, seguiré hasta escuchar en algún momento que estoy de alta y que mi alma se regeneró.
Mis heridas tienen una antigüedad de 37 años, pero tengo consciencia plena de ellas desde hace 33. Durante mucho tiempo me culpé por las acciones de adultos, creí provocar cada episodio de abuso y de discusión entre las personas que tenían el deber de cuidar de mí, sin embargo, fueron quienes más daño me han generado a lo largo de mi vida y hace no más de un par de años entendí que yo fui una víctima, claro si sólo era una niña inocente.
Durante mi existencia llevé una coraza de mujer independiente, fría y rechazaba todo vínculo emocional. La imagen que proyectaba inicialmente era de alguien arrogante, hostil y altanera. Sí, era cómodo para mí proyectar lo ya que así las personas se alejaban.
No quiero decir que sea incapaz de mantener relaciones humanas, pero mi círculo afectivo es muy pequeño, soy de pocos pero muy buenos amigos... no, más que eso, en realidad existen verdaderos ángeles en mi vida.
La más importante de ellas es mi hermana, hija y madre. Sí, escribí bien al hablar en singular porque es sólo un ser... Mi hermana porque somos hijas del mejor padre del universo, somos hijas de un mismo Dios; hija porque fue concebida en mi útero producto de un amor inmenso y es hija de mi sangre; madre porque es protectora, tierna, crítica y tiene la capacidad de traer la calma a mi vida.
Bueno, gracias a este ser me aferré a la vida y la hice mi misión para enfrentar cada nuevo día con la mejor actitud. Han pasado 17 años de su existencia y mi forma de ver la vida ha cambiado. Soy más tolerante, empática, menos crítica, más simple y un poquito más feliz.
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Regenerando mi alma
SpiritualDecidida a sanar heridas infectadas y simplemente vivir cada día como si fuese el último...