Caminé por el pasillo, repleto de libros, observando los que se encontraban más arriba.
—¡Oye, fíjate por donde caminas!— se quejó una voz femenina.
Miré al lugar donde se encontraba, había pateado su libro sin darme cuenta.
—Disculpa, no vi que estabas en el piso...— me disculpe mientras tomaba el libro que yo mismo había pateado. —Ten.
Lo agarró de mala manera, me miro seria y se volteó con intenciones de irse.
—Ey...
A la vez que se volteó, tomé la chaqueta que se había olvidado. Unos pequeños ojos marrones, analizaron mi mano con desconfianza, estos se deslizaron hasta mi rostro y allí, me contestó.
—Gracias.— rápidamente tomó la prenda de mi mano y a paso apurado, se perdió por los pasillos de la biblioteca.
Que muchacha tan mal educada, primeramente es su culpa por estar sentada donde no debería.
Olvidando el asunto, seguí con mi búsqueda, hasta que, a lo lejos, visualizo la vieja tapa amarilla de mi libro favorito.
"Pequeñas florecillas, grandes aromas."
Una vez que lo llevo conmigo, me dirijo a recepción y lo retiro a mi nombre.
—Leu Marxs.
Miro sobre mi hombro, a unos pasos, está la chica de antes, en uno de los sillones de cuero, mirándome intensamente y como si quisiera arrancarme la piel...
Mis ojos se abren extrañados ante su mirada, me doy vuelta y apuro el paso hasta la salida.
Está loca, espero no volver a cruzarla.
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Pequeñas florecillas, grandes aromas.
RandomEl aroma de un libro puede ser tan agradable como el de una flor. Algunos de estos tienen un agrio olor, como algunas plantas, pero hay otros que tanto su historia, como sus hojas, desprenden un agradable aroma. La historia de estas dos florecillas...