CAPÍTULO N°1

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Luisa Gómez tenía 17 años cuando no regresó a casa.

Luisa Gómez tenía 17 años cuando no regresó a casa

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Era un lunes igual que otro, no quería levantarme para ir al colegio, hasta que llegó su mensaje, aquel que dio inicio a todo.

-"Buenos días, ya quiero verte entrar toda despeinada a clases otra vez"- yo no entendía lo que pasaba, hasta que llegó otro mensaje.

-"Son las 7:45, llegarás tarde"- Era un mensaje de un compañero, al darme cuenta salté de la cama de inmediato y me puse lo primero que encontré, estábamos en exámenes y no quería reprobar.

Corrí lo más rápido que pude, casi choco con varias personas durante mi carrera, pude evitarlo en cada ocasión, hasta que choqué con unos ojos marrones que eran parte de una mirada profunda que me caló los huesos por un momento, pero yo no era así era de ese tipo de chicas que se mantenía fuerte y no caía, nunca lo hice... no sé qué fue lo que me pasó.

A primera vista era lo que siempre había pedido, era alto, más que yo talvez tenía unos 23 años y tenía unos ojos expresivos, los más honestos que cría haber visto. De repente recibí el pequeño golpe que la realidad siempre tiene la cortesía de proporcionar.

-¿Estás bien?- dijo el ayudándome a ponerme de pie, yo solo me limité a asentir, me dedicó una sonrisa, era de esas que te flaqueaban las piernas por un segundo, y si no lo puedes controlar pierdes el equilibrio con ello un momento vergonzoso, por suerte ese no fue mi caso.

-Sí, muchas gracias. Hasta luego- me despedí sin volver a ver atrás y seguí corriendo.

Mi respiración seguía agitada y para mi buena suerte, en es ese momento el maestro aún no había llegado, fue un alivio.

Pasaron unos días y todo siguió con normalidad después de eso, de vez en cuando sus ojos volvían a pasar por mi mente pero se esfumaban de inmediato, "los ojos más bonitos que he visto" solía pensar. Estaba por empezar mi tarea de Historia, pero necesitaba mi credencial del colegio para acceder a la plataforma y ver mi horario de exámenes, la busqué en mi maleta pero no la encontré, -"de seguro la deje en clases"- pensé.

Ya habían pasado algunas semanas desde mi graduación, el baile de fin curso estaba cerca y faltaba poco para irme a la universidad a seguir ingeniería civil. Puse todo mi esfuerzo en conseguir una beca, me esforcé todo lo que pude y hace unas semanas llegó una carta cuyo contenido sería motivo de celebración para mi familia. Todo ya estaba preparado y listo, me mudaría con mi hermano a un departamento cerca de la universidad, estudiaría lo que amo, conocería nuevas personas, disfrutaría de un nuevo ambiente. Tenía sueños, sueños que ahora ya no se podrán cumplir.

Era el baile de fin de curso, lo disfruté lo más que pude, ya que esa sería la última vez que vería a todos mis compañeros reunidos, lo que nadie se esperaba era que a la que nunca volverían a ver era a mí.

Ya eran pasadas las 12am, tenía que volver a casa, la escuela quedaba cerca, pensé en volver caminando, ya estaba por irme sola, hasta que una compañera se ofreció a llevar y acepté. Me dijo que iría por su auto, la esperé en el estacionamiento. Al cabo de unos minutos escuché unos pasos, era firmes y pesados, talvez alguien ya se iba también, entonces lo vi, era con el que había chocado hace unas semanas, esta vez vestía de traje al estilo James Bond, se acercó hasta mí lentamente y no me di cuenta en que momento mi respiración empezó a fallarme.

-Hola, ¿me recuerdas? Soy el tipo que tacleaste- dijo riendo mostrando sus dientes "otra vez esa sonrisa" pensé.

-Si, lo siento por ello- dije en tono seguro que salió de forma natural, pero por un momento sentí como mí voz flaqueo por un segundo al recordar todas esas veces en las que quise otro encuentro inesperado con esos bellos ojos que a veces visitaban mis pensamientos.

Él me estudió de pies a cabeza mi vestido azul, yo no pude evitar el sonrojo que se extendía por mis mejillas descaradamente, por suerte el estacionamiento estaba oscuro y no lo notaría. Cuando volvió a verme a los ojos traté de controlar los nervios, si, estaba nerviosa pero era de esos nervios que te hacen cosquillas en el estómago, de esos que sientes cuando el chico que te gusta te sonríe, no sabía cómo controlarlo, pero eso solo hizo que volviera a sonreír.

-Me llamo Fabián, un gusto- hizo una reverencia en mi dirección.

-M... me llamo Luisa- ¿Por qué tartamudeo? ¿Qué me está pasando?

-Lo sé- dijo y yo no podía estar más sorprendida, me mostró su mano y en ella había un objeto que reconocí al instante, era mi credencial del colegio, ¡SE ME HABÍA CAÍDO! Por eso no la encontraba.

-Eh gra...gracias- me acerqué a cogerla pero él atrapó mi mano y sorprendida alcé la cabeza hasta su dirección.

-¿Quieres que te lleve?- preguntó con una voz más baja a la que tenía hace un momento. Estaba a punto de aceptar cuando un claxon sonó, mi amiga estaba cerca de nosotros y esperaba por mí.

-Ya llegaron por mí, hasta luego- traté de alejarme con mi credencial en dirección al auto de mi amiga.

Pero nunca llegué.

Me sujetó de la muñeca y me encerró en la cajuela de un escarabajo* rojo, tenía tanto miedo que no lloraba, no gritaba, no hacía nada más que mirar el pequeño espacio de la cajuela en la que estaba metida, tratando de ver como escapar. No me di cuenta en que momento el carro paró, solo vi una figura vestida elegantemente de negro, al estilo James Bond, unos ojos expresivos, esos que fueron los más honestos que creí haber visto, lo que no sabía es que serían los últimos.

Lo que pasó después no vale la pena mencionar, fue lo más despiadado que nunca imaginé, no servirá de nada decir que fui abusada, golpeada, insultada, violada, torturada cruelmente hasta que di mi último aliento en aquel piso de madera oscura. Aquel chico de sonrisa encantadora me arrebató suspiros e ilusiones, pero también mi vida y mis sueños.

Pasaron 6 meses, meses en los que la desesperación reino sobre mi familia y amigos. 6 meses en los que la esperanza de tenerme de vuelta fue cayendo poco a poco, hasta que me encontraron... pero a un lado de una carretera, mi vestido azul por el que tanto había ahorrado estaba despedazado, cubierto de sangre seca y tierra. La policía llamó a mi casa informando que habían obtenido información sobre mi caso, y por un pequeño instante la esperanza de que estuviera viva regresó, pero no para quedarse.

Al parecer mi asesino resultó ser un psicópata que me había estado siguiendo durante unas semanas, unos meses después apareció en los periódicos que se había suicidado dejando como últimas palabras una nota donde admitía haber provocado mi muerte y el de varias chicas antes que yo, en ella también decía que ya no podía con la culpa y apuntó los lugares exactos donde se encontraban todos los cuerpos de sus víctimas, fueron 17 en total. 17 familias totalmente diferentes con un recuerdo oscuro en común.

Nadie podía creer lo que había pasado, y cada uno asimiló mi muerte de maneras distintas, pero dolorosas por igual.

Desde esa noche las cosas cambiaron. Mis padres se divorciaron, ya que antes de mudarme habíamos peleado por algo que ya no recuerdan y no soportaron la culpa. Mi hermano rompió todo lo que había en el departamento cuando se enteró, todo menos mis cosas, las dejó tal y como estaban, mi cama destendida, mis zapatos sucios por correr en el lodo, mis audífonos junto a mis libros de matemática. Mis amigas no podían con la culpa, siempre fui yo la que las cuidaba y lo hice con cariño siempre. Todo esto por alguien que creyó que tenía el poder de apagar luces en la vida de los demás.

Esta fue mi historia, que no se convierta en la tuya.

*El nombre de un clásico es tan fuerte como su historia, cada nombre fue pensado para pasar a la posteridad. ... En Alemania también se popularizó el nombre de 'Käfer' (en alemán, 'coche del pueblo' y 'escarabajo'); mientras que en Estados Unidos se popularizó el nombre de 'Beetle' ('Escarabajo' en inglés).

ROSAS MARCHITASWhere stories live. Discover now