Cuando Mikoto recibió la noticia de sus padres, que le había conseguido un novio por compromiso (ni siquiera por omiai para evaluar sus aspiraciones, si son compatibles o si al menos se agradan) ella no supo cómo responder ante aquella propuesta.
De clase media alta, su familia no estaba al borde de la banca rota, y ella aún estaba relativamente joven, aún le faltaban muchos años para llegar a los treinta.
—¿Y cuándo conoceré a mi futuro esposo? — atinó a preguntar, con sutileza. Ella notó cómo su madre relajó la expresión. Quizá acertadamente pensando, que Mikoto estaría debatiendo entre rebelarse o aceptar sumisamente. Eligió lo segundo, porque (en su mente) a quien tendría que hacer guerra era a aquel que se atrevió a aceptar ese matrimonio sin su consentimiento.
—Habrá una cena la siguiente semana. Elige tu mejor kimono — contestó su padre, sin inmutarse un instante. La joven asintió, con el recelo en lo profundo de su corazón. Le indicó a sus padres que iría a revisar su vestuario y preguntó si, de ser necesario, necesitaría adquirir uno nuevo. Su padre le replicó sin una pizca de duda — Por supuesto que sí, y no midas gastos.
Mikoto sonrió, queriendo quitarse esa sensación de haber sido vendida.
Fue a su habitación, a revisar sus kimonos, sin verdadero entusiasmo o interés. Casi tres horas después, y negándose a merendar, su madre le avisó que tenía una llamada. Mikoto tomó la extensión de su habitación y esperó a que su interlocutor hablara.
—Oh, Mikoto. No puedo esperar hasta mañana, necesito decírtelo y no resisto más 'tebanne — La de cabellos negros, de no haber identificado a la joven, con su última palabra supo quién estaba al habla. Es una característica tan impregnada en la pelirroja que nunca podría hacer una broma telefónica. — Verás... Hace un par de meses mis padres me concertaron una cita y conocí a un prospecto de pareja y luego salimos y hoy nos besamos y creo que sí me casaré y...
Mikoto parpadeó incrédula. Sin poder siquiera procesar que Kushina ha tenido su omiai, una cita concertada entre los padres de dos personas, para que se conozcan mejor. Si se casan, lo que parece ser probable según el entusiasmo de la pelirroja, el omiai técnicamente se volvería un miai-gekkon. En resumen sería el matrimonio a causa de una cita concertada.
La de cabellos negros suspiró profundamente. Al menos Kushina tuvo su oportunidad de decidir si eran compatibles o no.
Cuando reaccionó al parloteo de la pelirroja, ya le había descrito a su príncipe dorado, atento, hermoso, ojos azules y sonrisa destellante. Lo que más amaba, según decía Kushina, era justamente esa sonrisa de todo va a salir bien.
—... Y me da la impresión que seremos realmente felices, ya siento que empiezo a amarlo, tendremos un hijo, que se parezca a él, odio el color de la mi cabello, debe ser rubio como el sol...
— ¿Ya lo besaste? — replicó Mikoto, interrumpiendo el largo monólogo de la pelirroja.
La escuchó aguantar la respiración y luego chillar como si hubiera visto un insecto. No, no como si hubiera visto un insecto, Kushina seguramente patearía al insecto si se pusiera sobre su comida.
— He sido muy osada'tebane — intentó justificarse la otra ante el beso que le ha dado a su prometido. Bueno, están comprometidos. O a prácticamente nada de comprometerse.
Mikoto se revolvió nerviosa en su cama.
—¿Y cómo fue? — Mikoto se atrevió a preguntar. Que Kushina no reclame ser atrevida, atrevida la misma Uzumaki de estarse dando besos con su no-prometido-que-al-parecer-sí-lo-será.
ESTÁS LEYENDO
Dicha en las duchas
RomanceTres Historias, Tres personajes, Un mismo sitio. [Fugaku U., Mikoto U.] [Itachi U. Izumi U] [Sasuke U. Sakura H.]