A tu lado por siempre

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Manga: Akatsuki no yona

Pareja: Hak x yona

Sentada donde se encontraba, Yona cerró los ojos despacio, sin prisa. Hacía mucho tiempo que no corría, ni se estresaba, como en el pasado, hacía mucho que el reino que gobernaba estaba en paz, que se sentía segura, que se sentía en casa.

Con los ojos aun cerrados podía ver su pasado, todo lo que había ocurrido desde la muerte de su padre, el rey Il, desde que ella y la bestia del trueno habían huido del castillo con nada más que lo puesto, sin tener ni idea de lo que iba a pasar con ellos, con miedo de morir a manos de los que consideraban sus enemigos en ese entonces.

Sí, desde ese tiempo habían pasado años. Al principio ella solo quería protegerse del peligro, proteger a Hak de todos sus enemigos cuando vio los peligros que había fuera del castillo. Hak le importaba, no por nada era su amigo de la infancia, su gran amigo y su guardián, sabía que si no conseguía ayuda, que si no se hacia ella incluso más fuerte, Hak moriría por su culpa, moriría protegiéndola, y eso, eso no podía permitirlo. Por ello se embarcó en una búsqueda, una búsqueda para encontrar a los cuatro dragones, quienes se unieron a ella sin rechistar, quienes se convirtieron al igual que Hak en sus grandes amigos. Quienes le habían prestado sus poderes para proteger a las personas que le importaban, convirtiéndose ellos también en personas importantes para ella.

Todos juntos, con Yoon, habían vivido cientos de aventuras, habían luchado en innumerables batallas y habían formado una gran familia, convirtiéndose en una leyenda viva, consiguiendo protegerse los unos a los otros, porque juntos eran imparables: los cuatro dragones legendarios, la bestia del trueno, una princesa pelirroja y la gran madre que era Yoon para todos.

Se rió al pensar en ello. El pasado podía llegar a ser divertido si solo mirabas los momentos alegres, pero también habían pasado momentos críticos, muchos momentos críticos.

Ella en ese tiempo no se había interesado en el trono de Kouka, solo quería que siguieran así por siempre, como esa familia disfuncional y extraña, como los grandes amigos que eran. Amigos que se protegerían con sus vidas, pero las cosas no habían sido tan sencillas, pues todo se había ido complicando cuando los rumores de que Hak y ella seguían vivos se habían extendido por todo el reino, y no solo eso, el rumor de los cuatro dragones se hacía cada vez más fuerte, relacionándola a ella con la reencarnación del antiguo rey Hiryuu por su melena pelirroja y su extraordinaria fuerza de voluntad.

El riesgo se había vuelto real con esos simples rumores, llegando a representar un peligro para el que en ese momento ostentaba el título de rey, Soo-won, aquel que había considerado su primer amor cuando era simplemente una pequeña princesa consentida encerrada entre los muros del castillo, pero con el tiempo se había dado cuenta de que eso solo era un capricho infantil, no podía llamarse amor, porque el verdadero amor había venido después, de forma lenta y casi sin darse cuenta.

Había estado viajando con Hak desde el principio, desde que había salido del castillo tras la muerte de su padre, y la había abrumado su fuerza y su valentía. Su forma de protegerla como una auténtica bestia le demostraba día a día que ella le importaba, aunque a veces pensara que se burlaba de ella. Le había costado entender que todas esas cosas raras que hacía Hak no eran burlas, solo era la preocupación y el amor que había sentido por ella desde hacía años que lo hacía descontrolarse en ciertos momentos. Él se movía por ella, ella era parte de su fuerza, igual que él era parte de la suya, aunque le hubiera costado entender lo que significaba que su corazón se acelerara con una simple sonrisa suya o con un roce de sus grandes manos en su piel.

Se había enamorado de él lentamente, casi sin darse cuenta. Cuando se había fijado en sus sentimientos, en lo que en verdad sentía por él, la idea la había asustado, porque se había dado cuenta de que eso, ese sentimiento, era más fuerte que cualquier cosa que hubiera sentido antes. Incluso había pensado que darle la libertad para que hiciera lo que quisiera era lo que en verdad se merecía ese chico, porque su corazón se había roto cuando se había enterado que tenía una prometida que no era ella, cuando había pensado que esas grandes manos tocarían a otra mujer.

El libro del One ShotWhere stories live. Discover now