Mejores amigos

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MEJORES AMIGOS

Por Nicolás B. Lombardo

Pocas noches podían compararse con la de aquella ocasión. Hacía ya buen rato que la lluvia había comenzado y no daba señal alguna de que fuese a parar pronto. Aunque pequeñas, las gotas de agua chocaban ferozmente contra el vidrio de la ventana, como si intentaran rasguñarlo e ingresar a la habitación. El viento, por su parte, emitía su característico y agudo silbido, como si de un desahogo de tristeza y lamento se tratara. En la lejanía podía distinguirse el inconfundible rugido de truenos y relámpagos, augurando el advenimiento de una feroz fuerza natural capaz de provocar grietas en la tierra. Ciertamente era un panorama que podría quitarle el sueño a cualquiera, o por lo menos eso es lo que él creía.

-De verdad está horrible ahí fuera, ¿no?

El niño asintió con temor, aún acurrucado entre sus gruesas sábanas, que lo protegían del frío nocturno.

-Me da mucho miedo... -confesó inquieto-. No quisiera estar ahí fuera por nada del mundo...

-A mí también me da miedo–respondió su amigo-, pero no te preocupes. No pasará nada. Te lo prometo.

El niño guardó silencio por un instante. Le era imposible no estremecerse con el concierto natural de allí fuera.

-¿Estás seguro? –preguntó inquieto.

-Muy seguro. Aquí no pasará nada. Diferente sería si estuviésemos fuera. Además, estoy aquí contigo. No te preocupes.

El niño reflexionó sobre las palabras de su amigo por unos momentos.

-Tú ya habías pasado por algo así, ¿no? –preguntó casi a susurros-. Quiero decir... Fuera en una noche así.

-Sí –respondió su amigo casi de inmediato-. Más de una vez. Aunque no lo creas, no es tan terrible como muchos piensan. No será algo muy lindo, pero hay cosas peores.

Sus palabras le hicieron revivir amargos recuerdos.

-Lo sé... Un amigo desapareció en una noche así...

-Creo que eso nunca me lo contaste.

-No, no se lo conté a casi nadie. Ni siquiera sé por qué lo mencioné...

El niño sintió un suave movimiento sobre su cama, como si su amigo se hubiese acomodado para oírlo mejor.

-¿Qué pasó con él?

La respiración del niño se había entorpecido, como si tuviese algo en la garganta que le impedía respirar con normalidad.

Un veloz aunque potente trueno se oyó en la distancia, como si el cielo hubiese soltado un grito.

-Una de esas cosas se lo llevó...

La habitación se llenó de silencio.

-Sus padres le habían dicho que no saliera, pero no hizo caso. Él estaba preocupado por su perro porque no había comido nada en todo el día...

Silencio de nuevo.

-No encontraba su plato, así que le llevó su comida en una olla y... desapareció.

-¿Desapareció? –repitió su amigo.

-O eso creo... -prosiguió el niño tembloroso y titubeante-. Pasó hace mucho... Lo único que recuerdo es que estaba muy oscuro. De pronto una de esas cosas sonó. Todo el lugar se iluminó en apenas un segundo. Apenas fui capaz de ver a mi amigo ahí fuera... hasta que no lo vi más. Nunca pude sacarme de la cabeza aquel sonido... Por eso me dan miedo... Y tampoco puedo olvidar el ladrido de su perro... No se detuvo en ningún momento.

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