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Yoongi está mirando fijamente el suelo de su departamento. Está sucio. A lo largo del piso de la sala hay una horrible mancha café que se va extendiendo cada vez más, pues la alfombra blanca que recién compró comienza a tintarse de marrón. Él sabe que debe darse prisa, que si no limpia el caos se hará más grande, pero simplemente no puede moverse. Está pasmado viendo todo ese desastre como si fuera lo más interesante de su semana.


Lo que pasa es que hay una ligera presión adentro de su pecho que lo tiene paralizado, que le grita al oído y que se burla de él. Yoongi, por supuesto, ya sabe de qué se trata todo eso. No es ajeno y está harto de sentirlo. En los últimos días ha sido víctima de éste, aunque haya tratado de ignorarlo. Ahora comprende que el miedo siempre será parte de él si sigue huyendo así.


Porque, de hecho, no hace más que aumentar, lo hace porque la mancha sigue desparramándose, porque su taza favorita de Harry Potter está rota bajo sus pies, porque su mano le duele y no deja de temblarle y porque por fin ha entendido que siempre sí debe de someterse a una segunda operación de tendones.


Está irritado, pero se mueve por fin para agacharse y recoger los pedazos de cerámica que sobresalen a la vista. Luce como un simple accidente cotidiano, pero para Yoongi es mucho más. Había estado alegre pensando en la pequeña sorpresa que le daría a Jimin esa tarde por sus dos meses de novios cuando de pronto su mano se había tambaleado haciendo que soltara la taza y dejándolo sumido en sus pensamientos.


Ahora finalmente ya ha salido de su estupor y ha comenzado a limpiar con un trapo porque de verdad no le gusta el desorden. Odia la sensación de que las cosas se le salen de control. Además de que su alfombra definitivamente ha quedado completamente café.


Su mano sigue temblando, pero al menos ya no siente ese tirón en el dedo pulgar y el índice. Claro, sigue asustado, pero el evento ha servido para que terminara por aceptar que la cirugía es necesaria, así que llamará a su traumatólogo para agendar una cita y que éste le dé una fecha tentativa de su operación. Ya no quiere dejar que le afecte más de la cuenta.


Vuelve a suspirar sin ocultar su enojo. El incidente lo ha dejado de mal humor – ¿y cómo no? – y es por eso por lo que avienta el trapo sucio al fregadero y que también arroja la alfombra al cesto de la ropa sucia sin importarle que el resto de las prendas también se mojarán.


Debió de haberse cuidado mejor, está consciente de eso, pero la soberbia le hizo creer que sobre exigirle a su mano no tendría ninguna clase de consecuencia y ahora lo está pagando. Tiempo atrás, se había accidentado en su bicicleta y su brazo había sufrido la mayor parte del daño; aunque casi no había tenido heridas visibles en su piel, por dentro sí que había sido distinto. Sus tendones habían quedado totalmente desgarrados y, debido a eso, su movilidad quedó limitada. En su momento se había operado de inmediato, no había tenido opción, pero después no siguió la rehabilitación como se le había ordenado y no había sanado como debía ser.


Para colmo, tiempo después vino el segundo accidente. El elevador de su edificio se había averiado y había tenido que subir por las escaleras de emergencia. Por distraído, había pisado mal y había terminado por rodar en varios escalones. No había sido de gravedad, pero había caído sobre su brazo de por sí ya lastimado y neciamente no fue a ninguna revisión médica.

El chico que quería un tatuaje [P.J + M.Y].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora