Episodio N° 4

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2 meses después...

Michael y yo pasamos mucho tiempo sin vernos. Yo vivía encerrada en mi habitación y solo procuraba salir cuando él no estuviese. No podía siquiera imaginar su cara otra vez, lo que me hacía sentir devastada. Yo se que esto está mal y que no debería tener estos sentimientos pero simplemente no puedo evitarlo. Digamos que él tiene la culpa.

Dicen que cuando pasas mucho tiempo con alguien a quien odias o no toleras, con los días vas acostumbrándote a su presencia. Pero tristemente él estaba ausente, ya no venía como antes, me sentía sola sin su tosca estancia aquí. Aunque era un hombre frío y distante me sentía acompañada y ahora lo extrañaba mucho, demasiado para ser claros.

A menudo me preguntaba si era mi culpa. Tal vez no debí haberlo visto así, si no lo hubiese tocado todo seguiría igual. Pero es que no pude evitarlo, por suerte este último tiempo tan sola hizo que ya no pensara tanto en ese suceso.

Pasaron unas dos semanas y Michael había regresado, yo estaba devastada, tenía hambre, frío y miedo, temía por mi vida, temía que el no volviera, temía por él.

Lo primero que hizo al volver fue traerme comida, era carne, o algo así, no quise ver. El no hacía caso a mis protestas y me hacía comer obligada, sin importarle mis caprichos. Parecía un padre que hace todo por el bien de un hijo, parecía un hermano mayor preocupado. Y dolía. Dolía mucho que fuera de esa manera. ¿Por qué carajo teníamos que ser hermanos? ¿O por qué carajo teníamos que saber que lo éramos? Aunque lo intentara estoy segura de que no habría hombre en el mundo capaz de importarme como me importaba él. A pesar de ser un multihomicida. A pesar de haber sido un enfermo que mató a mis padres adoptivos, yo lo quería. Tal vez era parte de esta familia, ¿no? Sucumbir a la locura, nuestra madre sucumbió y se suicidó, él sucumbió y se convirtió en un asesino, ¿y yo? Sucumbí y me enamoré de él. Me pregunto qué es lo que pensará sobre mi.

Michael se acercó a mi, frustrado de intentar alimentarme, parece que no entendía que yo era una persona y que me sentía mal.

—Puedes dejar este circo que haces.— Dije secamente y el me miró confuso. —No necesito esto. ¿Crees que puedes irte a la mierda y volver cuando se te de la gana y yo te espera y ya? ¿Acaso soy un maldito perro que espera su alimento por días?

El hombre de la máscara solo me observaba como siempre, parecía que no me escuchaba, me tenía harta.

—¡Ya puedes parar! ¡Ya basta de tanta mierda! Michael, háblame. ¡Háblame o me volveré loca!—Comencé a lagrimear como una canilla aferrando mis manos a su avejentado overol. —Por favor... Contéstame...

El asesino que aún mantenía silencio soltó un suspiro rasposo, como se notaba que odiaba oír mis gritos y mis llantos, para él yo era como un molesto bebé. Continué llorando en su ropa, seguro ya había empapado toda esa parte, no me importaba. Mi hermano se tumbó en el viejo sofá del lugar y sin pensarlo me acurruqué junto a él, no me importaba que fuera malo, que estuviera cubierto de sangre, junto a él me sentía bien. El silencio inundó el lugar, solo se oía su pesada respiración y el palpitar de mi corazón. Estaba todo más que tranquilo, pero las dudas comenzaron a inundar mi mente.

—¿Cómo... era mamá?— Solté de repente. Sentí que el sujeto se precipitó un poco. —¿Puedes contarme? ¿Ella... era buena contigo? Te iba a visitar todas las semanas, eso leí.— Dije recordando el fatídico libro de Loomis. —¿La querías mucho verdad?

Cansada de su ignorancia decidí callarme y no preguntar nada más, hasta que visualicé un asentimiento de su parte. Por primera vez él había compartido un pensamiento conmigo, o algo así. Ante su gesto sonreí. En este momento podía imaginar a un Michael completamente diferente, imaginaba un niño tierno y dulce abrazando a su mamá y diciéndole lo mucho que la amaba, un niño que sentía felicidad porque alguien lo esperaba cuando llegaba de la escuela, que lo defendía del mundo de mierda en el que estaba. Me sentí feliz por eso, por saber que dentro él tal vez ese niño aún existía. Pero esa felicidad duró poco, porque enseguida una amargura subió por mi garganta. Yo jamás podría ver esa faceta en él, y si lo hiciera sería horrible. Porque me trataría como a su pequeña hermanita Angel Myers. No. Yo no quería ser ella, yo solo quería ser Laurie, Laurie Strode, una chica distinta, con otros padres, con otra vida distinta a la de él, con otra sangre. Quería que él me viera como una chica especial, no como su hermana, pero no podía cambiar aquello.

—Michael, ¿me quieres?— Para mi sorpresa él volvió a asentir. —Entonces no vuelvas a irte, ya no lo hagas, estoy harta de que todos me dejen, mis padres, mis amigos, Annie, y ahora tu... No quiero eso.

El forzó su agarre, me abrazaba de una manera protectora, pero era más de manera posesiva. Y se sentía muy bien.

—No me dejes, por favor, no me dejes, mi amor.— De repente me solté de su agarre, no divisé lo que acababa de decir, se me había escapado y no había sensación más grande que la vergüenza que se apoderaba de mi en estos momentos. —L-lo siento... Yo no quise d-decir...

Mis palabras se fundieron y desaparecieron el el instante que sentí los cálidos labios de Michael sobre los míos. En este momento me encontraba en una zona mental neblinosa, sin entender lo que estaba pasando en el mundo real. El bello Michael Myers se encontraba besándome, besándome como si fuéramos personas comunes, como si ningún lazo de sangre existiera. Lo único que pude hacer fue llevar mi manos hacía su cuello delicadamente, profundizando nuestra acción. Su cabello largo y salvaje caía sobre mis hombros haciéndome cosquillas y su máscara medio levantada estropeaba la perfección del momento, pero no me importaba porque todo en él era asombrosamente perfecto. Una tonta idea estacionó en mi cerebro por un segundo, ¿entonces también me veía como yo a él? Pero que pregunta estúpida, eso era obvio, ya que él fue quien me besó. Nos separamos por falta de aire, podía sentir su pesada respiración aún sobre mis labios y apoyó su barbilla en mi cabeza. Esta acción hizo que una oleada cálida pasara desde mis mejillas hasta mi panza. Jamás hubiera imaginado que fuera tan dulce. Sin pensarlo dos veces lo abracé, mis brazos no eran lo suficientemente largos como para rodear su cuerpo entero, era un hombre robusto. Era gigante y hermoso.

Mi cuerpo tembló en el momento que se alejó de mi, quería dejarme descansar, me sentí turbada por su repentino alejamiento, pero por otro lado estaba feliz, ese hombre me quería. Y eso era todo lo que necesitaba, dormí en paz esa noche.

¿Tu también me dejarás sola?〔PAUSADA〕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora