Jude Morse
Mi rostro impacta contra el concreto del suelo del callejón momentos después de haber sido arrojado por la puerta trasera de aquel bar de mala muerte. Podía sentir la humedad en mi mejilla pero no sabría decir si se trataba simplemente de agua del charco sobre el que caí, o si estaba sangrando nuevamente. A Janet no le gustará para nada esto.
Había llegado siguiendo el rastro de una investigación, pero solo encontré gente con ganas de usar los puños y molestos insultos por usar ropa que vale más de lo que ellos pueden pagar. Malditos muertos de hambre.
–Te lo dije, no ibas a lograr entrar allí. Debes aprender a mimetizarte o no sobreviviras a esto, chico. No es un juego, Jude.– Hasta que finalmente Arthur se había dignado a hacer acto de presencia. Fue el que me envió hacer las preguntas a este lugar y simplemente me dejó solo segundo después de bajarme de su camioneta vieja en la entrada. Debería de buscarme otro mentor.
Levanto la vista encontrándome con su imponente figura, no es que se tratara de unos de esos típicos investigadores corpulentos y de mal humor. Lo segundo si lo tenía, pero lo primero era algo dudoso, lo que lo hacía imponente e intimidante era simplemente esa expresión serena en su rostro que llegaba a perturbarme por no mostrar ningún tipo de emoción en ella.
Hace unos meses comencé a trabajar en su oficina, al principio simplemente como un asistente, necesitaba el dinero para pagarme los gastos de la universidad, pero al final, termine siendo tomado como uno de sus aprendices. El ser investigador era un negocio que traía bastante dinero si sabías como moverte en personas adineradas y para eso necesitabas tener un buen nombre y ser el mejor, Arthur era el mejor.
No digo nada, no había nada para decir, el tenía razón y nuevamente había fallado en algo tan simple como hacer un par de preguntas.
Hace un par de semanas, una pareja adulta se nos había acercado, bueno, se les acercaron a el, para pedir ayuda porque su hijo parecía estar metido en cosas demasiado turbias y misteriosas así que requerían de sus servicios para averiguar que le estaba sucediendo. Comenzó como algo simple, quizás eran drogas o un algo de mala compañía, como pandillas, las cuales abundan en Nueva York, pero ahora no paraban de salir cosas a la luz que por momentos veía como hasta a Arthur pertubaban.
El restaurante del Viejo Bob estaba vacío cuando entramos. Era nuestro lugar de encuentro. Un restaurante de comida rápida con un claro estilo retro muy bien marcado. Había una rocola en la esquina, asientos de cuero rojo y pisos bicolor que le daban un buen ambiente al lugar. Eran cerca de las dos de la mañana y, en un principio siempre se me hizo extraño que no haya casi nadie en este lugar un fin de semana a esta hora, pero un día Arthur me explicó que Bob solía cerrar cuando él se presentaba, como un favor luego de que haya descubierto la infidelidad de su esposa.
–¿Y bien? ¿Lograste conseguir algo más que solo esa golpiza?– Pregunta Arthur, con su voz grave y su acento australiano bien marcado. Su cabeza estaba casi por completo cubierta de canas y llevaba una barba que parecía haber sido descuidada desde hace un par de días. Cómo había dicho, su cuerpo no era el de un modelo pero aún así se alejaba del típico cincuentón y su abdomen apenas se curvaba por lo que parecía haber sido productos de las típicas cervezas. De hombros anchos, me comentó una vez que práctico natación durante unos años, y una altura, que juraría, rondaba el metro noventa.
–No mucho, le verdad. Esos alcohólicos comenzaron a despotricar como idiotas antes de que pudiera conseguir algo.– Respondo a su pregunta, algo malhumorado. De nuestra mesa tomo una servilleta y la llevo a mi rostro, el lugar donde había sentido húmedo anteriormente, y efectivamente se trataba de sangre.– Genial, ahora deberé encontrar una excusa para explicar porque me sangra el rostro. ¿Seguro que no puedo retirarme?
La mirada severa en el rostro de Arthur lo decía todo. Había aceptado el caso, me metí hasta el fondo en el y debíamos terminar el trabajo. A veces odiaba demasiado su sentido del honor. Me metía siempre en este tipo de cosas y, lo peor de todo, el salía perfectamente bien parado mientras que yo recibía todos y cada uno de lo golpes. Creo que aún no termino de curarme del corte en el último trabajo.
–Solo estoy bromeando.– Lanzo un bufido y dejo la servilleta, ahora roja por la sangre, sobre la mesa.– Deberías conseguirte algo de sentido del humor.
–No hay tiempo para esas cosas.– Responde, elevando una ceja y bebé de la cerveza que se había pedido. Otra cosa sobre Arthur, jamás lo verías sin alcohol en sus manos.– Ahora, nuestro siguiente paso se...
Todo se vio interrumpido cuando la entrada principal se abre de una manera estruendosa. El cristal hasta se había rajado y seguido de eso, una mujer se hizo presente. Arthur se pone de pie rápidamente y, cuando iba a hacer lo mismo, me detuvo con un solo gesto de su mano.
–Señorita McAllister, veo que sus padres al fin han dado con nosotros. Ahora, será un ho...– Nuevamente Arthur es interrumpido por un extraño gesto en la desconocida, una sonrisa. La joven vestía una camiseta verde oliva y unos jeans rasgados. No entendía que sucedía, lo cual no era extraño, pero si la niña rompe puertas estaba feliz, era malo.
Cómo por acto de puro reflejo, salgo disparado de mi asiento, tratando de ponerme de pie. Arthur se voltea y solo puedo distinguir un "no", de sus labios antes de que mi cuerpo se sienta pesado, mi cabeza comience a dar vueltas y ya no pueda mantener los ojos abiertos.
Pareció solo un pestañeo, un pequeño segundo que pasó. Pero todo cambió, ya no estaba en el restaurante, las sábanas se deslizaban sobre mi piel cuando intento sentarme en la cama y mi cabeza parecía estar a punto de explotar. Estaba en mi cuarto y no entendía absolutamente nada. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿En verdad pasó todo lo que presencié en el restaurante? Y lo peor, ¿Qué sucedió luego de desvanecerme?
El televisor del cuarto estaba prendido y mis manos comienzan a temblar al ver el titular del canal de noticias en el que se encontraba sintonizado.
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Secretos De Una Memoria Sin Pasado
Teen FictionEl fin está cerca, los dioses están desapareciendo y la magia se está agotando. Jude Morse, un joven universitario y aprendiz de investigador, vive ignorando la existencia de poderosos magos que caminan y se ocultan entre humanos. Pero esto pronto c...