Capítulo 4- En el punto de partida.

614 58 34
                                    

¿Y ahora dónde estaba el problema? Había girado tantas veces en esa cama del demonio que ya que me encontraba mareado, ni en una puta noria hubiera dado más vueltas, me levanté muy cabreado, necesitaba aire para inhalar.
No conseguía dormir y eso que me notaba agotado, agarré con rabia la caja de tabaco de la cómoda y salí a la terraza privada de mi habitación, todavía ni estaba amaneciendo y la noche se sentía cálida.
Inspiré con fuerza inyectando aire fresco a mis pulmones, antes de meterles nicotina a destajo.

Siempre ella; Con su fragancia aditiva, su melena sedosa y su cuerpo explosivo, había regresado para volverme loco una vez más.

Aunque quizá ese pensamiento no era todo sincero, no tenía porque fingir, en mi soledad de lobo podía reconocer que nunca la había olvidado y que siempre ocupaba mi mente.

Pero esta noche, sintiéndola de nuevo, inhalando su aroma y percibiendo la suavidad de su piel, todo se volvía más difícil. Me costará un mundo, abandonarla en la terraza y marcharme, dejarla allí dolida, semi desnuda y acalorada, humedecida por mí, con mi semen bajando por sus piernas.

¡¡Mierda!! Olvidara el puto condón, otra vez, jamás follaba sin protección y  nuevamente esa mujer me había hecho perder la cordura, metíera el pene en su cuerpo desaforado, enardecido, sin pensar en nada más que en estar entre sus piernas y sentir mi polla en su interior ardiente.
Me convirtiera en un poseído, demente de deseo, ¿qué tenía esa mujer que me llevaba a tales extremos de idiotez e irresponsabilidad?

Primero me había secado el cerebro, y olvidé el preservativo y después agotó
toda la fuerza de mi férrea voluntad.
Hubiera querido llevarla a mi cama, cual animal arrastra a su presa hasta su guarida para devorarla sin interrupciones.
Y no parar hasta quedar satisfecho.
Si alguna vez conseguía saciarme de ella que empezaba a dudar que fuera posible.

Pero eso sería bajar la guardia, y mostrar debilidad y prefería estar muerto que dar a demostrar que ella era mi talón de Aquiles.

Después del tiempo trascurrido, creía poder controlar mis emociones con respeto a ella,  pero ocurriera al revés, solo necesité tenerla un segundo en mi presencia para que se ablandara toda mi coraza, verla atravesar mi puerta me basto para hacerme perder la razón.
E imaginarla en brazos de mi hermano; descubrir que Adrián había poseído lo que era mío, me volvió demente y desato mi furia, enloqueció a la bestia salvaje que llevaba encadenada en mi interior.
Podía hacerlo matado y no me hubiera importado ni tendría remordimientos.

Nadie en este puto mundo se metía con lo que erá propiedad de Gael Herrero.

Mía... esa vocablo de tres letras se repetía como un estribillo, incesante en mi mente.
Ella era mía.
No podía ser de otro.
Me fanatizaba y alteraba mis células solo de  pensar esa posibilidad.

Apreté mis puños con rabia y cerré mis ojos, tenía que controlar la ira que iba creciendo dentro de mí como un tsumani arrasador.

¡Maldita mujer¡ ¡siempre ella!, poniendo mi mundo patas arriba, rompiendo mi control y cada unos de los principios que me caracterizaban y que me habían convertido en invencible para el resto del mundo, a excepción de Aine, en sus manos solo era una marioneta con las cuerdas rotas.

No podía creer que tuviera que viajar a Francia para una reunión importante y estuviera dándole vueltas a ese asunto, como un adolescente cachondo, sin descansar las horas que necesitaba para llegar con la mente despejada.

Pero era imposible con Aine, tan cerca de mí, eso conseguía esa bruja de ojos magnéticos, hacerme perder todo; mi cerebro se convertía en papilla para bebés, sin materia gris y esa masa viscosa no conseguía hilar ningún pensamiento coherente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 08, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Reto al Demonio (Segunda Parte) Pausada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora