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Te gustaría tener esto, Craig. El alien de metal relucía en mi mochila que llevaba usualmente a la escuela, pero a decir verdad, se veía mejor en tu chaqueta aquella noche.

Eran aproximadamente las diez de la noche, cuando mis padres recibieron una llamada, parecían exaltados o preocupados por algo. Enseguida se dirigieron a mi y me contaron que había sucedido un problema con el distribuidor de la cafetería y que tenían que ir a Denver para arreglar unos problemas. Quería ir con ellos o simplemente irme a casa, pero me pidieron que me quedara y cerrara la cafetería a eso de las once, aunque nadie quiere tomar café a esa hora.

Me despedí de mis padres y volví a entrar a la cafetería, manteniendo un dilema en mi cabeza, ¿Por qué no cerraba ya y me iba a casa? no creía que se enteraran de la verdad, pero amenazaba con mis principios de honestidad con los que había sido criado.

"Al carajo, quiero irme ya." pensé.

Cambié el letrero de la puerta "abierto" a "cerrado" y comencé a barrer el establecimiento. Recogía una que otra basura que los clientes habían dejado a la par que limpiaba las mesas una por una.

En eso, el sonido de un puño chocando con la puerta delicadamente se hizo presente. Estaba preparado para decir que el lugar estaba cerrado y que ya no serviría café hasta mañana, pero me detuviste, Craig.

A pesar de la oscuridad de la noche, podía ver a través del vidrio como tú respiración era bastante agitada, me preguntaba cuántas calles corriste para llegar.

Por un momento me quedé congelado sin saber que hacer. Finalmente, abrí la puerta.

—Tweek... — llamaste con voz entrecortada — ¿Puedo pasar?

—¡Ngh! No estoy seguro, acabo de cerrar...

—Lo sé, lo siento, quería venir antes pero Clyde me entretuvo.

No sabía quién era Clyde, así que bajé la mirada y me aparté un poco para dejarte pasar.

—¿Qué te preparo? — pregunté rogando en mi mente que no pidieras algo de más de tres pasos.

—No sé, ¿Un americano?

—Bien.

Me dirigí a la barra y comencé a preparar tu pedido. Un gran silencio abarcó la cafetería, a excepción por mis tics, nadie decía nada.

—¿Mr. Blue Sky? — preguntaste de repente.

Te miré sin saber a qué te referías, como respuesta, señalaste mi bocina.

—Ah, si, ¡Gah! Es una de mis canciones favoritas.

—Bueno, no está en mi top, pero he de admitir que es buena.

Ambos sonreímos... Y el silencio regresó.

Tuvieron que pasar unos minutos para que terminara tu café. Lo deposité en tu mesa y me tomé asiento en frente de ti.

—Espero te guste, es el último de la noche.

—Lo lamento, Clyde, mi amigo, quería invitar a una chica al baile y "requería apoyo"

—¿Y bien? ¡Ack...! ¿Cómo salió todo?

—Bien. Le dijo que sí, aunque era algo obvio, llevan saliendo por meses.

—Una vez, una chica me invitó al baile. Unos compañeros me habían dicho que planeaba besarme. Como para ese entonces no había dado mi primer beso, sentí tanta presión que la dejé plantada. — conté jugando con una servilleta.

—¿En serio? Usted es un hombre malo...

Reí.

—Al día siguiente vino a mi casa y me golpeó con su bolso. Supongo que me lo merecía.

Y por eso rompimos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora