Prologo

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APARECIÓ UNA NOCHE

En aquella noche tranquila, de una manera repentina un rayo cargado de energía cayó en un campo solitario, un gran estruendo fue escuchado cuando este penetró en el lugar, causando una explosión que esparció fuego por el mismo. En medio de toda aquella pantomima de la naturaleza, se encontraba una persona. ¿Pero como era eso posible?, se preguntarán.

Pues están invitados a recorrer esta historia, y quizás, descubrir la verdad...

LA ENVIADA DE LA NOCHE EN LLAMAS

-No es mucho lo que recuerdo de aquella noche ... todo es vago- . En el placido ambiente de fondo se podían escuchar pronunciados jadeos y un ruido incesante. - Yo diría que tal vez nada... pero.... lo mas contundente y que jamas podré olvidar, es aquel estruendo y la luz cegadora, que dejo mis sentidos destrozados y mi mente en confusión.

-El ruido generado por los alrededores era cada vez mas fuerte, como si algo estuviera quemándose-. Lo siguiente fue, el gran esparcimiento de fuego en una campo llano y solitario, cual si fuera un mar, un fétido y desconcertante mar de llamas.

Allí estaba yo -se puede escuchar una voz de fondo en su mente: ¿Quien soy yo?-. En el medio de la nada, siendo nadie...

Lo extravagante de todo esto, y que probablemente consideres dudoso es que no era una noche tormentosa, al contrario, tan solo una normal, con un hermoso cielo estrellado y un silencio abismal, que se cernía como si nada, ni en los confines de algún lugar podría ser capaz de imaginar, que una tranquilidad así podría existir.

Miré a los lados aun confundida, y aturdida, intenté respirar pero de inmediato mis fosas nasales fueron inundadas por el olor a quemado, y el humo llenó mis pulmones haciéndome toser desesperadamente, quería huir, salir de allí, pero, no importaba a donde mirase, lo único que podía ver era fuego.

Mi cuerpo estaba comenzando a sudar, mi respiración era errática, entrecortada, mis pasos imprecisos. Tenía miedo. ¿Podría a caso salir de esto con vida? Me dije mientras apretaba una de mis manos entre mi boca y mi nariz para no inhalar ni un poco más de aquello, o de lo contrario podría terminar perdiendo el sentido.

El calor que hacia era terrible, por varios segundos comencé a imaginar que ya había muerto y estaba en el infierno; las llamas no cesaban, se hacían cada vez más y más fuertes, y yo estaba encerrada, sin escapatoria.

Aunque no podía pensar con claridad, el sentido de supervivencia del ser humano me mantenía aun alerta, en búsqueda de una posible salida, me acerqué un poco a una orilla, pero el fuego se acercó a mi como si tuviera vida propia e intentara atacarme. Retrocedí, cayendo sentada en el suelo que en contraste con el ambiente, estaba inesperadamente frió. Palpé la tierra con mis manos, sabía que nada de esto era un sueño, era real, mortal, pero real.

Tal vez mi vida había llegado a su fin, ¿Mi vida? Un dolor de cabeza punzante me asaltó mientras intentaba recordar como había vivido mi vida hasta ahora, y como termine en tal situación.

No sabía, no podía recordar, mi mente estaba totalmente en blanco, vacía. Estaba en peligro, y no podía pararme a pensar en esas cosas, así que sacudí mi cabeza, y aunque con dificultad volví a ponerme en pie. Si salia con vida de esto, ya habría tiempo para pensar en algo.

No había tiempo, tenía que vivir.

Mi cuerpo tambaleante, aun se movía de algún modo, las señales que enviaba mi cerebro sin embargo, eran un tanto vagas, no sabia como podía moverme en ese estado.

Las ropas que llevaba en ese entonces, poco tapaban de mi cuerpo, y estaban cubiertas por el tizne que dejaba el fuego al extinguirse, algunos sectores de mis extremidades tenían leves quemaduras, pero saque el espíritu suficiente para no rendirme, algo que no cualquier niño de 13 años haría.

Si, esa era aproximadamente la edad que tenia cuando aquel suceso se presentó en mi vida.

Pero terminemos esta historia.

Un niño de 13 años difícilmente sabría que hacer al verse encerrado de tal manera en una situación tan ridícula e inesperada, pero yo tuve el valor de salir adelante.

Al colocarme en pie observé un poco más a los alrededores tratando de hallar una abertura por la cual poder escapar de aquel infernal encierro. Al agudizar la mirada, aunque mi vista estaba borrosa pude divisar que en cierto punto el fuego era un poco menos abrasivo.

Me moví hasta aquel sitio guardando una distancia considerable del mismo, y como niña temeraria corrí con las pocas fuerzas que me quedaban, consiguiendo con éxito atravesarlo sin obtener mayores quemaduras. Al hacerlo caí al suelo de rodillas, fue doloroso pero lo hubiera sido más quedarme allí y ser convertida en meras cenizas por aquel fuego.

Volví mi mirada atrás, el fuego se expandía más y más hacia el centro de donde me encontraba, de no haber tenido el valor para salir, habría muerto sin duda incinerada.

Entonces, mi cuerpo dejó de moverse, las señales de mi cerebro parecían ya no llegar a mi soma, intenté gritar pero mi voz no salía, me sentí terriblemente asustada. En aquel momento me di cuenta de que en todo aquel tiempo, llevaba algo en una de mis manos, no estoy segura de lo que era, pero se veía como un pequeño aparatejo. Moví mi mano a penas, con una dificultad impensable, como un niño que apenas comienza a caminar y de pronto pierde la estabilidad y cae.

Sin poder contenerlo más, mi cuerpo se fue hacia adelante, y me desplomé con un ruido seco y lejano, poco a poco mi visión comenzó a perderse, mientras observaba aquello que había en mi mano derecha y que sostenía con tanto recelo, tal vez algo importante para mi.

Mi cerebro se apagó, había inhalado mucho humo, el aire viseado y abrasador devoró mis sentidos. No supe mas de mi, termine en el medio de la nada, sin saber donde o porque estaba allí, sin entender nada de lo sucedido. ¿Tal vez lo entendería mas adelante? Quizás. Hoy aun sigo sin saber bien de que se trata todo esto, estas tretas del destino que se empeñan en confundirnos.

Pero antes tenia y aun mantengo esta sensación, esta opresión en el pecho, que me dice y la vez no dice nada.

Aun hoy en día sigo creyendo, que no pertenezco a este lugar...

La joven mujer se encontraba sentada en el suelo, arrimada a una pequeña mesa de madera. Escribía con pluma y tintero sobre un pergamino, tal vez grabando sus memorias a modo de diario, o quizás relatando un sueño vago que ha tenido de otro tiempo. Destacaba a un lado del tintero un pequeño aparato rectangular de naturaleza incierta. 



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WANHEDA, La Comandante de la MuerteWhere stories live. Discover now