i. Goodbye, hell.

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i. adiós, infierno.

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PARA CRYSTAL TRAVISCOTT NO eran nuevos los gritos y estruendos de cosas chocando contra las paredes que se oían de la planta baja de su casa. Podía oír la furiosa voz de su padre gritarle a sus hermanos, mientras que el mayor de ellos era el único de los dos que tenía el atrevimiento a intentar levantar su voz por encima de la de él, haciéndolo enfadar más si es que era eso posible. Crystal se esforzaba en ignorarlos. Era buena en ello. Había terminado aprendiendo que, para poder sobrevivir en esa casa, hay algunas cosas que debes ignorar. Las peleas en las que ella no estaba metida eran unas de ellas.

Asi que ahi estaba. Una adolescente de casi dieciséis años, con un cabello rubio brillante atado en una coleta alta y una blusa roja que ella misma había diseñado sobre su cuerpo, descansaba sobre su innecesariamente grande cama, con la mirada puesta en el techo.

Las vacaciones estaba llegando a su fin, algo por lo que Crystal estaba secretamente emocionada. Bueno, no tan secretamente. Estaba segura de haber mencionado que ya no aguantaba ni un segundo más en esa casa a su mejor amiga en alguna de las cartas que se habían estado enviando. Obviamente, sin que sus padres supieran.

Porque, ¿Como reaccionarian sus padres cuando se enteraran que su mejor amiga no era una sangre pura?

Como la mayoría de las veces, los pensamientos de la rubia fueron interrumpidos antes de que llegase a hacerse una imagen mental de sus padres castigandola al enterarse de sus amistades. La puerta de su habitación fue abierta de un golpe. Crystal creía que la habían pateado. Bartholomew Traviscott estaba parado en la entrada, mirando a su hermana de la misma manera que la había mirado desde hace varios años.

La rubia se deslizó hasta quedar sentada en el borde de su cama— ¿Pasa algo?

—¿Qué, ahora eres sorda? —inquirió con brutalidad, aunque con una pizca de burla—. ¿Por qué crees que estaban peleando Klaus y padre, eh? 

—¿Por qué estaban peleando, Barry? —preguntó con pesadez, odiando aquella situación.

—Porque eres una jodida molestia y todo lo que haces nos perjudica. A mi y a Klaus.

—Pero no he-

—No he hecho nada —Barry imitó su voz pobremente, haciéndola sonar más chillona de lo que en realidad era—. Eres una desgracia para esta familia, Crystal. Yendo por ahí escupiendo todo lo que sientes y... siendo una Ravenclaw —escupió con disgusto. Río amargamente—. Y bueno, sin contar lo que eres. Maldita sangr-

—Bart.

Niklaus Traviscott entró a la habitación de su hermana, tirando al rubio por el hombro para que retrocediera los pasos que había dado. Crystal presionó con más fuerza la sábana bajo sus dedos, enfadada. Sentía sus dedos arder y como las raíces de su cabello comenzaban a picar ligeramente.

—Dejala en paz, ¿quieres?

Bartholomew sacudió su hombro, librándose del agarre de Klaus, y salió por la puerta casi que echando humo. Crystal le sonrió a su hermano, agradecida, y él guiño en su dirección.

Cuando finalmente estuvo sola, cerró la puerta y dejó escapar algo parecido a un bufido. Odiaba eso. No a su hermano, no. No podría odiarlo. Solo odiaba las situaciones en las que se veía envuelta, que solo parecían ser más y más cada vez.

"Sin contar lo que eres" Las palabras de Barry se repetían en su cabeza como si de un cassette puesto en repetición se tratase. Lo que era. Lo que no podía evitar ser. No, aquello no era porque su casa era Ravenclaw. O porque su mejor amiga no era una sangre pura. Tampoco se refería a nada sobre su vestimenta o cabello. No. Era por algo que iba más allá. Una realidad con la que Crystal había tenido que lidiar desde sus cinco años.

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⏰ Última actualización: Apr 21, 2019 ⏰

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