Chocolate favorito

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Ranma ½ no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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Chocolate favorito

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Honmei choko

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El copo de nieve se arrastró con el viento y golpeó el cristal de la ventana, donde se quedó atrapado en la fría superficie. Pareció vibrar un instante, azotado por las corrientes de la mañana, y después se desprendió fácil, danzando etéreo, alejándose junto con sus hermanos.

En el interior de la habitación, Akane abrió los ojos y sintió de a poco el dolor atenazar todo su cuerpo. El cuarto estaba helado, igual que toda la casa; la oscuridad apenas se iba disipando en aquella hora temprana. En su corazón sintió una punzada, algo debía recordar sobre aquel día y se le escapaba. ¿Qué era?, ¿qué era?

Se levantó despacio, sintiendo el peso en todas las articulaciones, que le recordaron sin piedad todos los años que había vivido. Un suspiro mezcla de gemido y resignación se abrió paso entre sus labios un poco resecos.

—Oh —murmuró al atisbar por la ventana. Alargó la mano hasta la mesita de noche y a tientas buscó sus anteojos, los que se calzó en seguida—. Oh, ¡pero si está nevando!

Aquello regocijó su corazón sin saber exactamente por qué, y una agradable tibieza se extendió por su cuerpo contrastando con lo frío de la habitación. Sintió que ese día, que debía ser especial, lo era. Pero, ¿por qué? Algo olvidaba.

¿Qué era?, ¿qué era?

Se enderezó otro poco para estirar la mano ahora hacia el interruptor de la luz, que la cegó un momento al inundar la habitación con su chispa amarilla. ¿Qué era?, ¿qué era?, pensó una vez más.

Encima de la mesita estaban los frascos de sus remedios, la lista de horarios a los que debía tomar cada cosa, un pequeño calendario de cartón y, más atrás, muy cerca de la lámpara donde la luz le diera bien, una fotografía de su boda.

Akane tomó el calendario.

—Ah, sí, ya estamos en febrero... Catorce.

¡Eso era!

—Es 14 de febrero ­—pronunció en voz alta, como para que no se le olvidara.

Ahora recordaba que tenía una sorpresa preparada. Soltó una pequeña risita y sacó las piernas de la cama con cuidado, tomándose mucho más tiempo del que hubiera querido. Sus pies, abrigados con gruesas medias, rozaron apenas el suelo de madera y tuvo que hacer una mueca mientras se frotaba los brazos. Ese día, al contrario de otros anteriores, agradeció que sus hijos y sus nietos hubieran insistido en que cambiara los futones, que habían sido tradicionales desde el día de su matrimonio, por una cama de estilo occidental. Cada vez le resultaba más difícil levantarse por las mañanas. Cada vez le costaba un poco más respirar.

¡Claro que nunca lo aceptaría ni se lo diría a nadie! Ella era Akane Saotome, una artista marcial.

Entumecida, se levantó, poniéndose en seguida la gruesa bata encima del pijama. Deslizó la puerta corrediza de su habitación y se adentró en los pasillos oscuros de la casa. A esa hora no había nadie, faltaba todavía para que su nieta Kasumi pasara a saludarla como cada mañana. Y también para que, a las siete y treinta minutos de la mañana exactamente, llamara por teléfono su sobrina Rei. De su madre Nabiki había sacado aquella sagaz puntualidad, aunque no lo madrugadora, eso era claro. ¿Habría sido algo heredado por el lado paterno? ¡Pobre Rei! Tan pequeña y haber perdido a su madre de aquella manera... Akane nunca olvidaría sus ojos inteligentes buscando respuestas.

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