CAPITULO 1

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 Era una chica curiosa, inquieta, que quería hacer mil y un cosas, pero el hecho de ser una princesa no podía hacer todo lo quisiera, mi padre el rey de castilla, un reino que no tenía mucho pero era conocido por su fuerza en la guerras, dotado de guerreros que no tenían miedo a la muerte y leales al rey, defendiéndolo con una fiereza.

Lo que muchos no sabían era que castilla estaba comenzando a caer, había más habitantes de los que mi padre podría solventar, y el hecho de no tener ni una sola conexión con otro reino para sobrellevar a nuestra gente y salir adelante lo hacía aún más difícil, éramos creadores de armas, podían forjar con cualquier cosa que les pusieran enfrente, crear armaduras desde cero, era un reino pequeño pero capas de sobrellevar guerras enormes y salir victoriosos, podíamos sembrar cualquier cosa y hacer que diera sus frutos sin problemas pero aun así mi padre se negaba a los tratados con otro reinos, hasta que mi hermano mayor, el príncipe raizel convenció a mi padre de dejar que entraran de otros reinos a vender sus productos y de paso podrían comenzar a comprar cosas que hiciéramos nosotros.

Su decisión funciono, el reino de nuevo comenzó a prosperar, a paso lento pero seguro, comenzaron a venir más mercaderes y quedarse un par de días, mismos que regresaban cada mes por armas, plantas medicinales extrañas y tablillas con conocimientos de antepasados que vendían los aldeanos, de esa manera, el reino no callo como esperaba mi padre.

Yo misma la princesa raskreila, queriendo aprender a ayudar a nuestra gente, aprendí lo más que pude de las tablillas, de las flores medicinales y comencé a buscarlas y a plantarlas en el castillo, comencé a ayudar a la gente sin que se dieran cuenta de que era la hija del rey, poniéndome ropa de las sirvientas y saliendo con remedios para curar enfermedades de nuestra gente, conociéndolos, intentando saber lo que les afligía, quería conocer lo que hacían, como sobrevivían a los inviernos, como sanaban sus heridas, que necesitaban de mi padre. Luego iba y le decía de manera suave y como ideas vagas a mi hermano que tomaba en cuenta y ponía en acción, todo ello ayudo a mantener nuestro reino a flote.

Alguien tenía que darse cuenta de lo que hacía, mi hermano me atrapo mientras volvía después de ir a ver como seguía una niña pequeña enferma, me atrapo en un pasillo pensando que era alguien de la servidumbre hasta que me miro los ojos, a diferencia de todos los que trabajan en el castillo mi piel era blanca como la leche, mi cabello rojo fuego y mis ojos de un tono café dorado, normalmente lo único que se miraba de mi persona eran los ojos, lo demás siempre lo mantenía oculto por la ropa que traía puesta, por eso nuestra gente no me reconocía. Me reprendió fuertemente, pero logre convencerlo de que esa era la única forma de poder ayudarlo, el desde adentro y yo desde afuera, a mí no me conocían, no sabían quien era, era una extraña que ayudaba por un pan y un poco de agua, el mismo que dejaba a los niños que no tenían padres, era mi manera de que nadie sufriera por comida o enfermedad.

- Quien ¿?- pregunte de nuevo mientras comíamos los 3 en el jardín

- El rey de Uruk – mi padre me respondió mientras bebía vino – mando un representante comercial para ver si podíamos llevar algunas armas únicas a él, va a pagar en oro todo lo que le guste por el 3 de su precio – me explico – el oro lo utilizaremos en las cosechas para aumentar la comida y lo que sobre en las plantas medicinales – finalizo yo mire a mi hermano

- Si todo sale bien pronto comercializaremos armas únicamente para él y su ejército – me dijo mi hermano sonriendo – pasaríamos a ser uno de los pueblos protegidos de él, lo que será muy conveniente si la guerra estalla pronto - con eso ultimo dio por finalizada la práctica.

Dos semanas fue lo que paso para que el contrato con el rey de Uruk se cerrara ahora solo les forjaríamos armas especialmente a su ejército y las cosas raras que tengamos el las compraría por una cantidad bastante generosa, ahora que teníamos ese trato la gente se veía un poco más alegre, la comida comenzaba a abundar nuevamente el pueblo estaba floreciendo.

Una reina digna para el rey de UrukWhere stories live. Discover now