Yo solía ser sólo una enfermera tranquila a la que le gustaba su trabajo. Mi nombre solía ser Ann Lusen Mía. Mi jefe era el doctor Sebastián, él se sabía todos los nombres y partes del cuerpo humano, era alguien muy sabio.
Un día, de la nada, me comentó que había encontrado una nueva manera de mantener vivos a los pacientes. Creí que se trataba de unas nuevas inyecciones o algo por el estilo, así para bajar sus síntomas y que tuvieran más tiempo.
Con el tiempo, me percaté de que él sólo me trataba bien a mí, con los demás era frío y muy serio. Poco a poco me fui enamorando de él y, al pasar el tiempo, me confesó su amor, yo le correspondí felizmente.
Después de un tiempo, empezó a seguirme más de lo normal, me sentía acosada por él. Aún así, me daba igual, pensé que era normal ya que yo le gustaba y él a mí, y que por lo tanto no había problema.
Un día me invitó a su casa a cenar, yo acepté. Al llegar, su casa era completamente normal y se veía bastante bien, estaba impecable.
Cuando terminamos de comer, pasamos un buen rato charlando, riendo y hablando de intereses. De repente, él se levantó de la mesa y se colocó de rodillas en frente mío, enseñándome un anillo de matrimonio; sorprendida y entusiasmada a la vez, acepté eufórica. Luego, él me dijo que tenía una sorpresa para mí en el sótano y que fuera con él, acepté. Al ir bajando las escaleras, me comentó que ya había descubierto cómo lograr que un humano viviera por siempre, me sentí intrigada. Al entrar al sótano, prendió la luz, vi unos cadáveres sobre una mesa, me asusté y le dije que se olvidara de mí, que estaba loco y que no me casaría con él. Al tratar de salir, me tomó por el cuello y me inyectó un calmante, caí dormida e indefensa.
Me desperté débil, tenía una bata de doctora como las del hospital donde trabajamos y no podía levantarme. Él estaba delante mío, con su traje de doctor y una mirada de un psicópata desquiciado. Le dije que se alejara de mí, a lo que él me contestó que no me dejaría ir. Se acercó a mí y enterró un cuchillo en mi corazón, diciéndome que no me preocupara, que volvería a él y sería suya para siempre, me desmayé del dolor.
Volví a despertar, esta vez estaba completamente desnuda sobre una mesa de metal atada con cadenas. Miré mis extremidades, habían sido reemplazadas por partes de los cadáveres. Al voltear, Sebastián estaba al lado mío, me dijo que haría lo mismo consigo y que luego estaríamos juntos para siempre. Al escuchar eso, me puse realmente nerviosa, "¿Por qué para siempre?", me preguntaba.
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Creepypastas
TerrorEn este libro están las historias de varios Creepypastas. Si eres sensible y todo eso, te recomiendo que no lo leas o que lo leas bajo tu propio riesgo.