La alcohólica velada era la menor de mis preocupaciones, porque la que estaba frente a mi era el objetivo de la noche.
No solo porque estaba ebria y deprotegida sino porque, como era el "amigo", se atrevió a decir:-Te quiero porque se que no me ves con deseo.
Uff, si supiera como me endureció, en todas las maneras que un hombre puede endurecerse, ese puto comentarito ella lo hubiera pensado dos veces antes de decirlo.
Lo primero que hise fue forzarle un beso tosco y torpe, también estaba ebrio despues de todo. Esto debio de haber sido el "martillo" al hechizo que ella lanzaba a todo aquel que se le cruzara por su camino.
Un martillo que buscaba a la bruja con muecas permanentemente provocadoras, poseedora de la mirada mas arrasadora de tormentas grises, piel morena húmeda por la velada, busto aprisionando su tan típica casta vestimenta cinica y unos labios candados de secretos del pueblo que evidenciaban su origen si es que llegaban a abrirse.-¡¿como te atrevi a hacer eso?! -dijo- ma' encima despue' de lo que te dije, ¡eri un hijo 'e puta!.
-¿que?, ¿me vas a decir que no sabias el verdadero ¡hijo de puta en el que me haz convertido!?... ahora te vay a enterar...-y me abalance sobre su cuerpo.
Rasge sus cinicos mantos dejando expuesta su lujuria abnegada. Ella gritaba, sollosaba y rasjuñaba pidiendo misericordia. Pero era inútil, yo estaba segado por el deceo que me provocaba su cuerpo.
Pero, cada ves que la besaba bruscamente, ella se liberaba de las espectrales cadenas que yo tan egoistamente pensaba que la ataban a mi.
Yo jalaba de ellas al introducirme dolorosamente en su sexo mientras ella lentamente las remplazaba con un futuro en el cual yo me convertia en el diablo blanco, el mal encarnado acreditador de todos los holocaustos, pero... yo solo buscaba miticar el vacio en mi pecho. El agujero negro que reclamaba la vida de esta mi huasa la cual se termino por liberar de las cadenas que inútilmente sucumbieron al inevitable desprecio que heredé de ella y de mí mismo para lo que quedo de mi vida.