Esa mañana pude ver una gota de rocío, que cayó en la madrugada y se asentó en un pétalo de rosa, que con los primeros rayos del sol tomó la apariencia de un diamante, encantando a todos con su brillo y pureza...
Si no fuese por esa minúscula gota, nunca me hubiese dado cuenta de la luz brillante que oculta la vida, hermosa e inigualable. Sin embargo, nunca fui capaz de conocerla en su mayor resplandor, porque toda mi vida estuvo envuelta en la oscuridad. Me llamo Alicia y les voy a contar mi historia de cómo mi vida cambio con tan solo una palabra.
Mi nombre completo es Alicia Salazar Vélez, estoy en mi décimo séptimo año de vida, último año de bachillerato, vivo con mi madre Yaneth Vélez, una mujer hermosa; su cabello de aquel envidiable dorado, ojos color miel. Mi hermano Jonathan, un muchacho alto, su piel mestiza, cabello suave y lizo largo tan fácil de manejar, con ojos negros, con tan solo 15 años.
22 de enero de 2019
Sentía como los rayos del amanecer entraban de forma descarada iluminando cada rincón de mi cuarto, molestaban mis ojos, no pude evitar moverme de lado a lado en aquella colcha tan suave mientras las cobijas cubrían mi piel, a distancia una persona podría decir que estaba forzando mis movimientos. Por desgracia mis oídos estaban siendo torturados gracias a un sonido tan perturbarte que sobresalía de la habitación, que la única acción que pude realizar fue detenerla bruscamente exigiendo un respiro.
- Mierda
Fue lo único que pensé mientras observaba detenidamente la pared, que casualmente estaba pintada de blanco, tan simple como un papel, pero tan hermoso como la nieve. De un movimiento veloz mi posición cambió, me quedé observando el reloj del celular con los ojos medio irritados preguntándome si enserio necesitaba esto.
Después de recapacitar me dirigí a la bañera, la única forma para quitar el olor a humano. Retiro la única prenda que aislaba mi cuerpo. Sentí frío seguido de una leve brisa que logro erizarme, era una sensación insoportable, me adentro un tanto irritada y para mi mala suerte no había la temperatura deseada....
Mientras que las gotas heladas caían por mi frágil cuerpo, mi mente divagaba y la vista se enfocaba en la pared, y ahí estaba yo jugando con los cabellos que se desprendían de mi cabeza, con lo mucho que hay pensando en lo poco que me queda.
Salgo sin remedio y me envuelvo en una toalla, mientras que de mi cabeza resonaba una pregunta perturbadora.- ¿Me abre demorado?
Para calmar mi sufrimiento lo primero que agarro es el celular, fijando mi atención en la hora
- Vaya me quedan más de dos horas – Dije sarcásticamente
Mientras que la frustración desaparecía de forma repentina de mi mente como si padeciera de alzhéimer mi cuerpo poco a poco era ocultado gracias a las prendas que conformaban mi vestimenta, sin evitar molestarme por segunda vez.
- ¿Me veré bien? - No podía asegurar una respuesta positiva, no me sentía cómoda, quise abandonar el pensamiento y bajé.
Ha desayunar.... El momento más fastidioso de la mañana pensé aburrida. Fui directo a la cocina y presencié una escena un tanto desgarradora, Jonathan se encontraba recostado en la mesa, con una cara de angustia.- No hará el desayuno, otra vez ¿Verdad?
- Ni siquiera se quiere levantar de la cama ¿A qué hora llego anoche?
- A las 2 – Dije seriaMi madre nunca fue la mejor, pero en ese entonces era muy incrédula para darme cuenta de que las cosas empeoraban. Decidí prepara lo más sencillo, unos huevos. Ya después de servirlos no pude evitar decir:
- ¡Huelen delicioso!
Ya servido en la mesa me senté, le di a Jonathan su plato, y me deleité con la forma en la que disfrutaba cada bocado, por mi parte cogí un tenedor y recogí un gran bocado dispuesto a entrar en mi boca, pero ¿qué sucedió?
Sentí una sensación de vomitar. Desvío el bocado y siento como mi estómago se relaja...-Mierda, Gracias madre. Al parecer la gastritis me molestara hasta que me muera, pensé en forma sarcástica, obligada mente, me comí todo. Ya después de unos minutos Jonathan se ofreció a lavar la loza, regresé al baño y me quedé anonadada, sin más remedio me pregunté un poco asqueada.
¿Aquella mujer, soy yo?
Mi rostro se veía cansado; con ojeras, una expresión de angustia y fastidio, mi frente cubierta de imperfecciones logrando identificar la pubertad, las cejas poblaba das y desarregladas, aquellos labios carnosos y rojos, el poco de cabello que tenía enredado resaltando la friz.
Definitivamente me veo olvidada
Nunca me vi en la necesidad de ocultar mi verdadero yo, pero me sentía y veía mal no podía permitir que la gente me criticara o concluyera que me sucedía algo, entonces tome la decisión de maquillarme. Lo hice de forma muy torpe. Antes de mostrar el resultado ante el mundo, tenía que aprobar mi apariencia y lo único que pude decir fue:- Te vez patética.
Era verdad, me veía ridícula, decidí quitármelo de forma agresiva, sin omitir que en el fondo me sentía una persona inútil.
¿En verdad es necesario que me aplique todo eso? Sé que me veo mal, pero… ¿Acaso a alguien le importa el cómo me veo? Considero que los logo tipos de vestimenta, en donde estamos obligados a adaptarnos solo para una “aprobación” son erróneos ¿porque ocultar lo que somos? Sé que muchos de nosotros queremos encajar en este mundo, lleno de críticas y modas y que sentimos miedo con tan solo imaginar una vida en donde no podamos ser capaces de acercarnos a convivir con alguien solo porque no le gustamos en la “forma de vestir” Todos somos personas, estamos hechos de lo mismo y el hecho de que alguno se vistan de alguna forma o se vean de otra, no quiere decir que sean superior.
Ya salida del baño, agarro mi mochila, vi a Jonathan que se encontraba leyendo un libro cuando levanto su vista y me regalo una cálida sonrisa.- ¿Vamos?
-Vamos.... ¡Adiós madre! - logre dedicarle antes de partir a la única persona que se merecía esa posición.
Fuimos directo a la estación de Transmilenio con la esperanza de que llegásemos a tiempo. Dentro de aquel lugar, pude presenciar una escena un tanto dolorosa; una mujer promedio 20 años, llorando en silencio mientras cargaba de forma agotada a un bebé, por el color de la cobija además de estar muy sucia logre diferenciar un color rosado pastel, haciendo alusión de que era una niña. La mujer solo estaba ahí sentada, siendo ignorada o maldecida por los demás, a su alrededor solo vi un bolso, un tetero y un cuaderno con la frase “Dios me ha abandonado” No pude evitar sentir un vacío, en ese momento Jonathan me hizo una señal de que había llegado nuestro bus, corrimos y logramos subirnos sin evitar ser aplastados y pisoteados más de una vez por las personas frustradas que solo anhelaban cambiar de vida o por lo menos de situación. No dije nada al respecto, pero se notaba en mi rostro que esa situación había logrado afectarme, solo tenía en mente una cosa “Dios no abandona a nadie”
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Stone Town
Teen FictionYo solo queria vivir... Disfrutar de lo hermoso de la vida. Ser una joven con aspiraciones, ser capaz de recorrer el mundo, suspirar aliviada junto a las personas que amo. Pero nunca creí que el único motivo para luchar, era para encontrar respuesta...