1| COMIENZO

854 65 17
                                    

Entro a un largo pasillo, no doy ni cinco pasos cuando gritos, palabras obscenas y golpes hacia lo que creo yo son los casilleros captan mi completa atención.

Llego a un punto del pasillo donde se divide en dos, izquierda y derecha, el corredor de la derecha está completamente despejado mientras que el corredor izquierdo está repleto de chicos y chicas que son los culpables de tanto alboroto.

Enarco una ceja.

Dudo en si ir ahí o no, pero al final mi curiosidad gana.

Me acerco un poco para ver qué pasa, sin embargo la multitud tapa todo el espacio para observar lo que está ocurriendo.

No tengo que ser una adivina para saber lo que pasa.

Estoy enfrente de una pelea.

Dos chicos están frente a frente, ambos son altos y en musculatura están desiguales.

El más grandulón da un paso intimidatorio hacia el flacucho, este último solo se muerde su labio para no reír o gritar por ayuda.

Es muy obvio que el grandulón gana por musculatura, ya que tiene un buen físico hecho gracias a horas y horas en el gimnasio, pero quien sabe, a lo mejor el flacucho tiene un as bajo la manga.

Observo al grandulón. Sus brazos se tensan en cada movimiento que hace, su azulada mirada está atenta para cualquier cosa que suceda no se le pase por alto y evalúa a su oponente como si estuviese en una pelea profesional o algo parecido.

Un puño se estampa a su mandíbula.

Me quedo con los ojos abiertos por la sorpresa.

El flacucho lo acaba de golpear.

Demonios.

El grandulón mueve su boca para que el adormecimiento desaparezca y con su pulgar quita el rastro de sangre en sus comisuras.

Todos los presentes, incluyéndome, miramos al castaño, esos ojos verdes resaltan a la perfección pánico y terror.

Lástima es lo que siento por el chico en este momento, está perdido, sin duda alguna.

Me cruzo de brazos. Espero los puñetazos del grandulón, pero estos se están tardando en llegar. Lo observo con detenimiento. Tiene una sonrisa macabra. Es una de esas sonrisas que dicen que disfrutara mucho lo que va hacer y lentamente para disfrutarlo aún más si es posible.

Paso saliva con dificultad.

Mis manos se mueven en un gesto nervioso, la desesperación del flacucho la puedo sentir yo.

Nadie hace nada para salvarlo.

Todos están grabando con su celular para así subirlo a YouTube y ganar vistas.

No sé el motivo que ocasionó todo este embrollo, no conozco a esos dos chicos, pero de lo que si estoy segura es que las cosas no se resuelven con violencia.

Tomo una profunda bocanada de aire y hago algo muy estúpido.

Me coloco en medio de los dos chicos.

El pasillo queda en un silencio sepulcral. Nadie se mueve, nadie dice nada.

Unos ojos azules están fijos en mí expulsando sorpresa e incredulidad al mismo tiempo que un puño casi toca mi frente.

Jesús, maría y José.

Unos cuantos centímetros más y me golpea en mi primer día en la Universidad.

El rubio, lentamente, baja su gran puño. Yo solo puedo mirar su movimiento como una tonta. Ese puño pudo haberme matado de un solo golpe.

—¿Qué demonios te pasa?—Espetó, con una voz ronca e inquietante.

Un Solo MovimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora