RICXA, JUNIO DE 1980
Sentada a los pies de su cama estaba Yhola, degustando la energía vital de un pobre desafortunado, que ahora reposaba entre sus sabanas; respirando pesadamente. La energía recién absorbida por aquella doncella recorría su cuerpo como una droga. Se esparcía llenando su ser con un inigualable éxtasis que le saciaba. Sus ojos brillaban de un encantador rojo escarlata, mientras sus facciones comenzaban a rejuvenecer; haciéndole cambiar su rostro de una mujer de unos 35 años, a una adolescente de solo 19 años.
Se levantó de la cama con suma delicadeza. Se deslizaba por el piso de madera dando suaves pasos refinados, y delicados hasta llegar a un espejo colgante que reposaba en una de sus cómodas. Miro su nuevo rostro con una sonrisa mientras sus largos y finos dedos acariciaban sus mejillas, recorriéndolas con suavidad hasta llegar a su mentón. Yhola se deleitaba con su belleza descaradamente, mientras sus ojos, poco a poco dejaron de brillar con aquel rojo, y volvieron a aquella tonalidad única que tenían. Un esmeralda oscuro, potente, y fuerte dominaban la totalidad de su ojo, mientras en las cercanías de sus pupilas un suave verde limón hacia presencia iluminando su mirada, haciéndole profunda, e incluso seductora.
Yhola se apartó de aquel espejo. Trazo su camino a la puerta de su cuarto, el cual solo era iluminado con una tenue, y cálida luz que provenía de una vela. En la puerta, colgando de un gancho, estaba una bata de seda china color negro. La joven pelirroja la cogió, y mientras salía del cuarto deslizo aquella prenda por su desnudo cuerpo, cubriéndolo. Anudaba con suavidad aquel trozo de seda que recorría su cintura sintiéndose en completa paz, hasta que... La puerta sonó, y le hizo sobresaltarse.
Fuertes golpes y continuos llenos de desesperación, hacían mover la puerta con intensidad, dando la impresión de que seria derribada. La joven por otro lado al escuchar tan desesperado golpeteo, en vez de avanzar hacia la puerta, fue retrocediendo lentamente sintiendo pánico, y miedo. Era pasada la media noche, y no esperaba a nadie en particular; inclusive aquel día solo tenía como objetivo engatusar a su acompañante de recamara para robar su vitalidad.
Yhola ya estaba metiendo su mano por uno de los cajones de su cocina; de donde un reluciente, y afilado cuchillo salió junto a su mano, mientras le sostenía desde el mango con fuerza. Sin embargo, a pesar de estar tan determinada a no abrir la puerta, solo bastaron un par de palabras para hacerle cambiar completamente de opinión.
—¡Yhola, por favor! ¡Abre la puerta, te necesito!—la voz estaba llena de angustia, y desesperación. Por el tono grave, y rasposo que tenía, podría decirse que era un hombre ya con varios años encima. No obstante, Yhola reconocería esa voz hasta en sus sueños. Se trataba de Eliot Cramford, un viejo amigo.
La pelirroja dejo aquel puñal de lado, y se apresuró a la puerta, la cual abrió rápidamente dejando frente a sus ojos al impotente hombre. Vestía unos vaqueros oscuros, completamente embarrados hasta las rodillas; su camiseta que dejaba a la vista la piel de sus brazos tenía una gran mancha de sangre, causada por una flecha que cruzo su vientre cuando venía de camino a casa del súcubo. Eliot estaba en un estado deplorable. Yhola nunca le había visto de tal forma; tan demacrado, tan sucio, tan... desesperado. Quería hacerle tantas preguntas que no sabía por dónde comenzar. Más cuando el llanto de una criatura llego a los oídos del demonio, solo pudo articular una pregunta de lo más inapropiada para el momento.
—¿Qué...es eso?—apunto con uno de sus finos dedos al pecho del joven castaño. Ahí entre sus brazos, estaba acunado un pequeño bebe que gemía, y gritaba exigiendo que le cambiaran sus prendas sucias, pues no hace mucho se había hecho sus heces.
—Es mi hija. —contesto el joven mientras el color de su rostro cada vez se hacía más parecido al de un trozo de papel. Jadeaba, y la pérdida de sangre le tenía mareado—. Su nombre es Alexa. —el súcubo quedo mirando al bebe como si se tratase de alguna pequeña bestia exhibida por algún cazador para demostrar lo valiente que ha sido en batalla. Le parecía abominable; con esos ojos azules cual mar, pero a la vez grises, pues no mantenían un color estable, era como si tuviese una distinta tonalidad dependiendo de qué ángulo se les mirase. La pequeña Alexa tenía unos pocos cabellos en su pequeña cabeza, sin embargo, cuando Yhola vio la falta de pigmentos en ellos, miro a Eliot de inmediato, buscando respuestas—. Puedo explicarlo, solo déjame pasar unos minutos.
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Almas Oscuras
Science Fiction¿Qué dirías si te muestro un mundo lleno de seres mágicos? Lleno de grandes maravillas como humanos capaces de adquirir los poderes de las criaturas. ¿Qué pasaría si el mal acechara aquel mundo? ¿Y qué pasaría si los encargados de vencer a la oscuri...