U N O (n.v)

2K 326 26
                                    

Seokjin

Cuarentena.

Después del primer brote de infección, el gobierno ordenó aislamiento total, nadie podía salir de su hogar sin autorización, solo miembros específicos del ministerio de salud y del cuerpo de seguridad, podían continuar con sus labores asignadas, todo esto con el fin de prevenir una propagación masiva de esta extraña enfermedad.

No había respuestas, ni siquiera los más experimentados sabían lo que estaba ocurriendo, mucho menos los que estábamos condenados a resistir esta incertidumbre de no saber lo que estaba pasando en el exterior. Solo me conformaba con mirar por la ventana del edificio departamental en donde vivían mis padres, era lo único que me tenía ocupado durante el día, porque desde aquel incidente en el hospital, no volvieron a llamarme para solicitar mi ayuda como enfermero. Eso me mantenía inquieto, ya que la vida comenzó a volverse aún más monótona que antes y eso, poco a poco, se volvía un martirio.

— Papi Jin —una vocecita apacible consiguió sacarme de mis más profundos pensamientos, recordándome que esta realidad no era tan mala como parecía.

Aparté mi vista de la ventana, haciendo que mi mirada recayera en el pequeño intruso que demandaba toda mi atención; sus ojitos rasgados me examinaban con ímpetu, como si tratara de decifrarme. Sonreí al notar su ceño levemente fruncido, tal vez frustrado por no entender a su complicado padre.

— Dime, Tae, ¿Necesitas algo? —Cuestioné con tranquilidad, mientras me ponía a su altura, admirando cada gesto de su rostro, sintiendo una inminente paz al hacerlo, porque frente a mí se encontraba la razón por la que aún me mantenía firme ante todos los acontecimientos que habían estado sucediendo los últimos días.

— ¿Cuándo volveremos a casa? Quiero ir por mis juguetes —Dijo, al mismo tiempo que formaba un puchero con sus labios, en forma de aparente disconformidad. Suspiré, poniendo mis manos sobre sus pequeños hombros, sin saber que responder en realidad, pero obligado a darle una razón.

— No volveremos, hijo, no podemos —Hablé con serenidad, comenzando a sobar con cariño sus bracitos, esperando su comprensión.

— Pero... —buscó de alguna manera refutar, solo que su boquita se cerró casi al instante después de emitir la primera señal de queja. Se lo agradecí internamente, no tenía la estabilidad mental para manejar un berrinche y tampoco quería terminar gritándole.

— Las cosas no están yendo bien, por lo tanto, es más seguro quedarnos con los abuelos hasta que todo se calme. Sé que eres un niño muy inteligente y que podrás sobrellevar esto; siempre has sido mi cómplice en todo —mencioné, curveando mis labios en una sonrisa de lado, mientras apretaba con cariño una de sus mejillas regordetas, recibiendo una tenue risa de su parte y aunque fue algo simple, logró tranquilizar una de mis tantas angustias.

— Entonces, ¿Me comprarás juguetes nuevos? —Preguntó, en una especie de chantaje, al mismo tiempo que dejaba relucir una inocente sonrisa cuadrada que siempre aceleraba mi pobre corazón de pollo.

— Eres un tramposo, ese no era el punto de esta conversación —Respondí riendo, en tanto que revolvía su sedoso cabello castaño solo para molestarlo. Taehyung solo atinó a corresponder con una risa nada discreta y eso solo consiguió confortar mi ser.

No tenía idea de que hubiera hecho si mi hijo no estuviera acompañándome en estos momentos tan caóticos para mí, seguramente ya estuviera al borde de la locura.

«Hasta que la muerte nos una» [SuJin] - [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora