La alarma suena diez minutos después de haberse despedido de la cama matrimonial. Su incesante sonido martilla su cabeza causando que se agite un poco más de lo normal, cayendo en cuenta de que cada día es más insoportable que el dejado atrás, y que cada mísero detalle es una constante devastadora que solo va en aumento de gravedad. Tampoco soporta al vecino con su auto pasando por en frente de su casa, ni las voces apresuradas de quienes ya van caminando por ambas aceras hacia sus trabajos o en ejercicios matutinos de rutina. La sien derecha se inflama aún si ya ha apagado el estorboso sonido de una melodía que detesta, por culpa de un dolor de cabeza que nunca le abandona completamente.
Hastiado, se va a dar una merecida ducha, ignorando la ausencia de un cuerpo al otro extremo de la cama. En el baño no hay un cepillo que acompañe al suyo, no hay estorbosas basuras femeninas entre sus lociones y la máquina de afeitar. Decorados de flores o fragancias se han perdido en algún momento del tiempo y sus acondicionadores y shampoos no tienen acompañantes tampoco que sean de aromas dulces y coquetos.
Desnudo y goteante se pasea por una recámara austera, tan sombría como su mirada y exageradamente espaciosa para una sola persona. El sol va asomándose entre las persianas verticales en lo que su cuerpo queda vestido con el uniforme de héroe más reciente, un modelo mejorado sucesor del antiguo que fue destrozado durante la persecución de una mafia conocida en los bajos barrios de Japón. Descalzo camina sobre la cerámica helada que se extiende por todo el segundo piso, una superficie blanca y lustrosa que debe estar siempre intacta.
Dirigido por la cotidianidad, sus pasos le llevan a la puerta en el extremo derecho. Sin tocar, la entreabre y le recibe ese agradable aroma infantil de confitados matices, mezcla de perfumes para niñas y talco corporal. El sol hace que la habitación se vea cálida, los juguetes esponjosos y su hija todavía más perfecta. Durmiendo ajena a los ojos que la revisan, su respiración pausada y profunda es el único sonido que Bakugou quiere escuchar a primera hora del día.
Cada día. Todos los días.
El cabello largo le cubre parte de su cara y de la almohada, clara evidencia de que es un pequeño terremoto al dormir. Un brazo reposa sobre su cabeza y el otro relajado encima de su peluche favorito. La pierna izquierda se ha montado sobre la diestra y la colcha color turquesa que le protegía del frío apenas si logra abrigarle por partes. Katsumi tiene el sueño profundo, pero muy inquieto. Tuvo entonces que orillar la cama hacia una pared para evitar que rodara y se fuera al suelo, algo que se hizo muy personal de ella y que le mantuvo despierto varias horas de la noche para consolar su dolor por los golpes. Bakugou la admira con el más profundo de sus anhelos, con ese amor de padre que nació pausado hasta arraigarse dentro de sus entrañas. Cuidadosamente la acomoda en una mejor postura y el cobertor le da abrigo hasta la base de su cuello, esperando que al menos la hora que le queda hasta que sea tiempo de que despierte siga en esa misma posición.
A punto de alejarse el reflejo de un destello de luz choca perpendicular en el marco de un portarretratos que comparte espacio en la mesa de noche con la lámpara táctil y un vaso de agua semi vacío. El encandilamiento dura apenas unos segundos, lo suficiente para hacer que tome aquel rectangular adorno y su rostro se amargue hasta el punto de peligrar el objeto y quedar hecho cenizas entre sus dedos. La pequeña en la foto clava su mirada grande y de ojos rojizos en los heredados de su padre, detenida en el tiempo de aquel paseo al acuario para su cumpleaños. A su lado, su madre tiene el gesto de victoria en la mano izquierda y los ojos curveados al igual que la boca. Madre e hija se abrazan mutuamente, con el fondo de unos exhibidores publicitarios de variados animales caricaturezcos que se exponían para esas fechas.
Pocas semanas después, todo se fue a la mierda.
El sonido tosco al poner el portarretratos de nuevo en su lugar hace gruñir a la inconsciente infante, dándole la espalda al mayor adaptando una nueva pose. Bakugou se tienta en tocarle los mechones claros, pero se contiene y se despide en silencio cerrando la puerta suavemente. Abajo, la licuadora destroza trozos de hielo y el sartén salpica aceite, sus pasos femeninos ligeros van de un lado a otro y claramente la imagina cortando la fruta. Su ceño arrugado reafirma las arrugas permanentes en su entrecejo al igual que la tensión en las comisuras. Siendo aún un adulto joven, su vida le ha hecho cargar con más años de los que tiene.
El móvil vibra en el bolsillo trasero de su uniforme por un mensaje. La licuadora se ha detenido y el sartén ha sido alejado del disco térmico. Al bajar por las escaleras tiene toda la intención de largarse sin visitar la cocina, pasando por alto el hecho de que ella estuviera mirándole desde el comedor, con la comida a punto de servirse.
-Buenos días, ribbit - su voz es reservada, un intento de no mostrar emociones - por favor, desayuna en casa, no es bueno que...
-¡Cállate! ¡¿Cuantas putas veces tengo que repetirlo, pedazo de idiota?!
-¡Solo intento llevar esto lo mejor posible! ¡Soy tu esposa!
-¡NO LO ERES! - la tocineta engrasa la alfombra blanca que a amortiguado la caída estrepitosa del sartén. Sus ojos inmensos se desorbitan por la presión de esas manos crueles en su cuello, amenazando con romperlo partiendo las vértebras y su tráquea. El aire ya no llega a su nariz y boca y sus uñas cortas no hacen el suficiente daño en las manos ni en la cara para defenderse. Su cabello enlazado se remueve al igual que sus reflejos involuntarios por rozar la pérdida de conciencia y solo cuando la ve a punto de desmayarse, es que le suelta, sonando el cuerpo al caer después de golpearse contra una silla elegante del juego de comedor- ya no...- su voz se reviste con el camuflaje del dolor y odio. Retrocediendo, abandona a la mujer como lo viene haciendo desde hace años, sin mirar hacia atrás ni una sola vez- limpialo antes de que Katsumi baje - las botas pesadas hacen eco apenas tocan el suelo y de un portazo se aleja del asco de matrimonio que finge conservar solo por su hija. Afuera, el auto de Red Riot le espera como cada mañana, solo que quien conduce es Denki.
-¿Otra mañana difícil?- un buenos días no es algo que se espere recibir de Katsuki, menos con la respiración agitada que trae y sus venas resaltadas- no deberías pelear con ella, todo queda grabado en las cámaras. Hoy le toca a Mina, por cierto.
-Conduce, mierda - sus manos humean ligeramente. Denki exhala y simplemente arranca sin poner música, capaz que hace estallar el equipo de sonido y Kirishima apenas va por la mitad del pago. Con el celular en mano, abre la aplicación creada exclusivamente para él y revisa por una de las cámaras el punto donde dejó a la mujer. El desorden ya no está, en su lugar hay rociadores de limpieza y un cepillo. La ve regresar e inclinarse a lavar las manchas, como si nada hubiese pasado- detesto esto.
-Lo haces por Katty...- son las cuatro palabras que las personas que saben lo que pasó y son cercanos a él le repiten constantemente.
Bakugou no habla otra palabra en todo el trayecto. Ha bajado la ventanilla y su cabeza se permite disfrutar del cómodo apoyo que le brinda el asiento forrado en cuero. El viento azota los cabellos de enfrente teniendo los laterales rapados al estilo de corte mohawk, un cambio drástico de imagen que le da ese aire rebelde y fuerte que toda su existencia le a caracterizado.
Al lado derecho, las cicatrices desgarradoras se esparcen desde la sien hasta el hombro. A su oreja le falta un pedazo del helix, el corte en su ceja la atraviesa en diagonal de lado a lado y la áspera piel recuperada se pierde entre la tela del adherible uniforme y la montura metálica sobre sus hombros. Muy cerca de su ojo hacia el pómulo también se levanta un corte cicatrizado que finaliza en punta delgada.
"Solo por ella" se repite en la privacidad de sus pensamientos en cuanto el auto toma la autopista.
Solo por su hija sigue con esa mujer, solo por ella finge ser aún una familia.
Solo por Katsumi mantiene viva a Tsuyu.
+ + ++
Notas
Aqui de nuevo, subiendo otra cosa en lugar de seguir con los viejos :'
Sera un fanfic corto- espero- con capítulos cortos- esta vez si-
Solo dejare que fluya, a ver que sale.
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Culpables
FanfictionLas decisiones que ha tomado Bakugou han sido por su hija. La única razón por la cual ella aun sigue viva es por su Katsumi. Pero todo acabará el día en que se de cuenta del secreto de sus padres, y la culpa ha de caer.