La importancia de su obra pictórica, la complejidad de su vida y su influencia en la cultura mexicana de la postrevolución, donde se gestó el movimiento muralista encabezado por su esposo, han sido muy estudiadas desde múltiples perspectivas y hay publicados muchos estudios críticos sobre ello. Su personalidad se forjó en una trayectoria vital plagada de enfermedades que le producían un continuo dolor, así como en unas relaciones personales con otras personalidades culturales de primer orden. Su obra refleja esa trayectoria vital, su propia fantasía y la tradición popular mexicana, incluida la de los exvotos y la prehispánica. Para Araceli Rico, Kahlo es «el enfermo creador (que) experimenta el drama de su existencia en el rechazo a los demás, esforzándose por mantener una situación favorable a la realización de su trabajo creativo». Kahlo admiraba la pintura revolucionaria y la consideraba necesaria en su tiempo, pero era consciente que su pintura no lo era, así escribió: «Mis cuadros están bien pintados, no con ligereza, sino con paciencia. Mi pintura lleva el mensaje del dolor. Creo que cuando menos a unas pocas gentes les interesa. No es revolucionaria, para qué me sigo haciendo ilusiones de que es combativa; no puedo». Por tanto, su obra no puede asociarse al nacionalismo revolucionario que practicaba su esposo Diego Rivera; más bien se trata de una obra arraigada en el arte popular. Según A. Rico «observamos en Frida Khalo una preocupación por la búsqueda de sus orígenes como individuo que pertenece y se empeña en descubrir la tradición cultural. Es así que en sus composiciones está evocando todo un mundo de costumbres, de creencias, de objetos, en fin, de maneras de ser y de sentir». Un aspecto inquietante de su obra es la frecuente disociación de ella misma en varios de sus autorretratos, esta dualidad puede nacer tanto de su propia historia como de la fantasía del pueblo mexicano.
Para Raúl Mejía, Frida Kahlo forjó su propio mito y leyenda con la creación de su propio personaje que aparece en la mayoría de su obra. Fuertemente transgresora en muchas de las normas y convenciones de su tiempo, decidió también ser la protagonista de sus pinturas. En lugar de realizar un dulce trabajo, como podía esperarse de una mujer de su época, construyó una obra llena de singularidad con un fuerte contenido dramático tanto en los temas como en las representaciones de sí misma.
Kahlo se mostró en sus pinturas coexistiendo tanto con la vida como con la muerte, especialmente en sus frecuentes operaciones quirúrgicas siendo constante la presencia de su dolor. En La columna rota su cuerpo aparece cubierto de clavos. También se muestra como productora de vida y energía, o como fuente de amor y de sentimientos. El tema de las relaciones y el afecto aparece frecuentemente en su obra, especialmente su gran amor Diego. Pero, sobre todo, es el personaje que creó de ella misma el motivo principal y protagonista de sus cuadros. Su mensaje con el paso del tiempo sigue manteniendo toda su vigencia como un grito de denuncia contra la opresión.
En su diario que escribió a partir de los 35 años, relató sus vivencias tanto de su última década como de sus primeros años. Escribió sobre sus pensamientos, su sexualidad, la fertilidad, sus sufrimientos físicos y psíquicos.
También contribuyó a la creación del mito del personaje de Frida su forma de vestir y de arreglarse, frecuentemente ataviada con vestimentas, collares y abalorios inspirados en el folclore mexicano tanto precolombino como del periodo colonial. Fue su marido, Diego Rivera, quien le recomendó que se vistiera así y diera esa imagen. Otro factor complementario en la formación de su mito es la iconografía que creó de ella en la colección de fotografías que realizó el fotógrafo estadounidense Nicholas Muray, uno de los primeros en introducir la fotografía en color en Estados Unidos.
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Biografía de Frida Kahlo
Non-FictionLa original biografía de Frida Kahlo. ATENCIÓN: El contenido es sacado de Google, no la escribí yo.