Capítulo 6

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Las primeras fotos que tomé de él fueron casi un secreto. Desde la ventana de mi apartamento podía ver más allá de su balcón, aunque solo cuando abría las cortinas durante las mañanas y las mantenía así hasta que el sol desaparecía.

Desde el jueves hasta el sábado, sus cortinas permanecían cerradas y su apartamento, en total silencio. No debía parecerme extraño. A veces yo tampoco llegaba a mi casa durante los fines de semana por estar ahogándome en alcohol y aventuras. O eso fue así hasta que tuve que mudarme por culpa de esos ahogos.

El resto de los días Moon-jae se quedaba en casa, tocaba su extraño instrumento, regaba su bonsái, tendía su ropa húmeda, leía. En las tardes, cocinaba en una pequeña estufa eléctrica y se hincaba frente a su mesa corta para comer sin hacer nada más.

Era, aparentemente, un hombre joven bastante ordinario y hasta aburrido.

Yo solía salir al balcón para fingir que capturaba el paisaje, cambiaba con frecuencia de ángulo y, haciendo pruebas falsas, lo buscaba desprevenido y lo fotografiaba. En otras ocasiones, cerraba mis cortinas y asomaba el lente por alguna abertura que tuviese una buena vista. Toda su cotidianidad fue retratada con la mayor discreción, jamás pareció sospechar de mí o mis acciones.

¿Por qué lo hacía? En realidad, no tenía una respuesta en concreto. Moon-jae me gustaba, pero no como en preparatoria, sino como modelo, como el claro ejemplo de lo que era la cotidianidad en un ambiente desfavorecido. Además, me provocaba una inmensa curiosidad.

Muchas veces llegué a creer que podría capturar alguno de sus secretos, que descubriría algo interesante. Esos pensamientos lograron que me quedara por un próximo de dos semanas pegado a la ventana o al balcón. Descubrir cosas siempre era interesante.

Nuestra relación como vecinos comenzó a crecer, pero a pasos minúsculos. Si yo fumaba afuera, recargado contra el barandal, salía para decirme que dejase de hacerlo porque apestaría su ropa o sus cortinas. Yo siempre me reía, lo retaba, aguardaba a una mirada verdaderamente molesta para poder hacerle caso. Pasaba similar cuando me reclamaba por el volumen de la música.

Cierta mañana aburrida, tras haberme desvelado con un par de encargos para poder sobrevivir el resto del mes, salí para terminarme la cajetilla. Era domingo, sus cortinas continuaron cerradas como los tres días previos. Deduje que, o se encontraba profundamente dormido, o en definitiva no estaba. Así que aproveché, puse música para aumentar mis energías, encendí un cigarrillo tras otro para calentarme la garganta.

Y entonces, Moon-jae salió como el clásico vecino que odia a los niños que viven en su misma calle.

—Tengo la ventana cerrada y aun así escucho tu escándalo —Sus ojeras eran cosa seria, su cabello, un caos mañanero.

Hizo muecas para manifestarme que el olor del ambiente le desagradaba bastante. Se llevó una mano a la cabeza, cerró los ojos, se tambaleó por el sueño. Su noche, por lo visto, fue más larga que la mía. Yo me trasnoché por trabajo, ¿y él? Quise preguntarle.

—¿Fuiste a asustar niños toda la noche, Sadako? —Curvé los labios hacia arriba. Quise reírme de mi propio chiste.

No me importó mucho expulsar el humo en su dirección. Fingí que no me daba cuenta por estar tratando de conversar como dos exnovios civilizados. Suspiró por paciencia, utilizó su mano derecha para abanicarse y dispersar el humo grisáceo.

—Tú en serio deseas que te tire por el balcón, ¿no es así? —contestó con un tono más elevado.

Ahí supe que no debía seguir molestándole, al menos no con las bromas a las que poca tolerancia les tenía. No es que lo creyera capaz de matarme, pero tampoco descartaba la posibilidad. Moon-jae tuvo que haber cambiado en algo estos seis años; podría ser él el verdadero asesino, ladrón o abusador.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora