Capítulo 12

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Moon se ausentó toda la semana. Ni siquiera abrió la ventana o regó su bonsái. Al principio creí que se debía a la vergüenza por lo sucedido entre nosotros, pero en realidad ni siquiera estuvo en su apartamento. Era extraño que se ausentase incluso en los días donde no tenía que trabajar.

Aunque al principio me pregunté dónde pasaba las noches o con quiénes estaba, pronto encontré su falta como un beneficio. Salí a fumar todas las mañanas hasta que la boca se me secó, elevé la música mientras hacía trabajos simples, dormí bien porque no tocaba el shamisen, su extraña guitarra. Y lo mejor de todo, fue que no tuve que verle la cara después de habernos acostado.

Si bien no lo odiaba ni lo quería, me gustó volver a tener sexo con él. Pero eso era algo que no debía admitir. Si lo veía de nuevo, me acordaría de todos esos placenteros recuerdos que necesitaba enterrar. Y obvio, volvería a caer si la oportunidad de una repetición surgía. Porque yo era un tonto, el más grande de todos.

A Jonah le conté con detalles lo de aquella noche e incluso le mostré un poco de las cicatrices, pero se comportó con cierta indiferencia a causa del enojo de mi estupidez. No me aconsejó mucho, solo me pidió que no accediera de nuevo porque podría salir herido si volvíamos a hacer lo mismo que en preparatoria.

También le devolví la llamada a Sol-gi para disculparme con ella. Entendió perfectamente y también se rio por el desenlace de la historia, afirmando que ya se lo esperaba.

—Mi hermano todavía te ama —dijo, riéndose—, pero no lo acepta.

Cambió el tema de inmediato para que yo no la interrogara. Me preguntó si tenía tiempo libre durante la semana para salir a tomar algo y charlar como solíamos hacerlo. Al final los planes se cancelaron porque los cuidados de su hijo siempre intervenían. Era difícil para ella encontrar a alguien que pudiera cuidarlo. Su marido decía que ese era su trabajo.

Sol tampoco sabía dónde estaba Moon-jae, pero no lució preocupada. Bromeó con que su instinto de gemelos le indicaba que estaba bien, en algún lugar del mundo.

El resto de mi semana transcurrió con aburrida normalidad, hasta que un lunes en la madrugada, él volvió. Y de qué manera.

Cuando dormía, alrededor de las tres, algo golpeó mi puerta con fuerza. Desperté de un sobresalto, me senté sobre mi cama al instante. Lo primero que hice fue examinar mi apartamento con la vista, creyendo que el ruido provenía de adentro. Mientras observaba a plena oscuridad, oí un golpe más pequeño proveniente del exterior.

Me levanté y caminé hasta el balcón para averiguar qué ocurría. Vi hacia la ciudad iluminada, también al parque centrado a los edificios. No encontré a nadie afuera, salvo a dos autos negros aparcados —pero encendidos— en la entrada de mi edificio.

Casi todas las luces de los edificios frente a mí se hallaban apagadas, también las pocas que logré ver de mi lado. Reinaba el silencio, más de lo habitual en un día como este, pero tan normal como los domingos por la madrugada.

Viendo las cosas con total normalidad y calma, proseguí a verificar el pasillo de mi piso. Si bien no escuché a ningún vecino preguntándose por el ruido tanto como yo, sentí la necesidad de echar una mirada. Algo podría estarse incendiando o derrumbando mientras el resto dormía.

Al abrir la puerta, nada interesante saltó a mi vista. El pasillo parecía tan callado, vacío y oscuro como siempre. Sin embargo, en el momento en que miré hacia mis pies antes de volver a la cama, me topé con el único causante del ruido que me despertó y me obligó a deambular.

Moon estaba tirado frente a mi puerta, boca abajo, vistiendo un kimono, con el cabello hecho una maraña.

El primer pensamiento que se me cruzó por la cabeza me dijo que algo malo le sucedía. El segundo, que estaba lo suficientemente cansado o ebrio para quedarse dormido en el pasillo. Fuese cual fuese el motivo, me sentí en la obligación de acercarme y verificar si se encontraba bien.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora