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Se nos dio la "bella" tarea de recorrer el nuevo territorio a mí y a mis primos. Era la tercera vez que se enviaba un escuadrón para controlar que las tierras dadas por el Rey estuvieran en buenas condiciones y bien trabajadas. También se hacía un recorrido por las ciudades para ver el mercado y verificar los precios y los impuestos que se habían modificado hace apenas tres meses. Era algo sumamente agotador y más para un príncipe como yo, pero otra opción no quedaba: era esta recorrida o ir al frente de batalla a soportar las órdenes de mi hermano Brais y, créanme, puede llegar a ser extenuante.

Caminamos alrededor de tres horas, mis parientes maternos se quejaban del cansancio y del hambre. Para ser sincero, solo saben quejarse. Si yo fuera ellos no gastaría mi tiempo en una manifestación de sentimientos que no permitiría trabajar con el cien por cien de mi capacidad.

Obviamente que eso se aplica a mí mismo, no espero que ellos hagan mucho dado a que todo (mejor lo recalco: TODO) lo hacen a medias. Un gran ejemplo fue el mes pasado, no quisieron contar cuántas vacas había en el campo perteneciente a la familia de mi madre, Crossi, por lo que contaron solo las que vieron y le sumaron cien. Esto trajo problemas a la hora de la venta porque, además de estar mal contados, no distribuyeron las razas y las edades de cada una. Aclaro, este es solo un ejemplo de lo vagos que son, hay más, pero no gastaré mis palabras en contar su horroroso trabajo.

Si bien era obligatorio hacer el chequeo de cada puesto y campo, Luc, que ese día cumplía diecinueve años, estaba intolerable con que quería una fiesta y dormir fuera de la base militar como se nos había asignado de antemano, cabe destacar que yo no desobedezco las ordenes del rey Guim, mi padre, como estos insolentes. Los demás apoyaban esta idea sin pensar en lo brusco que podía llegar a ser el castigo que quizás recibiríamos. Alcé mi voz enojado con sus ocurrencias:

—¡Ni se les ocurra hacer esa idiotez! —caminé por delante de ellos.

—Da... nosotros siempre venimos, Cobi... —Luc me tomó del hombro para obligarme a girar sobre mí mismo y mirarlo.

—¡Odio que me llames Cobi! —saqué su mano y me acomodé la camisa—. Mi nombre es Cobain —lo miré con fiereza, sé muy bien que tengo la misma expresión de ira que mi hermano mayor en las batallas, esto hace que mucho bajen sus cabezas delante de mí—. Órdenes son órdenes, así que terminaremos esto e iremos a la base a comer, regresaremos para continuar con la sección norte de Adal, luego de todo ese itinerario nos iremos a dormir adonde nos dijeron y no quiero quejas —me volví sobre mis pies y continúe con el trabajo ignorando sus insultos.

La verdad es que el paisaje de Adal es maravilloso: una ciudad portuaria llena de comercios textiles y con un cielo reluciente. El viento que viene del mar en esta época del año siempre fue algo de lo qué emocionarse. Sí, esta ciudad tiene un mágico y dulce aroma a flores que sólo logran crecer aquí. En el puerto, los nuevos barcos, creados mediante un sistema de máquinas bien complejo, se encontraban a la espera de nuevos pasajeros o de un intercambio de mercadería, también había otras embarcaciones que pertenecían a la pescadería. En el castillo siempre que mi padre quiere comer pescado, sí o sí debe ser de esta ciudad. Admirar el paisaje es algo encantador, en especial el bellísimo cielo azul que me recuerdan a mis ojos cristalinos como los lagos de Reuxpo. Es fantástico pensar que mis ojos son muy apreciados en el reino gracias a que mi madre me asignó sus características y mi cabello ondulado de un color similar al naranja del ocaso de parte de mi padre. Proseguiré con el itinerario de ese día porque si debo hablar de mi aspecto debería crear una historia de mi magnífica persona.

El itinerario de ese día llegó a su fin sin muchos retrasos, claro que fue porque yo estuve ahí, y la hora de la cena se acercó trayendo distintos platillos. La comida no se veía muy apetitosa en sí, pero si hay hambre, hay que callarlo, esto según las palabras de mi mayordomo. Mis primos cuchicheaban entre ellos (en cuestión, solían hacerlo muchas veces pero no soy alguien de prestarle mucha atención a esas cosas) y reían muy cómodos. Escuché a Yael pedir vino para hacer un brindis por el cumpleaños de Luc, su hermano.

—¿Están seguros que es bueno beber alcohol? —pregunté un poco molesto.

—Cobi... es lo mejor que podemos hacer ya que no nos atrevemos a desobedecer las órdenes de nuestro rey —me clavó sus ojos marrones con una sonrisa socarrona.

—La labor empieza mañana a las ocho de la mañana —les dije tomando un poco de agua.

—Es solo un poco, primito —Yael atravesó su brazo sobre mis hombros—. Vamos, brinda con nosotros —llenó mi copa, que tenía un poco de agua aún, con un malbec.

—No quiero —aparté la copa dejándola a una corta distancia.

—No seas tan "Fifi" y bébelo —tomó el vaso y me obligó a beberlo.

—I...dio...ta —comencé a toser como un tonto, mi hermosa imagen fue arruinada por Yael.

—No me insultes, queridísimo primito —sonrió, cómo odio realmente esa sonrisa de zorro que tiene—. ¡Oh, acabo de recordar! Eres un mal bebedor, perdón. Quizás te hace daño esto conlo pequeño que eres —me soltó y zamarreó la botella. No iba a dejar que este insecto dañara mi orgullo y en ese momento me dejé llevar por mi narcisismo.

—¡Agh! ¡Dame eso! —grité levantándome de la silla y agarrando la bebida alcohólica—. Van a ver quién es el mejor —me tomé todo en cuestión de segundos—. ¿Decían, personas secundarias?

—Jajaja, Luc puede tomar más de una botella —Ivar, amigo de mis primos, se apoyó en ellos—. Creo que no lograrás ganar, niño corona.

—Ja, otro secundario que quiere ver mi triunfo —pedí otra botella y la bebí; y así sucesivamente. No sé cuánto tiempo llevaba esta competencia a la que se unieron otros cadetes de la base.

Ya iba por la tercera cuando todo comenzó cambiar. Estábamos en las afueras del cuartel, luego en una carrosa. El aire frío de la noche acariciaba mi rostro mientras la fiesta continuaba dentro de ese carruaje. Nos bajamos en un gran bar que, si no mal recuerdo, se llamaba Flaschè. Varios envases llegaron, de vino pasaron a champagne. Varias mujeres se acercaron e invitaron a bailar a todos, no obstante, no bailé con ninguna porque no encajaban con mi estereotipo de mujer ideal. Decidí salir a refrescarme un poco, pero en cuanto me paré, Yael me retuvo y me dijo que harían otro concurso. Las copas se llenaban con tantos líquidos que perdí la cuenta de todo lo que bebía.

—¡Jajajaja, iremos a Mirfus! —dijo Ivar, y eso fue lo último que escuché antes de la media noche.

Mi consciente se perdió en Dios sabe dónde; los recuerdos se deformaban en siluetas y me mataban en plena calle. Las imágenes pasaban muy rápido para esa situación. Podía ver luces en cada parada y escuchaba voces nuevas, aunque reconocía la voz de uno de los sargentos que pedía ciertas indicaciones. Ya estaba en un punto de éxtasis. Los sonidos cambiaban drásticamente, por un momento había risas, luego música, más risas y por último, silencio y una oscuridad abrazadora me brindó los últimos sentidos. De esa saturada noche no queda nada más en mi mente.

Cuando desperté, sentí un aroma dulce como aliso de mar y se mezclaba con el olor del té, la naranja y la canela. El aire entraba por algún lugar, no sabría decir exactamente de dónde, y acariciaba mi pecho al descubierto. Deslicé mi mano por el lugar. Estaba en una cama amplia con unas sabanas suaves de seda y una frazada de lino. La almohada tenía un perfume agradable.Abrí los ojos, la tenue luz de unas velas se filtraron en mi vista y pude percibir un poco más el sitio, ese lugar no era la base militar. Comencé a darme cuenta de distintas cosas: mi ondulado y perfecto cabello rojizo estaba revuelto, mi camisa rota, la humedad de mi cuerpo y los chupones que habían en él. "¿Qué demonios hice anoche?", pensé e intenté recordar pero mi cabeza dio una punzada dolorosa. "Esos insectos" insulté a mis pariente mentalmente hasta agotarme de solo pensar. Quise incorporarme pero nuevamente sentí ese pinchazo de resaca. Sentí el ruido de una silla moviéndose y, sin ir más lejos con mi asombrosa audición, una tetera llenaba una taza.

—Veo que despertaste —escuché detrás de mí.

Nunca lo admitiré delante de mis primos, pero gracias a ellos y a este plan macabro que crearon, pude conocer a la persona más maravillosa jamás creada con anterioridad.

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Espero que les guste mi primera novela. Sé que les va a molestar un poco Cobain, pero su narcisismo los sorprenderá, se los aseguro. 

¡Gracias por leer!

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⏰ Last updated: Feb 24, 2019 ⏰

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Nuestro cielo azulWhere stories live. Discover now