Capítulo cinco:

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24 de Agosto de 1973:

No me acostumbraba a no verle. Sin él, el insomnio sólo eran tristes ojeras. Y recordaba cuando me quedaba en silencio más de lo normal y X me miraba con cierta preocupación, pero él no sabía que era lo que me pasaba. Era simple. Pienso, sinceramente que la manera más bonita de hablar del amor, es callándose. Queriendo decir: "Nada de lo que diga estará a la altura de lo que siento". Y así, constantemente, me quedaba sin palabras. Yo le quería y no tenía porqué dar otra razón que la de no saber como estar, si no estaba con él. Y ojalá esa sensación de plenitud hubiera durado más tiempo...

-¡Alison!¡Alison!-gritaba Carol mientras entraba en mi habitación.

-¿Qué?¿Qué pasa?-le pregunté preocupada.

-Acabo de ver a X yendo hacia su casa, eso es que ya ha vuelto de esos asuntos que te dijo. He venido lo antes posible, porqué sé que te interesaría.

-¿En serio? Muchas gracias Carol.

Me levanté y le abrazé. Entonces, decidí cambiarme de ropa e ir a casa de X a darle una sorpresa.

1 hora después, delante de donde vivía X:

Iba a llamar a la puerta, cuando me di cuenta que esta ya estaba abierta. Entré.

-¿X?

Pero nadie contestó. Lo volví a llamar varias veces. No obtuve respuesta. Subí al piso de arriba, por si se encontraba allí. Y le oí. Aunque no estaba sólo. Las voces venían de su habitación y de vez en cuando se entrecortaban. Como la puerta no estaba totalmente cerrada, me acerqué y vi algo que jamás olvidaré:

-Prométeme que seré la única.-dijo aquella chica, cuya voz me sonaba familiar.

-Te lo prometo.-dijo X.

Y los dos empezaron a besarse y cayeron en la cama con decisión. Nada más ver esto, salí de esa casa a la que ahora odiaba del hombre que desde ese día, también odiaba y esperé en uno de los bancos que había cerca de allí, donde perfectamente podía ver todo y todos los que entraban y salían de casa de X.

Después de estar sentada varias horas:

Empezaba a hacer frío y tenía la intención de irme cuando vi salir a aquella chica. Me fijé mucho para ver su cara. Pero debería de no haberlo hecho. Esa chica era otra de mis mejores amigas del horfanato, Lya. La sangre empezó a hervirme, casi podía afirmar, que literalmente. Jamás había sentido ese ardor tan intenso. Decidí volver a llamar a la casa que odiaba. Y al momento salío X.

-Hola, Señorita. Iba a ir a verla aho.

Y le corté las palabras con mi mano, que aterrizó en su cara.

-Jamás pensé que podía ser un cerdo tan rastrero. Le odio. ¡¿Me oye?! ¡Le odio!-dije mientras una mezcla de rabia y tristeza caía en forma de lágrima por mi mejilla.

-¿De qué habla?

Y le expliqué todo. Absolutamente todo. Y él no tuvo el valor de responderme al final de mi aclaración. Tuve que esperar.

-Yo... yo, sólo quiero decirle que siento todo esto. De verdad, pero ya le dije que tengo gustos muy cambiantes, aunque sigo queriéndola a usted, se lo prometo.

-¿Me promete? Como también le promete a mi ex-amiga que será la única. ¿Me equivoco?

-Tiene que entenderme, Señorita. Lo he hecho más bien por interés. Es una chica muy rica por la heréncia que le dejaron y yo necesito el dinero. No le puedo explicar más. Perdóneme.

Me cogío de la nuca y me besó muy intensamente mientras yo intentaba apartarme. Pero no lo consegí. Me dejé llevar por la situación. Pero tenía muy claro que él y yo éramos un tiempo pasado y nada más. No quería volver a verle.

¿Hablo en serio?

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