—Y... Soy el nuevo poseedor... De la máscara doble —dice Erik—.
Él estando de pie, muy cansado, agitado, sangrando y adolorido da media vuelta, camina muy lentamente dando unos cuantos pasos y enseguida se desploma sobre el suelo.
—¿Eh? ¿Po-por qué tan de repente tengo tanto...? ¡Ohaa! —cierra sus ojos — ¿Sueño...?
Mientras tanto en otro castillo muy, muy alejado de Calidor, hay alguien con prendas largas y con su mirada baja durmiendo, sentado sobre un trono.
—¿Hmm...? —se despierta.
—¿También lo sentiste? —le pregunta una muy extraña voz a esa persona.
—Inesperadamente —responde—... Ya no siento a... Aya. ¿Cómo se encuentra?
—La máscara doble se encuentra bien, está estable.
—No me refiero a eso. ¿Qué le pasó a Aya?
—¡Aah! Su poseedor. Pues, tuvo un cierto percance con alguien.
—. . . Aya ¿Ha muerto?
—En absoluto.
—Ya veo... ¿Lo viste todo?
—Más o menos —dice la voz—. Sin embargo, ese "alguien" es una persona muy, muy... Interesante. ¡Jeje!
Luego de unas horas, la luz del sol naciente en la madrugada entra por la gran ventana del cuarto del trono del castillo de Calidor, he ilumina gran parte de él. Erik siente incomodidad en sus ojos, así que los abre poco a poco estando aún muy adormilado.
—¡Ohaa...! —bosteza— ¿Hmm? ¿En donde estoy? ¿Qu-Qué pasó ayer?
Erik se levanta muy confundido observando todo el desastre de su alrededor, mira a sus espaldas y ve que en un montón de escombros yace el cuerpo sin vida de Aya. Impresionado, lleva sus manos a su rostro y siente la máscara doble sobre él.
—Entonces... Todo eso no fue un sueño. En serio, conseguí la máscara doble —Erik mira a Aya—. Pero... Creo que fue a un gran precio.
A continuación, entre los escombros del techo, Erik hace un agujero profundo, agarra el cuerpo de Aya con delicadeza y lo coloca allí y lo cubre con más escombros. Se arrodilla enfrente de la tumba improvisada, junta sus manos y ora por su alma.
—Por favor, perdóname... Contrincante —susurra Erik—.
Luego se levanta y sale del cuarto.
—Esta victoria, en verdad, es muy agria y amarga a la vez.
Mientras caminaba por un pasillo del castillo, meditaba de todo lo que pasó durante la noche; todas esas veces que estuvo a punto de morir, sus peleas con los esbirros, las cosas raras que comió y todas las conversaciones que tuvo con Aya hasta su batalla final. Pero, de repente, Erik se percata de algo.
—Maldición —se detiene—. No puedo salir del castillo he ir por el reino usando esta máscara. La gente se daría cuenta que esta es la máscara doble y llamaría mucho la atención... ¡Jumm! Y si ¿la cubro con algunas telas...? No, aún así, llamaría también la atención con pedazos de tela cubriéndome la cabeza... Necesito pasar desapercibido ¡Ahh! —suspira— Creo que... tendría que quitármela y cubrirla con algo aparte. Pero, necesitaría otra máscara que cubriera mi rostro mientras esté en público. ¡Jumm! Esa, creo que es una mejor idea. ¡Si! Haré eso. Y, además —comienza a caminar—, encontrar una máscara en este castillo debe ser muy sencillo, debieron usar muchas por aquí.
Y así, Erik empieza la búsqueda de otra máscara, en remplazo de la doble, por todo el tercer piso del castillo. Sin embargo, busca y busca cual cuarto se le cruzara en el camino, pero no encuentra nada; levantaba cosas, abría cajones, abría puertas, se agachaba y saltaba para buscar en todo rincón, pero solo encontraba espadas, armaduras, escudos y un montón de libros viejos. Sin embargo, en medio de su búsqueda encontró algo que...