Parte Única

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Floppy

Ruido. Gritos. Muerte. Basta. No. No se detendrá. Más alto. Dolor. Sufrimiento. Llorar. Hipocresía. ¿Por qué? No. Locura. Tortura. Interminable. Quema. Detente, por favor. Te estoy rogando. No, esto está tan solo empezando...

¿Cuánto llevamos aquí afuera? Horas, creo ¿Qué hacemos? Esperamos ¿A qué? No 'a que', sino 'a quién'.

Amanecí al oír el despertador. Era las 6 de la mañana, y la pantalla parpadeante del reloj no me permitían olvidarlo. Lentamente me senté y consideré volver a dormir. Luego de un tarareo y de analizar las opciones, opté por ponerme de pie y comenzar con el día.

Mientras el agua para el café hervía, encendí el televisor para ponerme al día con las noticias de lo acontecido en la noche. Siempre lo mismo. Un grupo de amigos accidentados, probablemente por una o cuantas copas de más. Otro discurso político del que se sigue hablando, otra pareja con problemas de ira, otro partido de futbol del que todos menos yo hablan. Al verter el agua en la taza, una noticia resonó por sobre las otras. Masacre era una palabra que no solía oír. Subí el volumen y me acerqué a la pantalla. Cinco personas, brutalmente desfiguradas. Las imágenes no eran aptas para ser mostradas, especialmente a esas horas. Rápidamente corrí a la habitación en busca de mi celular.

Decenas de mensajes, emails y varias llamadas perdidas. En solo unos minutos me vestí con lo primero que encontré que pasaba como ropa de trabajo y corrí al garaje.

En el auto y con la taza todavía en mano, escuchaba los mensajes de voz de aquella noche. Compañeros de trabajo que requerían que asistiera a la escena, familiares informándome de lo acontecido para que trabajara lo antes posible en el caso, y hasta un mensaje de mi ex, de quién no había oído en semanas, recomendándome que tomara el caso.

Al bajarme ya tenía a un oficial esperándome en la puerta de la comisaría. Me sostuvo lo que me quedaba de café mientras me brindaba de los últimos detalles relacionados a lo acontecido. Como uno de los detectives más exitosos en el departamento, y dada la experiencia que con la que contaba en homicidios, muchos esperaban que me hiciera cargo de la investigación, pero algo del tema no me atraía.

Justo cuando entré a mi oficina, me siguió de cerca Sarah. Pelo de color miel, todavía algo húmedo, claro de que salió apresurada esa mañana. Era normal, dado el nivel de movimiento que había dentro del departamento policial. Camisa sin planchar, pero bien lavada. Por algunos de los pliegues y pequeñas marcas blancas de desgaste, se notaba que esta prenda había sido lavada a mano. La falda no era sorpresa, ya que usaba la misma cada día. Una minifalda negra, de cuero ajustado, con un sierre al costado izquierdo.

Elevó la vista de la carpeta de reportes para dirigir sus verdes ojos hacia mí. No hizo más que entregar la carpeta lentamente, acariciando el dorso mientras la soltaba, sin despegar sus ojos de los míos. Al dejar ir por completo los reportes dio media vuelta, me deseó suerte y siguió con sus tareas.

Aparentemente el trabajo ya se me había sido asignado. Mis superiores no querían tomar riesgos, este era un caso de alta importancia. Era la primera vez que se asignaban no uno, ni dos, sino tres detectives al mismo caso.

El más antiguo en el deber, Giuliano Olivier, de 54 años, partícipe en cientos de investigaciones y con una muy buena tasa de casos cerrados. Su especialidad sería la eficiencia y el trabajo en horas fuera de trabajo, lo que lo convertía en alguien respetado y apreciado por los demás en la fuerza, aunque siempre existirían quienes lo despreciaban por ser opacados bajo la sombra de su éxito.

El otro, Tobías Mathew, con tan solo 26 años, contaba con una historia completamente distinta. Aunque no un incompetente, no era merecedor del cargo de detective. Dado que el gobernador era nada más ni nada menos que su tío, no fue sorpresa para nadie que a solo dos años de recibirse de forense ya obtuviera el rango de alguien como Olivier. Sin embargo, su energía y motivación eran algo inspiradoras para los que llevábamos tiempo en el empleo.

FloppyWhere stories live. Discover now