Las cuatro negaciones

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—No me dejes, sálvame... —expresó con tal fuerza la señorita ya muerta.

Pasaba los canales de su monitor reconstruido con solo balancear la mano por el aire —eso alrededor de las 16:00— se hacía a la idea de que ya lo había visto todo y nada interesante transmitiría el satélite que sobrevivió.

Sabrán ustedes que en la tarde solo habita un Dios de seguridad, pues nada fuera de lo común ocurre un lunes en la tarde.

Alguien llama a su oído, sintiéndose verdaderamente horrorizado—más como un soplo que un llamado—.

Espeluznante como esa voz seca y distante en la que sus nervios se congelan de inmediato. Muy espeluznante a tal acto de congelar hasta el más ferviente de los incrédulos.

—Nadie me visita, ¿quién podría estar llamándome? —encogió sus hombros y se reclinó, preguntándose en voz alta nuevamente— ¿quién habría de perturbar mi rutina?

Sin explicación razonable, se encontraba ahora tras una cerca, la bruma del lugar no lo dejaba ver más allá.

La sensación de haber muerto le cruzó en mente.

La chica no paraba de repetir que la siguiera que el venía. Se aproximaba cada vez más rápido.

—Sígueme —decía— sígueme.
La voz de la chica estaba dentro de su cabeza, retumbando, retumbante.

Perplejo, y desorientado, no tuvo otra opción que seguirla por la extensa maya que le separaba del mundo real, no sabía a donde más ir, no sabía que ocurría.

—¿Esto es una especie de broma? —cuando él había llegado allí, la chica de pelo oscuro había desaparecido.

En su lugar, estaba un joven del que no aparentaba más de 18 años.

—¿Te la has encontrado? —su cara era inexpresiva y sus ojos idos de sí.

—¿La mujer?—preguntó algo inconsciente.

—No confíes. No puedes. No la sigas. Ahora estas aquí, no allá —el chico lucía desaliñado y tanto angustiado.

Como un fantasma se acerca la mujer entre sollozo y euforia, el chico ahora es cubierto por su cabello y parece no tener cara, acto seguido levanta un brazo y como si se desprendiera un velo debajo de este, aparece el rostro de la chica al otro lado de la línea.

No puedes imaginarme, imaginarte, imaginarnos más bizarra situación.

La piel se hizo como un gato cuando es espantado de sorpresa. La agitación producía un sudor gélido por todo su cuerpo.

Palidecía el hombre fuera de la pantalla.
Se esfumaba el chico sin rostro.

Palidecía la chica tras él.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2021 ⏰

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La demencia inducida del señor IvanovicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora