TruPan: Guardar una foto

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Guardar una foto


Exasperante, testaruda, una chica con la mente retorcida. La peor de las desgracias que le habían acontecido en sus diecisiete años de vida. La única persona cuya verdadera naturaleza no deseaba conocer. Y estaba obligado a darle tutorías cinco días a la semana, dos horas cada vez. Aunque Pan no era ninguna cabeza hueca —resolvía con gran facilidad cualquier tarea que le daba—, era la actitud de ésta lo que no podía soportar a menudo. 


Si bien recientemente había descubierto la diligencia con la que llevaba a cabo sus tareas, su determinación (u obstinación) para obtener resultados satisfactorios, y la seriedad con la que podía cumplir con sus responsabilidades, estos puntos favorables eran eclipsados por su absoluto desdén por lo que ella llamaba "buenas costumbres", cosa que se veía reflejado en las constantes bromas, chistes de mal gusto y comentarios sarcásticos dirigidos a los que ella consideraba figuras de autoridad. Y como él también entraba dentro de esa categoría, había sufrido en carne propia los ácidos comentarios de la jovencita, que se empecinaba cada vez más en llamarlo "Briefs". (Pan, en alguna ocasión, explicó de modo simple que llamarle Trunks era innecesario.)


Farfullando molesto, en su habitación revisaba los resultados de la última broma de Pan. Rayos, ¡había robado su celular! Había borrado todos los archivos de la memoria interna y la tarjeta SD, llenándolas después de todo tipo de aplicaciones poco confiables, imágenes de lo más extrañas y música que ponía a prueba su buen gusto. Y, como adicional, varias decenas de selfies en las que Pan hacía todo tipo de muecas raras y gestos groseros. Pudo haber borrado todo de una vez, pero al descubrir que también había tomado fotografías de su habitación, le llegó la idea de que cabía la posibilidad de sacar algo de provecho para una venganza póstuma. Quizás alguna imagen de aquellas le ayudara a avergonzar a Pan y darle un buen escarmiento. ¡¿Pero qué, en todo el infierno, sería suficiente para hacerle ruborizar?!


Los minutos pasaban y Trunks consideraba la idea de darse por vencido. El pensamiento fue devastador y su orgullo, herido en ocasiones anteriores por la joven de negros cabellos, aunque pedía a gritos que no se dejara vencer, no fue suficiente para darle ánimos. Echó los hombros hacia atrás y estiró los brazos, bostezando. Se lanzó sobre su cama (antes había estado en su escritorio) y miró por interminables segundos al techo. Fijó otra vez la vista en la pantalla de su celular y deslizó el dedo descuidadamente por la superficie, las imágenes en la galería pasando rápidas ante su vista. Una vez quedaron estáticas, Trunks se dio cuenta de que había llegado al final. Y la última imagen llamó poderosamente su atención: era Pan, sonriendo. Mas ésta no era la sonrisa burlona que tenía casi siempre, sino una sonrisa natural, casi inocente. Llevaba puesto el uniforme de su instituto, y a su espalda se apreciaba uno de los jardines del plantel. Lo inusual de la imagen, la escena tan desconocida para él, fue el motivo por el que se quedó anonadado, detallando cada centímetro del rostro femenino, tan expresivo como nunca antes lo había visto. O quizá era esa destellante sonrisa, los ojos grandes y negros, que parecían mirarle. Y, para su desconsuelo posterior, Trunks pensó que se veía en verdad linda.


—Oh, demonios, ¿qué fue eso? —se preguntó, consternado. No, no era linda. Vamos, ¡no podía dejarse engañar! Detrás de esa sonrisa se escondía un pequeño monstruo. No obstante, el recuerdo de días anteriores, mientras los dos estaban en la sala de estudios, rememoró el haberla observado mientras ella se esforzaba por resolver algún problema. La sedosa apariencia de su cabello, la manera en que éste caía por sus hombros y la espalda, lo delicado de su perfil, el largo de sus pestañas, la hermosa curvatura de sus labios...


—¡Oh, Kami-sama, no! —gimió él, cubriendo con su mano libre su rostro. La había observado y, aunque le costara reconocerlo una vez descubierto esto, esa chica se había abierto un espacio en su mente. Pero no la odiaba, no la había odiado nunca. Suspiró, miró la foto una vez más y exhaló con gran pesar. Mientras eliminaba las demás imágenes y todo rastro de la broma de Pan, trató de convencerse a si mismo que, si conservaba la foto de la chica, era sólo para una extorsión. Pero todo fue infructuoso. Acabada su tarea, admiró una vez más el rostro de Pan, y con una sonrisa y el recuerdo de ella, cerró los ojos.


No, no la odiaba... pero tampoco era amor.



(...)

Dragon Ball © Akira Toriyama

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