—La familia ha decidido dar a Akaashi Keiji por muerto, por lo que toda búsqueda será frenada.
El hombre frente a mi esperaba mi reacción. De pie en el umbral de la puerta, había recibido la visita improvisada de uno de los detectives del pueblo.
—Gracias por avisar.
Fue lo único que dije antes de cerrar sin darle tiempo a decir algo más. Que dieran a Akaashi por muerto me ahorraba el tener que crear alguna cuartada.
—Vaya familia más estúpida tenias, cariño.
Después de tan absurda interrupción decidí volver a mi estudio. Recorrí con calma los amplios pasillos de mi mansión, disfrutando de contemplar a mis bellos especímenes. Roedores, aves, felinos, canes, peces. Todo tipo de esqueletos que formaban parte de mi preciada colección.
Amo los huesos.
Desde que era niño sentí una gran curiosidad hacia esos órganos, tanto que hice de ese gusto mi profesión. Así es, soy osteólogo. Todos los días salgo a buscar cadáveres de animales, quito la carne y entrañas, dejando solo los huesos, que después limpio con agua hirviendo y cal. Llegando finalmente al proceso divertido; el rearmar el esqueleto para obtener un nuevo espécimen.
Hermosos. Así son para mí. Cada hueso es diferente. Todos tienen una forma única, un color especial y una textura sedosa.
Toda mi mansión estaba llena de ellos. La cocina, las recamaras, los pasillos, hasta el salón principal con el enorme tiburón blanco colgando del techo.
Finalmente llegue a mi estudio, abrí la puerta siendo recibido por ese característico olor a muerte.
—Lamento la espera, Akaashi.
Sonreí. Sobre la amplia mesa ubicada en el centro descansaba la hermosa estructura ósea que alguna vez fue un ser vivo... Que alguna vez fue Akaashi.
Colocándome los guantes de látex retomé mi labor de embalsamar y acomodar los huesos sobre los cuadros que después colgaría en las paredes.
Sin duda serían mi tesoro más preciado hasta ahora.
—Eres perfecto — Sus huesos tenían un color y suavidad tan únicos como él. — Fue una fortuna que te enamoraras de mí.
Un enamoramiento estúpido. No recuerdo haber hecho algo para que sintiera eso. Al contrario. Siempre lo rechace de manera brusca, como a todo el mundo.
Nunca había sido muy sociable. Debido a mi gusto "raro" tendía a ser rechazado por el resto. Con el tiempo yo mismo rechazaba toda interacción con otras personas, hasta el día en que lo conocí.
Él insistía en que admiraba el trabajo que realizaba para algunos museos locales. Se acerco a mí con el pretexto de querer aprender. Yo acepte, pues contrario a todo no me molestaba su cercanía. Era callado, listo, y muy responsable y atento. El asistente perfecto.
Así fue nuestra relación por dos años, hasta que hace unos cuantos meses me declaro sus sentimientos.
—Solo amo los huesos, Akaashi— Repetí en voz alta las palabras que le dije en ese momento.
La respuesta que tuvo fue algo que aun me mantiene sorprendido.
Diciendo un "Pruébelos entonces" se desnudo sin pudor alguno, sentándose sobre mis piernas, ofreciéndose en bandeja de plata a quien lo acaba de rechazar.
Estúpido, eso pensé. Pero más estúpido yo, pues acepte.
Esa noche lo hice mío. Saboree cada rincón de su cuerpo. Recorrí con lentitud cada curva, dejando marcas en sus muslos y clavículas, besando su vientre, sintiendo su interior, gozando sus gemidos.
Entonces lo note. Aún sobre la piel y tejidos de músculos, podía sentir la firmeza de cada uno de sus huesos. Únicos, delicados pero fuertes. Maravillosos.
Y lo amé. Amé su esqueleto. Desde entonces, cada vez que podía, cada que me lo permitía, lo volvía a desnudar, fingía amarlo solo para poder sentir tan perfecta estructura.
Pero de nueva cuenta, él lo declaro. Declaro ese amor que yo no correspondía.
Y sucedió. Se dio cuenta de que sí lo amaba... De que amaba lo que había en su interior.
"Así no podrá rechazarme nunca más" Fue lo que dijo antes de inyectar en sus venas la sustancia que termino con su vida.
Al principio mi orgullo me hizo seguir negándome, sin embargo, al recordar aquel tacto que tanto deseaba ese orgullo se fue al carajo.
Al igual como lo había hecho tantas veces con los cadáveres de animales, corte su piel abriéndome paso entre sus entrañas, sacando todas las viseras, arrancando cada tejido muscular, quitando el negro caballo, dejando a la vista lo que tanto anhelaba.
Una vez limpios, decidí separar los huesos. Así como lo hacía cuando lo amaba, trate con sumo cuidado cada parte, exponiéndolos como se merecían.
Observe mi entorno. El terciopelo rojo de los cuadros resaltaba el blanco puro de cada hueso. Mejor decoración no podría tener.
Me senté en mi clásica silla. Tomando entre mis manos la parte que mas me gustaba; el cráneo. Lo acaricie con la yema de mis dedos, disfrutando esa suavidad a la que ya era adicto. Tan perfecto. Tan hermoso. Así era Akaashi.
—Tenias razón, Keiji— Observe las cuencas vacías, riendo por la oscuridad que mostraban, tal y como alguna vez fueron sus ojos. —Al final, sin duda alguna, te amo.
Sí. Amo los huesos.
.
.
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Muchas gracias por leer n.n
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Ossum
FanfictionUn gusto convertido en una insana adicción. Un amor que termina en una fatídica obsesión. Un pensamiento retorcido que acabo por darles una eterna unión. Bokuto x Akaashi +16 Muerte de un personaje