UNA SOMBRA EN EL BOSQUE

5 0 0
                                    

Era un día cargado de nubes negras, la lluvia estaba a punto de darme la bienvenida. Sentado, meditando sobre la vida, decidí aventurarme a un bosque oscuro muy inmenso. Nunca tuve la oportunidad de ingresar, pues se decía, desde hace años, que ahí habitaba una bestia gigante. Muchas personas habían visitado ese lugar; murmuraban acerca de un niño que se encontraba en el bosque a quien nadie podía sacar: aquel se rehusaba a salir. Al adentrarme en el bosque, mis ojos no podían percibir ni un solo rayo de luz; mas podía escuchar el llanto muy fuerte de un niño, este resonaba en el viento y su eco no tenía fin. Caminé lentamente, sintiendo el crujir de las hojas secas bajo mis pies; evitando las piedras puntiagudas que abundaban en el suelo. Después de caminar un tiempo, pude notar su sombra; sus quejidos me guiaron hacia él. Al sentarme a su lado, traté de darle consuelo. Poco a poco, el pequeño de fue calmando.

—Pequeño, ¿cómo te llamas?

—Mi nombre es Oziel —contestó mirándome con sus expresivos ojos marrones.

—Oziel, creo que nos parecemos en algo —respondí extrañado—. ¿Qué haces aquí solo?
—Tengo miedo de salir, hay un monstruo gigante —dijo con su voz temblorosa

—He caminado hasta aquí y no he visto nada —expresé con rostro de ternura.

—¡Yo lo he visto! Él siempre merodea por aquí, pues le gusta alimentarse todo el tiempo.

—¿Se alimenta de animales? —pregunté con tranquilidad.

—No, él se alimenta del miedo —respondió.

—Prometo protegerte, no debes temer.

—No, debes irte. Si él viene, se hará más grande con tus miedos.

—Confía en mí.

—¡Por favor! Tienes que irte —exclamó con rostro de miedo.

Intenté sacarlo de ese bosque, sin embargo el me retenía con mucha fuerza. El tiempo pasaba y la paciencia escaseaba. De un momento a otro, escuché a una gran bestia acercándose, esta era enorme: su silueta era perceptible aun a distancia.

—¡Ahí viene! —gritó el niño muy asustado.

—Tranquilo, yo te voy a proteger —respondí con voz temblorosa.

Cuando observé que la sombra aumentaba su tamaño, entendí que las palabras antes pronunciadas por mis labios eran mentira.

—Nos va a comer, ¡corre! —exclamó el niño.

—Atrás, bestia, ¡atrás! —grité mientras mi cuerpo temblaba.

La bestia fue creciendo más y, con ella, la oscuridad se hacía más profunda. Solo pude sentarme a llorar junto al niño, nuestros cuerpos temblaban. Sin darme cuenta la bestia se había ido, pero mi cuerpo no dejaba de temblar. El niño se quedó mirando lo profundo de la oscuridad con lágrimas en sus ojos. Traté de calmarlo y calmar mi ser.

—Está bien, hemos sobrevivido —dije tratando de mantener el tono de voz.

—Lo sé, pero va a regresar de nuevo —respondió llorando.

—Ven aquí, llora todo lo que puedas —expresé con dulzura en mi mirada.

Pasaron unos largos minutos, durante ese tiempo pude ver cómo las lágrimas de aquel niño resaltaban de bello celeste ante la oscuridad. Lentamente volvió a calmarse.

—Ahora veo por qué le temes.

—Es muy gigante.

—¿Tienes idea con qué frecuencia aparece?

—Aparece cuando revivo cada uno de mis miedos.

—Comprendo... Pero ahora no estás solo.

Sentí un abrazo cálido que tocó mi alma. Estuvimos largas horas esperando, conversando.

—¿A qué le temes?

—Temo que la bestia me coma y revivir cada uno de mis miedos una y otra vez..

—¿Nunca has intentado salir?

—No, no me deja.

—Sabes, es hermoso el mundo allá afuera.

—Desearía saber qué hay afuera.

—Prometo que podrás verlo.
Fue la primera en todo ese tiempo que el niño me lanzó una sonrisa.

—¿No te has dado cuenta? La bestia no te comerá.

—¿Por qué dices ello? —respondió con asombro.

—Porque todo el tiempo has estado indefenso y no te ha comido.

—Es cierto, pero...¿y si lo hace la próxima vez?

—No tienes que preocuparte. Ahora estoy yo —respondí con seguridad.

—Ahí viene de nuevo —dijo de repente.

—Tranquilo, esta vez lo enfrentaremos.

—Tengo mucho miedo.

—Toma mi mano y no la sueltes.

La seguridad invadió mi cuerpo; el temor desapareció, pues sabía que no me comería. Me paré frente a la bestia y miré fijamente esos ojos rojos que se acercaban.

—Tú... ¿Crees que tienes derecho a reprimir en tu oscuridad a este pequeño?

Lentamente, su rostro se hizo más visible al igual que su cuerpo; la consistencia acuosa de este era repulsivo, sin embargo, continué..

—Quizás él no pueda defenderse, pero yo puedo sacarlo de aquí y lo salvaré, así tenga que perder la vida.

Poco a poco, la bestia fue reduciendo su tamaño gigantesco hasta tener la altura del niño.

—Yo nunca quise lastimarlo —respondió la bestia.

—¿Entonces por qué lo asustabas?

—Porque yo solo me alimento de los miedos y él nunca se atrevió a enfrentarme.

—Es que es un pequeño.

—Lo era, míralo a los ojos.

Quedé asombrado: era yo de niño.

—¿Ese soy yo?

—Eres tú, estuviste atrapado aquí mucho tiempo —aseguró la bestia.

—¿Y por qué nunca lo noté?

—Porque no te tomaste el tiempo de entrar.

—Ahora comprendo. Quizás necesitaba más tiempo para entender.

—Yo siempre existiré al igual que este bosque, pero tú decides cuánto o cuándo quedarte.

—Gracias. Esta era la parte que faltaba en mi vida.

—Comprende que no soy tu enemigo.

—Por supuesto que no, eres mi gran compañero.

Aquel niño me miró con asombro y salimos juntos al mundo que le prometí. La lluvia me recibió muy alegremente y las nubes negras se convirtieron en un inmenso ocaso hermoso.

UNA SOMBRA EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now