Un pedazo de ti, y de mi

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En el momento en que te vi, hubiese deseado saber lo que pasaría después.

Recuerdo bien el día en el que nos conocimos, en ese entonces estaba segura de lo que tenía, de lo que era.

Fue una tarde cualquiera, una semana más había terminado y yo ya tenía ganas de irme; pero una singularidad nos unió. Una singularidad llamada Elaine.

Tomó mi brazo por detrás y me giró abruptamente, en ese momento mis ojos quedaron con los tuyos. Esos ojos verdes, que juraste que eran azules cuando tenías cinco, aquellos mismos que vi la noche en que me dijiste que partías.

Como siempre lo hacías cada vez que me veías, me sonreíste. Me saludaste con el nombre de Marina, pero te convertiste en un huracán destruyendo todo a su paso; entre aquellas tantas cosas que deshiciste tomaste una parte de mi que no sabia que existía.

Te acompañamos hasta la parada del bus, platicamos un rato hasta que el camión llego. Esa tarde caminé hasta mi casa con Elaine. Semanas después me encontraba tomando el camión en dirección a tu casa.

Las primeras semanas tú y yo conectamos instantáneamente, parecía que estábamos en sincronía. Mis temas extraños de conversación te interesaban, te reías de mis chistes malos y entendías a la perfección como funcionaba mi mente. No me juzgaste por no saber demostrar mi cariño a las personas, en vez de eso, me enseñaste a querer.

Al principio éramos Elaine, tú y yo. Después de un mes Elaine volvió con su ex novio, que nosotras sabíamos que seguía siendo un idiota, que ella era demasiado buena para volver con él. Incluso hablaste con ella, trataste de evitar que volvieran, pero al final las cosas no salen como esperamos, eso lo entiendo muy bien ahora.

Poco a poco Elaine dejo de juntarse con nosotras, tengo que admitir que también fue culpa nuestra, todo lo hacíamos juntas y creamos una barrera que nadie podía cruzar.

Pasaron los meses y ya corrían rumores sobre nosotras, rumores que negábamos rotundamente. La gente comenzó a vernos extraño, algunos con morbo, otros como un acto sexual... algo prohibido. Muy pocos creían la mentira que hicimos verdad, aún entre nosotras.

Todo parecía marchar bien, dejando atrás los rumores, me sentía bien estando a tu lado; hasta que empezaste a salir con Tristán. Era un problema en mi perfecta ilusión sobre nosotras dos, la serpiente en mi jardín del Edén. Él sabía perfectamente que éramos un tabú, y no había día en que me recordara que jamás podría estar contigo, se mofaba de mí.

Aún con mis celos, seguía negando mis sentimientos por ti.

¿Qué te gustaba de él? ¿Qué tenia él que yo no tuviera? Además de eso de abajo...

Era narcisista, ególatra e insoportable. Permitiste que sus amigos te llamaran "zorra" o "puta", permitiste que me llamaran a mi "tu perro faldero"; cuando en realidad él nunca te entendió, tu nunca lo quisiste. Solo peleaban, y él recurría a mi para que lo ayudara, me chantajeaba. Sabía que yo jamás iba a poder estar contigo, pero yo sabía todo sobre ti... o eso creía. Si no le ayudaba, habrían más rumores, rumores que afectarían nuestra amistad.

Quisiste que te acompañara en una de sus citas, solo para engañar a tu mamá. Ese día fui por primera vez al cine sola, fue una experiencia extraña. No recuerdo la película que vi, recuerdo que no podía dejar de pensar en ti, si estabas cómoda con él, si se estaban besando. Eso hacía que la sangre me hirviera.

Antes de que pudiera ver el final de la película, me llamaste llorando. Habías terminado con él. Me contaste que empezó a comportarse de manera brusca, que te tomó del brazo tan fuerte que podía ver sus dedos impresos sobre tu brazo.

La Mitad de TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora