1. Inicios

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19 de octubre de 1999. Nací en México, pero no especificaré el estado. Pueden ponerle cualquiera, de cualquier manera, México es hermoso por todos lados.

Nací rodeada de mucho amor y para ser hija primeriza de dos seres jóvenes que no pasaban de los veinticinco, todo salió bien. Bueno. Como en todas familias, siempre debe de haber uno que otro problema, ¿no?

Mi padre era un joven hombre que pasaba por muchos libertinajes. Eso le llevó un poco de tiempo poder hacerse responsable con todo el significado de la palabra. Pero, antes de que pasara eso, ambos se vieron necesitados de quedarse con mis abuelos paternos. Los cuales, a pesar de no ser unidos del todo y con alguna carencia de sentimientos entre ellos, se quedaron. Mi papá adoraba ponerme peluches de los Looney Tunes por encima de mi cuna. Mamá me bañaba en una pequeña tina de baño súper chiquita. Color rosa. Con mucha delicadeza.

Era una bebé que odiaba meterse a bañar y odiaba salirse una vez que la metían a hacerlo.

Mis abuelos paternos adoraban tener animales con ellos. Por lo que siempre viví rodeada de animales. Sobretodo de gatos. En aquel entonces, ellos tenían un hermoso felino pequeño. Un gatito anaranjado con blanco al que llamaban "Tommy". Era un gato muy cariñoso y yo no tenía temor por acercarme a él.

Como mencioné, nací rodeada de mucho amor. El mejor amigo de mi padre adoraba visitarme y comprarme cobijas de Winnie Pooh. Hasta que sufrió un gran accidente y falleció.

Mi abuela paterna adoraba peinarme y cargarme en sus piernas. Me ayudaba a dar mis primeros pasos junto con mi abuelo. Me daban juguetes viejos de mi padre y mi tío para jugar con ellos.

Sin embargo, la mala relación que tenía mi madre y su suegra –mi abuela– lamentablemente la hizo cambiar de opinión. Y al poco rato, mi mamá salió de ahí para irse a casa con mis abuelos maternos y ambas nos quedamos un poco de tiempo juntas con ellos. Ahí nos recibieron con mucho gusto. Mi tío y mi tía les gustaba jugar conmigo. Mi abuelo que estaba por morir de diabetes, le agradaba tenerme con él a pesar de su carencia de vista y mi abuela le gustaba ayudar a mi mamá con mi comida.

Una de las cosas curiosas mías y de esta historia, es que mientras mi mamá y yo vivíamos con todos ellos, obvio, era uña bebé y no podía faltar esos días en los que no dejaba de llorar. Mi mamá siempre ha dicho que fui una bebé muy llorona y comilona. Sin embargo, un día de esos que no podía dejar de llorar, mi tío, hermano de mi mamá, me prestó un osito café de peluche. Tita. Gracias a eso pude dormir ese día. Pero más adelante se convertiría en mi compañera de juego. ¿Quién iba a decir que al día de hoy, a mis veinte años, sigo durmiendo con Tita?

Nunca la dejaba. No podía dormir sin ella. Si salíamos de compras, la tenía conmigo, cuando comía, lo hacía conmigo. Cada vez que quería dormirme, ahí estaba Tita. Y le acariciaba la nariz y ojitos de plástico para arrullarme.

Pronto, mi papá, duro de carácter, reaccionó y decidió ir tras mi mamá y mío para poder conseguirnos casa. Y eso hicimos. Papá consiguió una linda y acogedora casa en medio de un circuito. Un terreno en el centro con casas al rededor. Recién construido por lo que poco a poco llegaban personas a vivir. La gran mayoría eran mujeres embarazadas o con niños pequeños. Perfecto para mí y mis papás.

No hablaremos de modestias. Pero cuando chiquita, era muy imaginativa. Me gustaba jugar hasta con la caja de cereal. Colorear definitivamente era mi pasatiempo favorito. Podía colorear y dibujar todo el día y no me cansaba. Además, mamá acostumbró cierto tiempo a comprarme rompecabezas, mismos que terminaba una y otra vez. Crecí jugando Barbies e invitaba seguido a mis papás a jugar, aunque ellos nunca tenían tiempo para hacerlo, siempre lo intentaban.

Era muy inquieta al mismo tiempo. Por eso, mi papá siempre llamaba del trabajo para preguntar por las dos, cuando me tocaba hablar con él, siempre me decía que le pidiera a mamá ponerme una película. Y eso hacía. En el VHS ponía películas Disney. La cenicienta, Blancanieves, El Libro de la Selva y a veces La Bella Durmiente. Pero había una película que llamaba más mi atención. Grease (Vaselina). Esa película echa musical y ambientada en los años cincuenta.

Aunque era muy, muy chica para entender la película, me gustaba cuando bailaban y coreaban esas canciones tan pegadizas. El vestuario y los peinados. Mi mamá y yo al día de hoy reímos, pues de tantas veces que me ponía la película, hasta los diálogos se aprendió.

Otro dato curioso de mí es que para mis tres años, así como le gustaba dibujar, también quería entenderle a las letras. Quería aprender a leer y escribir. Siempre he sido fan de coleccionar libretas y usarlas. Mi madre me compraba libretas pequeñas, las cuales ocupaba para enseñarme a escribir y leer.

"Mamá, ¿que dice aquí?" "¿Y si le pongo esta otra letra, ¿qué dice ahora?" 

Así que, sí. Aprendí a leer y escribir yo sola con tan solo tres años de edad.

Pronto llegó una noticia que a mi edad, me tomé con mucha felicidad. Como yo era una niña solitaria que jugaba sola y a veces con mamá, ella misma se encargó de darme una noticia: sería hermana mayor.

Cabe mencionar que jamás fui de esos niños curiosos –sólo lo era un poco–, que preguntan "¿de dónde vienen los bebés?" Lo único que hacía era esperar a mi hermana menor, y ayudarle a mamá en lo que podía. Pasarle las cosas del piso, ayudarla con bolsas no pesadas del mandado o ayudarla a dormir, untándole crema en los brazos o peinándole el cabello.

Mientras esto pasaba, mi papá no dejó tan de lado su libertinaje. Entre éstas estaba el irse a Estados Unidos a pasar unos cuantos días con sus familiares cercanos. Esa fue una de las primeras problemáticas que mi mamá veía en ellos dos en ese tiempo. La dejaba sola, embarazada y conmigo.

Tras unos largos nueve meses para mi mamá, un 2 de Julio del 2003. Un día exageradamente lluvioso, llega al mundo mi única hermana. Fui a quedarme con mis abuelos paternos ese día, puesto que mis papás estaban ocupados en el hospital esperando a mi hermana. Pero en cuanto recibieron la noticia de que todo estaba bien, fuimos a verla.

Era un ser humano muy pequeño a mi parecer. Me daban curiosidad sus pequeños ojos que por mucho tiempo estuvieron cerrados y las pequeñas manos que tenía. Al instante quise cargarla, pero como aún era muy pequeña, mi papá la ponía en mis brazos pero sin soltarla. Ahora éramos una familia completa por cuatro integrantes.

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⏰ Última actualización: Jun 12, 2019 ⏰

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