El Bosque: El Inicio.

Primera parte

La historia comienza en un reino lejano, en una época de reyes y palacios, bosques encantados y demás criaturas extrañas. En ese extraño escenario vive un joven, un joven príncipe. Un príncipe que le teme al mundo, pero quiere observarlo por sí mismo. La verdad es que eso es algo contradictorio pues, ¿Cómo acercarte a lo que más le temes? No había respuesta para eso, tan solo lo haría pero... ¿Como?. Desde pequeño tenía prohibido salir por su propia seguridad, nunca le dijeron el porqué y nunca había podido salir del palacio. Tal parecía que le temían a algo allá afuera, sabía que había criaturas en los alrededores pero no eran de temer, tan solo vivían en el bosque sin acercarse a los humanos. Aunque eso no aclaraba sus dudas, ¿A que le temían? ¿Porqué lo habían criado para temer al mundo? Porque esa era la verdad, sus padres le instruyeron el miedo prácticamente desde que nació y esa era su razón para temer.

Pero aún así, quería salir. Quería conocer lo que había afuera, quería ver con sus propios ojos lo que solo podía ver por el balcón de la torre más alta del palacio.

―Majestad.

Inuyasha escuchó que lo llamaban. Estaba seguro que era Miroku, su guardia personal y el que evitaba que se escabullera fuera del imponente palacio, aunque ese lugar no era otra cosa si no una imponente jaula de oro.

―¿Que pasa Miroku?. ―Alzó la voz al verlo entrar a su habitación. Estaba sentado en el balcón, afortunadamente daba vista al inmenso bosque que algún día deseaba visitar. ―Si mi padre te envió a revisar que estuviera en el palacio, puedes volver y avisarle que sigo encerrado.

―No diga eso, majestad. Está seguro en este lugar, allá afuera solo hay criaturas que se esconden en la oscuridad de ese bosque maldito. Esas bestias están esperando dañar a toda alma desafortunada que ose entrar a su territorio.

La preocupación en su voz era evidente pero el heredero ni se inmutó, Inuyasha estaba seguro de que mentía, todos lo hacían. Ellos querían condenarlo al encierro eterno y seguía sin saber el motivo.

―Si eso es todo, puedes retirarte. Dile a mi padre que estoy aquí y que no he tratado de escapar.

Tras escuchar esas palabras, el guardia asintió y procedió a retirarse. Antes de salir, volteó hacia su futuro gobernante, solo vio como el heredero veía por el balcón soñando con un día atravesar las imponentes murallas del palacio. «Lo siento, majestad. Todo esto es necesario y a pesar de ser cruel, es por su propio bien. Si él lo encuentra, ni combinando la fuerza de la guardia real podríamos ayudarle» tras ese fugaz pensamiento, el hombre se retiró de los aposentos del heredero.

En su soledad Inuyasha se preguntaba lo mismo, ¿Por qué era diferente a los demás? Su cabello era largo de un blanco rayando al plata y sus ojos eran de un claro ámbar. Facciones muy diferentes a la de sus padres, Izayoi y Takemaru eran pelinegros y de ojos azules. Siempre se preguntó por qué él no compartía esa apariencia pero siempre que preguntaba, sus padres rápidamente cambiaban el tema. Con el paso de los años, se había resignado a que nunca le dirían. Ellos le ocultan un secreto, la verdad sobre su nacimiento pero no iban a revelarlo por su propia seguridad.

A sus dieciséis años no había pisado suelo fuera del palacio, incluso sabía que el mismo estaba rodeado por una barrera mágica que impedía a las criaturas entrar. Pero... ¿Porqué lo hacían si nunca atacaban a los humanos? Había una aldea fuera de la barrera y nunca fue atacada. Aunque ese era otro misterio guardado recelosamente por los gobernantes del lugar y esperaba que le confiaran ese secreto cuando fuera su turno de gobernar esas tierras.

...

...

Varios días después, Inuyasha decidió finalmente. Se había propuesto que saldría del palacio. Había estudiado por años el comportamiento de los guardias y tenía una pequeña oportunidad para burlarlos, solo había un pequeño y casi insignificante problema. Al alzar su mirada pudo ver a Miroku, estaban en el patio de entrenamiento para mostrarle el uso de las armas.