Continuación

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Al día siguiente...

El amanecer llegó al fin, el astro rey empezó a cubrir todo con su luz. En el palacio, Miroku tocó la puerta de la habitación del príncipe repetidas veces. Ninguna fue contestada, al no recibir respuesta, decidió entrar y lo único que vio fue un bulto en la cama. Algo aliviado, se acercó dispuesto a despertar a su perezoso príncipe.

―Majestad.

El guardia empezó a mover suavemente al «príncipe». Se llevó una gran sorpresa al ver varias almohadas acomodadas cuidadosamente bajo las finas sábanas. Dio la alerta para que todos los guardias buscaran inmediatamente al heredero de inmediato. Ese suceso fue comunicado a los gobernantes de inmediato, todos estaban seguros de que era una de las huidas del príncipe y esperaban encontrarlo antes de que saliera de la barrera. En la sala del trono, una reunión entre el rey y su esposa, se llevaba a cabo.

―¿Dónde está mi hijo, Takemaru? Los guardias aun no lo han encontrado.

―Eso no lo sé, Izayoi. Tan solo espero que no haya regresado al bosque.

...

...

En un viejo palacio, un joven príncipe despertaba de una horrible pesadilla o al menos eso creyó. Pero, todo se volvió realidad al darse cuenta que le dolía todo el cuerpo y que estaba desnudo, solamente estaba cubierto por las blancas sábanas de una cama que no era la suya. Que su cuerpo estaba magullado y lleno de mordiscos, todo eso era una prueba de que la horrible pesadilla que tuvo no era otra cosa más que la dura realidad. Sin poder siquiera evitarlo, las lágrimas empezaron a surcar sus mejillas, todo mientras se cubría el cuerpo con pudor, se sentía sucio, había sido mancillado por un vil demonio.

El príncipe se levantó como pudo, pero era demasiado el dolor que sentía. Aun así, no se iba a rendir, no se quedaría allí para que la pesadilla volviera ocurrir. Pero, por cada paso que daba, era una dolorosa tortura. Avanzó buscando la salida hasta que una profunda voz lo hizo temblar y quedarse paralizado.

―¿A dónde vas?.

Al voltear y ver a ese extraño ser que lo mancilló, el príncipe quiso tratar de alejarse y correr lejos de ahí pero su magullado cuerpo no se movía ni un poco. Estaba muy herido, física y mentalmente. Ante su miedo, solo se pegó a la fría pared y evitando a toda costa la dorada mirada del demonio.

Al verlo, el demonio se dio cuenta que parecía un cachorro asustado. Inuyasha estaba en un rincón temblando, pero por más que quiso controlarse, no pudo hacerlo. Todo ocurrió al verlo por primera vez, supo que era el niño que por derecho le pertenecía. Sin saber porqué, lo dejó marchar y no sabía la razón por lo que lo había hecho. Sin embargo, después de volver a su palacio, quiso verlo nuevamente y lo hizo entrando a sus sueños. Incluso lo hizo volver pero en el tiempo que tardó, recordó al humano que lo embaucó y como se había burlado de él. Ese pensamiento hizo que la furia lo dominara y ese sentimiento lo consumió. Por esa razón, iba a vengarse de él utilizando a su vástago. Pero, tal parecía que se le había pasado la mano. Trató de acercarse y tocar su mejilla. Lo hizo pero solo lo sintió temblar y derramar más lágrimas.

―Ya deja de llorar.

Ordenó el demonio fastidiado, no le gustaba verlo así. Pero tampoco sabía qué hacer para que se calmara, nunca antes había estado acompañado y mucho menos, por un humano.

―Déjeme ir. ―Logró articular lo más claro que pudo el príncipe aun con su garganta lastimada. Aunque, el demonio si logró entenderlo tanto que tomó su mentón haciendo que lo mirara a los ojos, pero solo los vio completamente rojos e hinchados. Eso era normal, el príncipe no había dejado de llorar desde ya hacía un buen rato atrás.

El Bosque: El Inicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora