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Era la última hora de clases y Yena estaba que se moría de los nervios. En menos de treinta minutos iría a ver a la chica que la tenía enamorada hace ya tiempo. Pasaban los minutos, para el resto de los alumnos, de manera lenta, pero para Yena era todo lo contrario. Aún faltaban veinte minutos y su corazón yo estaba que se salía de su pecho. No podía dejar de mirar a Yuri, quien estaba unos asientos delante de ella. Le era imposible despegar su mirada de la menor aunque sea por quince segundos.
(...)
El profesor comenzó a despedir la clase. A este punto, Yena ya estaba por explotar.
Cuando el señor terminó de hablar, todos comenzaron a guardar sus cosas. Yena veía como su querida y pequeña Yuri guardaba rápidamente todos sus cuadernos, cosa que me provocó más nervios.
— Nos vemos mañana —se despidió el profesor, saliendo por al puerta del salón.
Las palabras del mayor hicieron que todos los alumnos salieran disparados por la puerta, incluso Jo Yuri. En cambio, Yena salía a pasado lento, dándole tiempo a la menor para llegar primera a la azotea.
Finalmente, llegó a la puerta que conectaba las escaleras con la azotea. Apoyo su temblorosa mano sobre la manija de la mencionada puerta y la abrió. La abrió, dejando ver a la joven Yuri de espaldas con la cabeza agachada un poco triste, tal vez se había demorado en llegar.
— H-Hola —habló temblorosa la mayor, intentando llamar la atención de la otra chica allí. Esta última, al oír la voz de Yena, se dio la vuelta, mirándola de pies a cabeza, con la boca entreabierta.
— ¿T-Tu eres... — La de las notas —completo su oración. Causando que el nerviosismo comenzara a apoderarse de la más pequeña.
Ambas se quedaron en silencio, pensaron que esto sería muchísimo más fácil.
— Gracias —susurró la más pequeña con la mirada baja.
— ¿Gracias? ¿Por qué? —preguntó con un tono que dulce y una pequeña sonrisa.
— Las notas —respondió intentado mantener el contacto visual con la mayor— tus notas, me ayudaron mucho
— Oh, ¿en serio? —preguntó sorprendida ante la respuesta.
— Tus notas hicieron que me sienta amada —confesó con un sonrojo en su rostro.
De a poco, ambas chicas iban acercándose, quedando las dos frente a frente, por primera vez.
— ¿Por qué querías que viniera? —preguntó al fin, conteniendo el nerviosismo que se había apoderado de ella en la ultima hora.
Sin embargo, Yuri no respondió. Era como si la presencia de la mayor hiciera qué olvidara todo lo que había preparado. Yena comenzaba a impacientarse. Necesitaba que la menor dijera algo o iba a enloquecer.
Yuri subió su mirada a los ojos de la mayor, haciendo que las miradas de ambas quedaran conectadas.
— Y-Yo —comenzó a tartamudear la más joven. Se quedó muda al sentir la mano de Yena pasar por su cabello. No sabía de donde había sacado la valentía para acariciar el cabello de alguien como Yuri.
Con la mano en el cuello de la menor, la misma que anteriormente había pasado por el cabello de la joven, comenzó a acercar su rostro al de la contraria. Ambas miradas fijas en la otra, aunque los ojos de Yuri se desviaban a los labios de Yena, la cual no dejaba de acercarse al rostro ajeno.
— Yuri-ah —habló la mayor al estar lo suficientemente cerca del rostro de la nombrada— me gustas ¿sabes? —terminó de decir, para luego juntas sus labios con los de aquella chica que tanto había deseado besar antes.
Tímidamente, sus labios se movían en una danza, una que solo ellas conocían y podían interpretar.
