Escenarios ㅡ Diabolik Lovers

•Escenario 5

❁¿Cómo cuidarían los Sakamaki a sus hijos? Posible OOC.

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Shu abrió un poco los ojos con disimulo, viendo a medias como sus hijos jugaban en el suelo con cubitos de tela y algodón.

Victoria y Kaito eran bebés que no pasaban el año de edad.

Sara, su esposa, había tenido un parto complicado que la había dejado exhausta durante varias semanas, mas se había recuperado de la noche a la mañana y ahora estaba igual de enérgica que cuando empezaba a salir con Shu. Por esa misma razón, era ella quien se encargaba de ir a comprar, como lo había hecho hacía unos pocos minutos.

El reloj marcó las doce y el vampiro sintió los ojos pesados. No se quiso dormir, más por petición de su esposa que por otra cosa, pero su instinto paterno le pedía a gritos que cuidara de sus hijos.

Sin embargo, las costumbres son costumbres y el sueño lo venció.

No supo cuanto tiempo pasó y tampoco se fijó en el reloj. Vio que Kaito, con la boca totalmente abierta, estaba tirado en el piso viendo con atención la lámpara de techo. Cada dos segundos sacaba la lengua y la sacudía sobre su labio inferior antes de meterla de nuevo.

Su hermana no estaba a su lado.

Shu se incorporó a toda velocidad, pasando la vista por absolutamente toda la sala, pero la bebé no apareció.

Con apuro y un poco de delicadeza, alzó a Kaito en sus brazos y llamó a Victoria en voz alta. No escuchó nada.

Alterado por no sentir el aroma de una niña mitad humano y mitad vampiro en su mismísima casa, la buscó como un desesperado, alterándose con cada segundo que pasaba.

Kaito tenía la mano metida en la boca y no se quejaba de nada, mirando de vez en cuando sobre su hombro y riéndose a carcajada limpia. A la cuarta vez, al borde del ataque, Shu se preguntó qué era lo que su hijo veía que tanta gracia le causaba.

Victoria, escondida entre las sillas, dormía plácidamente con la boca abierta y las piernitas apoyadas sobre las patas de madera, siendo un espectáculo total para su hermano.

La próxima vez, su esposa se quedaría a cuidarlos. Para él era mucho trabajo.

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Reiji siempre sabía como tener todo bajo control; desde el orden de su hogar hasta el comportamiento de sus dos hijos, parecía carecer de los nervios de padre primerizo.

La casa estaba casi a oscuras salvo por la tenue luz de su estudio, donde el único sonido que se podía escuchar eran las respiraciones de los bebés que tenía en sus brazos.

Su esposa había insistido en salir a hacer las compras, siendo que él prefería tenerla en casa descansando. No le gustaba que anduviese por la calle y que le pasara algo, pero un poco de aire fresco no le haría mal.

Victoria se movió un poco y apretó la camisa de su padre con la manito izquierda. Kaito siguió durmiendo como si nada, con la cabeza hacia atrás y la boca abierta.

Reiji los tomó a los dos y los acostó en la cuna con mucho cuidado. Luego, volvió al sofá, se sentó y volvió con la lectura que tenía pendiente.

Sin duda alguna, era un padre ejemplar e inigualable.

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Si años atrás alguien le hubiese dicho a Laito que tendría hijos y se la pasaría jugando con ellos, él se le hubiese reído en la cara. Ahora podría creerlo.