Capítulo uno: Entonces, terminé en un mundo de...

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Fue un jueves como cualquier otro: asistí a clases, regresé al apartamento, hice la tarea y preparé la cena.

Eran las ocho de la noche y mi hermana aún no regresaba de su trabajo. Fui al librero en la sala de estar para entretenerme un poco leyendo un libro cómico mientras la esperaba para compartir la mesa.

Mi nombre... bueno, como era huérfana la persona que me encontró me nombró "Nizu", que en su idioma natal significaría algo como "cielo". Sin embargo, cuando mi hermana me encontró hace unos meses y descubrí que no era huérfana, me reveló que mi verdadero nombre era Alfarelanze. Si ya Nizu era un nombre bien extranjero, imagínate "Alfarelanze"... Ni me gusta, me cae mal. Le he pedido a mi hermana que no me llame así, pero a ella el nombre que le cae mal es "Nizu".

Aún no sabía el significado de Alfarelanze.

Nosotras vivimos en un pequeño país mediterráneo; sin salida al mar. En un pueblo tranquilo, que no fue afectado directamente por la guerra de hace unos años.

Esa guerra donde los países vecinos nos utilizaron injustamente como campo de batalla.

Bueno, antes de ser encontrada por mi hermana, vivía en el orfanato donde crecí. Aprendí la verdad sobre mi origen, entre otras cosas, pero esa es una historia para otro día.

-Amo estos personajes. -Ya había leído ese libro como cinco veces, pero cada vez que lo repetía, encontraba algo nuevo. Era en verdad bastante interesante y gracioso.

A los pocos minutos, escuché cuando abrieron la puerta de entrada del apartamento. Regresé el libro a su puesto y fui a recibir a mi hermana.

No le saludé ni pronuncié una palabra, pero si estuve ahí para demostrarle con mi presencia que valoraba su esfuerzo por mantener nuestro hogar.

Ella era de cabello largo, más alta y flaca que yo, con ambos ojos y sus iris de color rojo. Ambas teníamos el pelo de color morado... algo que obviamente no era de este mundo y por eso no fue extraño llamar la atención.

La observaba mientras ella se removía sus zapatos y colocaba su chaqueta de trabajo en el perchero. Cuando me miró, sonrió.

-¡Me aprobaron el aumento! Al fin, mi sueldo servirá para algo más que solo comida y las mensualidades.

-Felicidades. -Ella trabajaba en un café. Yo trabajaba los fines de semana en un restaurante de la familia de una amiga. Lo que ganaba lo utilizaba para cubrir los gastos escolares. Y... para comprar dulces, pero eso ella no lo sabía.

En ese momento, vi cuando entró ese peludo perrito blanco que luego se detuvo cerca de las piernas de mi hermana. Era Fluffy. Un adorable perrito con un extraño fenómeno. Él no nos pertenecía, y hasta donde tenía entendido, tampoco a algún vecino. Él de la nada siempre aparecía y se acercaba a mi hermana para pedirle comida o pasar tiempo con ella. Luego se iba y nadie lo volvía a ver. Una vez mi amiga Patty y yo, nos pasamos una tarde tratando de encontrarlo e investigar donde vivía, pero nada de nada. Patty le preguntó a mi hermana que que rayos ocurría con ese misterioso perrito, pero ella solo dijo que no le diera mente al asunto.

Fluffy parecía tener hambre. Mi hermana lo cargó entre sus brazos.

-¿Qué preparaste de cena? -Se quejaba de cansancio. Ese aumentó se lo ganó porque cubrió el puesto de una compañera que tenía dos semanas enferma-. Sabes, me muero de hambre. Pensé que iba a desmayarme por el camino.

Fuimos a la mesa. Mi hermana le sirvió a Fluffy comida para perros en su plato en el suelo. Luego ella observó lo que había preparado.

-Ah... obvio, como solo quedaba papas preparaste eso con huevos revueltos. ¡A comer!

Nizu en el país GolosinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora