Pacto Infernal
Al final de la jornada laboral, apenas quedaban unos pocos minutos antes de que pudiera liberarme de aquel lugar asfixiante. Con una mirada cansada, alcé la vista hacia el reloj antiguo y cuadrado que colgaba imperturbable en la pared, con su marco desteñido que destacaba sobre el pálido color de las paredes. La visión de aquellos números romanos gigantes, invadidos por las finas y afiladas agujas que se movían a un ritmo insoportablemente lento para mi ansiedad, me agobiaba profundamente.
En el ambiente, había una sensación opresiva, como si el tiempo mismo se hubiera detenido, y todo quedara suspendido en un eterno limbo. El sonido del reloj, que parecía más bien un tic-tac siniestro, se mezclaba con el zumbido de los fluorescentes que se apagaban lentamente, arrojando sombras fantasmales por toda la oficina. Mi mente estaba tan agotada como mi cuerpo, y sentía como si estuviera atrapado en una pesadilla interminable.
Finalmente, el reloj dio su último suspiro y sonó el timbre que anunciaba el fin del día. Con un suspiro de alivio, tomé mi mochila y me dirigí hacia la salida, dejando atrás aquel lugar que me había consumido durante tanto tiempo. No sabía lo que me deparaba el futuro, pero una cosa era segura: nunca más volvería a ese infierno.
-Maldición, cómo estoy sufriendo en este maldito lugar, -dije sin pensar y en voz alta. De repente, me invadió una enorme vergüenza por mi arrebato emocional.
Inmediatamente después de pronunciar esas palabras, levanté la mirada para ver si alguien había escuchado mi infortunado comentario. A mi lado estaba Julio, pero estaba absorto en su trabajo, al igual que Mary. Los demás trabajadores estaban un poco alejados de mi sitio de trabajo, lo que me hizo sentir afortunado de que nadie hubiera notado mi pequeña explosión emocional.
Sin embargo, no pude evitar preguntarme si todos en la oficina estaban pensando lo mismo que yo. Después de todo, era difícil imaginar que yo fuera el único que se sentía atrapado en aquel lugar miserable. Pero si alguien había escuchado mis palabras, lo más probable era que pensaran que era un pensamiento propio y no una queja en voz alta. Con un suspiro, me sumergí de nuevo en mi trabajo, esperando que el día terminara pronto.
Los segundos continuaban pasando a un ritmo desesperante, y de nuevo dirigí la mirada al reloj. Faltaban solo tres minutos para las cinco, pero cada uno de ellos parecía una eternidad. Observé a mi alrededor, tomándome un momento para contemplar el tétrico lugar en el que trabajaba. Laboratorios Internacional era un lugar siniestro, donde el olor de los animales desafiaba mi sentido del olfato. Desde una esquina hasta la otra, había jaulas con animales en su interior. El olor era insoportable, como si estuviera atrapado en un zoológico nocturno. No podía soportarlo más.
Mi único pensamiento era que llegara la hora para poder salir de allí. Además del olor, también era un desafío desplazarse por el laboratorio. Todo estaba mal distribuido, y era difícil calcular bien para no tropezar con la punta afilada de cualquier mesa que parecía aparecer de la nada en mi camino hacia la libertad. Me concentré en poner un pie delante del otro, contando los segundos hasta que pudiera escapar de ese lugar infernal.
Esos largos y casi inertes tres minutos pasaron entre mis quejas mentales y los lamentos de un empleado con un puesto de trabajo mediocre. Vi con alegría que el reloj indicaba que finalmente era hora de salir de mi cautiverio. Sin duda, esta era la mejor noticia que había recibido en todo el fatídico día. Mentiría si dijera que no había tenido el día más tedioso en toda mi vida laboral.
Mi cabeza daba vueltas de tanto repetir los mismos movimientos una y otra vez, bajo la estúpida mirada de ese maldito simio. Había utilizado la totalidad del tiempo adiestrando a Laura, sí, así se llamaba la chimpancé grande y vieja a la que tenía que enseñar el lenguaje de señas. Todo esto era para probar que el intelecto de los simios era proporcional a sus habilidades manuales. La verdad es que era una tarea aburrida, pero al menos la recompensa era ver a Laura comprender y aprender. Ahora, finalmente podía salir de aquí y liberar mi mente de todo el aburrimiento que me había consumido durante todo el día.
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Crónicas De Un Demente
Science FictionCinco cuentos cada uno muestra una vertiente de la ciencia ficción y de las historias de índole fantástico , El Proyecto Individuo es suspenso dentro del rubro de las historias fantásticas, un relato que te obliga a la interpretación personal, no va...